Emily Mandel - El hotel de cristal

Здесь есть возможность читать онлайн «Emily Mandel - El hotel de cristal» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El hotel de cristal: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El hotel de cristal»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una novela cautivadora sobre el dinero, la belleza y los fantasmas del pasado.Vincent es camarera en el hotel Caiette, un palacio de cristal y madera de cinco estrellas en la isla de Vancouver, donde su madre desapareció cuando ella era una niña. El dueño del hotel, Jonathan Alkaitis, le da una propina a Vincent y eso marca el inicio de una vida juntos. Sin embargo, la aparición de un inquietante mensaje en el ventanal del hotel pondrá en peligro la felicidad de la nueva pareja.Trece años después, la misteriosa desaparición de una mujer en alta mar se entrelaza con el descubrimiento de una estafa piramidal y arrastra las vidas de Vincent y Alkaitis a un remolino que ninguno de los dos podrá controlar y donde nada es lo que parece.Entre barcos, rascacielos de Manhattan y la naturaleza salvaje de la isla de Vancouver, los personajes se mueven como fantasmas en este deslumbrante retrato de la codicia, la reconciliación con el pasado y la búsqueda del sentido de la vida en un mundo caótico. La nueva novela de la ganadora del Arthur C. Clarke y finalista del National Book Award y el PEN/Faulkner Award. «De una misteriosa originalidad. Una ficción literaria soberbia.» The Washington Post"Mandel planta su literatura en el cruce entre la realidad y la fantasía." The New Yorker"Un relato cautivador sobre vidas interconectadas." People"Una novela bellamente escrita y construida, llena de momentos memorables y personajes excepcionales." Kristin Hannah"Un libro deslumbrante y absorbente cuyos puntos fuertes son su vitalidad desbordante y el propio alcance de la novela." The Economist"Una novela ingeniosa y cautivadora." Publisher's Weekly"Mandel despliega una prosa luminosa." Kirkus Reviews

El hotel de cristal — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El hotel de cristal», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Paul.

El encargado de mantenimiento nocturno dejó lo que estaba haciendo y, por su expresión, Walter supo que sus sospechas eran acertadas. La expresión de Paul era la de un animal perseguido.

—¿Dónde conseguiste el marcador de ácido? —preguntó Walter—. ¿Se compra en una ferretería o tuviste que hacerlo tú mismo?

—¿De qué hablas?

Pero Paul era un mentiroso terrible. Su voz se había disparado casi media octava.

—¿Por qué querías que Jonathan Alkaitis viera ese desagradable mensaje?

—No sé a qué se refiere.

—Este sitio significa algo para mí —dijo Walter—. Verlo degradado así… —Era el «así» lo que más lo preocupaba, la absoluta vileza del mensaje en el cristal, pero no sabía cómo explicárselo a Paul sin abrir una puerta a su vida personal, y la idea de revelar algo remotamente personal a ese desvergonzado asqueroso se le hacía insoportable. No pudo ni acabar la frase. Se aclaró la garganta—. Me gustaría darte una oportunidad —prosiguió—. Prepara tu maleta, vete en el primer barco y no llamaremos a la policía.

—Lo siento. —La voz de Paul era un susurro—. Yo solo…

—Tú solo pensaste que ensuciarías el ventanal del hotel para dejar grabada la frase más malvada, más vil y perturbada… —Walter estaba sudando—. ¿Por qué lo hiciste? —Pero Paul tenía la mirada furtiva de un chico en busca de una historia verosímil y Walter no soportaba escuchar ni una mentira más esa noche—. Mira, vete de aquí. No me importa por qué lo hiciste. No quiero verte más. Guarda los productos de limpieza, vuelve a tu habitación, recoge tus cosas y dile a Melissa que necesitas un transporte a Grace Harbour lo más rápido posible. Si aún sigues aquí a las nueve de la mañana, iré a hablar con Raphael.

—No lo entiende —balbució Paul—. Tengo muchas deudas y…

—Si necesitabas tanto el trabajo —repuso Walter—, probablemente no deberías haber garabateado ese ventanal.

—Ni siquiera es posible tragarse vidrios rotos.

—¿Cómo?

—Quiero decir que es físicamente imposible.

—¿En serio? ¿Esa es tu defensa?

Paul se ruborizó y apartó la mirada.

—¿Se te ha ocurrido pensar en tu hermana? —preguntó Walter—. Fue ella quien te consiguió la entrevista de trabajo, ¿verdad?

—Vincent no tuvo nada que ver con esto.

—¿Vas a irte, sí o no? Me siento generoso y no quiero avergonzar a tu hermana, así que te estoy dando una oportunidad de marcharte y nada más, pero, si prefieres tener antecedentes penales, por mí no hay ningún problema.

—No, me iré. —Paul miró los productos de limpieza que tenía en la mano, como si no supiera cómo habían llegado allí—. Lo siento.

—Mejor vete a hacer la maleta antes de que me arrepienta.

—Gracias —respondió Paul.

