Daniel Sánchez Centellas - Pobres conquistadores

Здесь есть возможность читать онлайн «Daniel Sánchez Centellas - Pobres conquistadores» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Pobres conquistadores: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Pobres conquistadores»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Como si de una epopeya se tratara, supeditada al modo en que cada pueblo concibe su propia cultura, «Pobres conquistadores» narra las aventuras y desventuras de los hermanos Tuoran, miembros de la tripulación de Eretrin, durante su periplo a lejanas tierras. Una vez allí, el amor, la lealtad y el instinto de supervivencia condicionarán el cumplimiento no solo de su palabra, sino también la de todos aquellos que les acompañan.

Pobres conquistadores — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Pobres conquistadores», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать
Era de destacar la rapidez con que los despachaba, casi como si fuese un tabernero en una fiesta de pueblo. Constituía, sin duda, un espectáculo, verlo de pie tras una ruda mesa de madera, moviéndose rápidamente para dar el título a este, la bolsa de monedas a aquel (en el más escaso supuesto), el lote de prisioneros destinados a esclavitud a uno, o la firma imperial a aquel otro. Se podría pensar que lo hacía al tuntún, y estirando más el brazo que la manga. Pero no era así: hacía tiempo que él y sus visires habían estudiado las solicitudes, y el momento justo después de la batalla, en caliente y con los nervios aún exaltados; era el evento perfecto para hacer las transacciones. Y cuando veía a un solicitante en concreto, curiosamente se acordaba de él, y se dirigía con un tono muy amistoso: «Hombre, si es Dagüer, el de los juncos; va, venga, pasa, que has cumplido, ¡hala!, a disfrutarlo, y acuérdate: la próxima vez te llamaré». De súbito, dirigiéndose al siguiente: «¡Pero si es mi amigo, el amo de la llanura yerma! Muchacho, ¿cómo te has hecho esto? A ver, además de la recompensa, a este hombre lo ha de ver mi cirujano». Hasta que le tocó el turno a Alekt:

—Dime guerrero, ¿a ti que te falta? —Alekt se dirigió con desparpajo al emperador.

—Me prometiste embarcaciones y tripulación para un viaje exploratorio, emperador Raundir Stosser. Además, te aclaré que yo no soy guerrero. Espero que te acuerdes de mí y de mi condición, así como de la promesa que me hiciste. Recuerda, si tu memoria no te falla, que nuestra partida a la mar debe ser en esta época, y no en otra, por los movimientos de corrientes.

—¡Ja, ja, ja, así me gusta, con brío y sinceridad! ¡Pues claro que sí! Ahora me acuerdo, muchacho. —El emperador se dirigió a su visir principal—. ¿Por qué no han dejado pasar a este hombre antes que a los demás?

El visir le contestó secamente con argumento burocrático:

—No es de la casta de los notables, mi señor emperador.

El emperador se quedó satisfecho con la respuesta y pensativo al mismo tiempo. Pensativo en la magnitud de la empresa de ese hombre, que recordó inmediatamente, pues era la idea más fructífera y provechosa que había pasado por delante de su corte desde que reinaba. La idea le resultó tan llamativa y lucrativa que llegó a olvidar deliberadamente el nombre de su autor. Esa era una aventura que deseaba llevar con cierta discreción, para que ningún notable intrigante se le metiese de por medio, por este motivo su aparente impulsividad y los excesos de su montaje teatral en darle lo que quería al marinero no eran más que un maquiavélico proceder, como era todo aquello que acontecía en ese preciso día. Los notables allí presentes no podrían ni deberían ver otra cosa más que a otro acreedor satisfecho, otra puesta en escena de agasajos histriónicos. El emperador, se dirigió en estos términos al capitán de barco:

—Pues te habré de declarar notable por la vía rápida.

Con modestia y una leve inclinación, Alekt expresó su negativa:

—Magnífico y serenísimo emperador Raundir Stosser, me honras, pero no me es necesario.

El emperador le contradijo, sin enfadarse, pero con un velado tono entre coacción y mandato:

—Mi estimado navegante, recuérdame tu nombre —rápidamente, Alekt respondió, y el emperador prosiguió, alzando el índice—. Mi buen Alekt, maestro de naves, no quiero tener un disgusto justo antes de la victoria fecunda. Acatarás el nombramiento ya que, a pesar de la proximidad que tengo con vosotros, soy yo, a la postre, quien dispone en el imperio y quien os concede los favores a todos.

Alekt bajó la cabeza y pidió disculpas, prácticamente con un susurro, ante la posibilidad de enojo del emperador. Bien conocido era que la viveza que tenía en el trato amistoso, también la tenía en la espada y en las sentencias contra sus enemigos, o simplemente contra cualquier sospechoso de serlo. Así pues, los trámites con Alekt fueron despachados en pocos segundos:

—Toma tu título de notable, Alekt Tuoran de Barklos —dijo, mientras escribía el nombre de su súbdito—. Y así lo rubrico por toda mi potencia, magnanimidad y sabiduría. ¡Dadme el sello! —Estampó la firma imperial en el documento y se lo entregó en mano a Alekt, mientras seguía hablando, esta vez con aire distraído y a media voz—. Ya sabrás, como buen informado navegante que supongo que eres, que en el puerto de Eretrin hemos podido apresar dos fragatas intactas. Son tuyas. De hecho, aprehenderlas sin desperfecto ni mella después de esta batalla, ha sido uno de los fines de esta campaña, pues..., se suponía que se utilizarían, según alguien me dijo. —La mirada penetrante y cómplice, que los demás no advertían, le hacía ver a Alekt que se acordaba perfectamente de todo el plan, así como de las expectativas más que ambiciosas que en él había depositado—. Mi visir de navegaciones te hará el papel. ¡Ah! ¡Otra cosa! —Miró entre los que estaban detrás de Alekt, ya despachados, y voceó a uno de sus notables—: ¡Gotert! ¡Tengo una orden para ti! ¡Ahora! —El tal Gotert, se personó apartando a los demás—. Te ordeno que trabajes con este hombre, ahora mismo, como segundo oficial, contramaestre o lo que aquí el navegante te asigne. No está a tus órdenes, pero sí bajo tu supervisión, ya me entiendes. Le vas a conseguir una tripulación, aunque la tengas que sacar de leva o del mismo infierno. He dicho. Y mañana más. Dejadme pues, que ahora me espera la victoria fecunda.

Gotert era el notable más joven y más próximo al emperador, al menos de los que había allí presentes. El emperador sacaba a menudo válidos y bastardos fieles hasta de debajo de las piedras y se suponía a Gotert como uno de los más allegados de este tipo de personajes. A pesar de su juventud, como bien sabía el emperador, hasta ahora había demostrado la increíble capacidad de cumplir cualquier misión, por mucho que pareciese que estaba fuera de sus posibilidades. Cuando se le echaba un vistazo a tan precoz notable (no superaba los veintiún años), nadie diría que, en esa misma batalla, no hacía ni un par de horas, se había abierto paso a sablazos entre docenas de enemigos en lo más encarnizado de la acción: saltando con una pértiga, había alcanzado el emplazamiento de uno de sus disparadores de cargas, dando muerte a los seis artilleros que lo manejaban, para así dispararlo contra las filas contrarias.

En un breve e incómodo intercambio de palabras, Alekt y Gotert se saludaron y convinieron una cita para trazar la estrategia de esa aventura. Ahora, ambos consideraban que no era el momento por razones personales que no deseaban revelarse (ambos sentían una desconfianza mutua), pero que los obligaban a alejarse durante un corto periodo de tiempo. Acordaron sin discusión volver a verse al cabo de unos días. Al menos, esa necesidad de irse y esa desconfianza inicial en común, les facilitaría ponerse de acuerdo en seguida, el resto ya sería otra historia.

Otro aspecto que resolvieron sin esfuerzo, sin que Gotert mostrara ganas de discutir, o al menos eso hacía creer, fue la contratación de la tripulación, que debía confirmar el mismo capitán, aunque el joven notable pudiera traer sus propuestas. En realidad, se ponían de acuerdo de forma rápida, aunque luego quedaban con una suspicacia malsana.

Para acabar, Gotert insistió varias veces en la enorme carga que le quitaba de encima, ¿acaso le estaba insinuando que le iba a caer toda la responsabilidad si no lo hacía bien? Alekt no se sentía del todo cómodo con el joven valido.

Mientras, el emperador desapareció entre las sonrisas cómplices y socarronas de visires y notables, ya que se dirigía hacia la victoria fecunda. Se trataba de un rito denigrante para los vencidos, sobre todo para el género femenino. Dicho rito, provenía de nobles hechos del pasado que se fueron pervirtiendo. Antaño, cierto emperador liberó otros reinos de un monarca bestial y abusivo, incluso con su propia familia, por lo que la mujer del vencido accedió a una invitación de cena del emperador victorioso, suponiendo que no podría ser peor que el bruto de su marido. Su encanto fue tal que ella se dio sin dilación, dando a luz a un hijo como fruto de esa jornada. La fama del emperador, encantador, humano y libertador de tiranías, hizo que se repitiese el rito de la cena, con todo el erotismo que luego llevó tal evento. Pero a lo largo de las generaciones, convirtieron en una costumbre flirtear con las mujeres de los vencidos, primero; y después en despiadado abuso encubierto de buenas maneras. Se suponía que la mujer y las hijas del alcalde de esa ciudad serían invitadas a una cena magnífica en la que serían tratadas con respeto; sin embargo en la comida y la bebida ingerirían la droga que las hacía indefensas a la humillante violación. Para fastidio de los depravados vencedores, en esa ocasión, solo contarían con las mujeres de un consejero menor, pues el alcalde y los consejeros importantes habían huido con antelación. Lo peor del caso es que esa costumbre también se había extendido de manera más marrullera entre los notables y la tropa.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Pobres conquistadores»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Pobres conquistadores» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Daniela Dittel - Nick
Daniela Dittel
Daniel Espartaco Sánchez - Ceremonia
Daniel Espartaco Sánchez
Pedro Calderón de la Barca - El mejor padre de pobres
Pedro Calderón de la Barca
Joan Martínez Alier - El ecologismo de los pobres
Joan Martínez Alier
Frederick A. Kirkpatrick - Los conquistadores españoles
Frederick A. Kirkpatrick
Daniel Sánchez Centellas - Los cuentos absurrealistas
Daniel Sánchez Centellas
Juani Sánchez Serrano-Sánchez - En verde te pienso, en naranja te deseo
Juani Sánchez Serrano-Sánchez
Daniel Sánchez Centellas - Cruzatiempos
Daniel Sánchez Centellas
José Ángel Mañas - Conquistadores de lo imposible
José Ángel Mañas
Danilo Clementoni - Nous Sommes De Retour
Danilo Clementoni
Отзывы о книге «Pobres conquistadores»

Обсуждение, отзывы о книге «Pobres conquistadores» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x