5

Pero el horror de la cosa en sí. «Por qué no tragáis cristales rotos. Por qué no os morís. Por qué no empujáis a todos los que amáis a la perdición». Pensaba de nuevo en su amigo Rob, con dieciséis años para siempre, y en el rostro de la madre de Rob durante el funeral. Walter caminó como un sonámbulo durante el resto de su turno y se quedó hasta tarde para reunirse con Raphael por la mañana. Mientras pasaba por el vestíbulo a las ocho de la mañana, cuando ya hacía mucho que tendría que haber ido a dormir y estaba exhausto, vio a Paul bajando hacia el muelle y cargando sus bolsas en la lancha.

—Buenos días —saludó Raphael cuando Walter sacó la cabeza por su despacho. Tenía los ojos rojos y estaba recién afeitado. Él y Walter vivían en el mismo edificio, pero en zonas temporales opuestas.

—Acabo de ver a Paul subirse a la lancha con todas sus pertenencias —dijo Walter.

Raphael suspiró.

—No sé qué ha pasado. Esta mañana ha venido a verme balbuceando una historia incoherente sobre lo mucho que echa de menos Vancouver. Pero hace tres meses el muchacho prácticamente me suplicó para que lo contratara porque decía que necesitaba cambiar de escenario.

—¿No ha dado ninguna razón?

—No. Tendremos que buscar a alguien para su puesto. ¿Algo más? —preguntó Raphael, y Walter, con sus defensas bajo mínimos a causa del cansancio, comprendió por primera vez que no le gustaba demasiado a Raphael. La comprensión aterrizó con un triste ruidito en su mente.

—No —respondió—. Gracias, lo dejo tranquilo.

En el camino hacia la residencia del personal, deseó no haberse enfadado tanto cuando habló con Paul. Tras las horas transcurridas, se preguntó si se había equivocado: cuando Paul dijo que tenía deudas, ¿se refería a que necesitaba el empleo en el hotel o a que alguien le había pagado para que escribiera el mensaje en el cristal? Porque nada tenía sentido, la verdad. Parecía obvio que el mensaje de Paul iba dirigido a Alkaitis, pero ¿qué significaba Alkaitis para Paul?

Leon Prevant y su mujer se fueron esa mañana, seguidos dos días después de Jonathan Alkaitis. Cuando Walter empezó su turno nocturno la noche en que Alkaitis se iba, Khalil estaba al frente del bar, aunque no era su noche habitual; Vincent, contó, se había tomado unas repentinas vacaciones. Un día más tarde llamó a Raphael desde Vancouver y le dijo que había decidido no volver al hotel, así que alguien de limpieza de habitaciones guardó sus cosas en una caja y las puso al fondo de la lavandería.

El panel de cristal se cambió a un precio muy alto, pero el grafiti quedó borrado, también del recuerdo de los empleados. La primavera se transformó en verano y luego llegó el hermoso caos de la temporada alta, con el vestíbulo lleno de gente cada noche y un cuarteto de jazz temperamental que causaba estragos en la residencia del personal cuando no entretenía a los clientes; el cuarteto se alternaba con un pianista al que toleraban su dependencia a la marihuana porque era capaz de tocar cualquier canción bajo el sol; el hotel estaba lleno hasta los topes y había el doble de personal. Melissa pilotaba la lancha todo el día yendo y viniendo de Grace Harbour hasta bien entrada la noche.

El verano se trocó en otoño, y luego llegó la calma y la oscuridad de los meses de invierno, las tormentas cada vez más frecuentes y el hotel medio vacío, la residencia del personal más silenciosa con la marcha de los trabajadores de temporada. Walter dormía durante el día y llegaba a su turno a primera hora de la tarde (el placer de las largas noches en el vestíbulo, Larry frente a la puerta, Khalil en la barra del bar, las tempestades que nacían y estallaban durante la noche) y a veces se unía a sus colegas para una comida que era la cena para la gente del turno nocturno y el desayuno para los diurnos, compartía a veces algunas copas con el personal de cocina, escuchaba jazz a solas en su apartamento, daba paseos alrededor de Caiette y pedía libros por correo que leía cuando se despertaba a última hora de la tarde.

En una noche tormentosa de primavera, Ella Kaspersky llegó al hotel. Era una clienta habitual, una empresaria de Chicago a quien le gustaba ir allí para escapar «de todo el ruido», como decía ella, una clienta que se distinguía sobre todo porque Jonathan Alkaitis había dejado claro que no quería verla. Walter no tenía ni idea de por qué Alkaitis evitaba a Kasperksy y, francamente, no quería saberlo, pero, cuando ella llegó, comprobó como siempre que Alkaitis no hubiera hecho una reserva de última hora. Se dio cuenta entonces de que hacía tiempo que Alkaitis no aparecía por el hotel, más tiempo del intervalo habitual que separaba sus visitas. Cuando el vestíbulo se quedó en calma, hacia las dos de la mañana, hizo una búsqueda en Google de Alkaitis y encontró fotografías de una reciente gala benéfica, con Alkaitis resplandeciente en un esmoquin con una mujer joven del brazo. Le resultó muy familiar.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El hotel de cristal»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El hotel de cristal» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El hotel de cristal»

Обсуждение, отзывы о книге «El hotel de cristal» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x