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El Viajero del Tiempo te saluda, se va diez años, decide verte otra vez, regresa segundos antes de la primera. “Déjà vu”, pensarás. O piensas.
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El Viajero del Tiempo, quien puede pasarse un año entero en un solo segundo, tiene el secreto para no envejecer.
No, no lo dice. Ni lo vende.
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El Viajero del Tiempo fue a 1888 y vio la cara de Jack el Destripador.
—Era la de todos a la vez, como dicen que era el rostro de Adán —gritó.
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El Viajero del Tiempo ha visto varias películas (de eras diversas) que tratan de tu vida. Y ahora ansía conocerte para saber toda la verdad.
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Fastidiado, luego de seis horas de ruido en el cuarto contiguo, el Viajero del Tiempo retrocedió seis horas, pasó al otro cuarto, lo halló vacío y entendió lo que había hecho, o más bien lo que ahora tenía que hacer.
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—¿Qué sentido tiene este juego si no se matan entre ellos? —dijo el gladiador al Viajero del Tiempo mientras veían el partido de futbol.
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El Viajero del Tiempo manda decir que sí, recuerda el futuro, pero no es psíquico: no sabe a quién estás por conocer ni cómo te hará feliz.
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El Viajero del Tiempo escribe este texto para que lo lean en el siglo 490 156 673/498+, en el que cada una de sus palabras significa otra cosa.
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(a)
El Viajero del Tiempo me lleva con un amigo que murió en 2003. Este, al verme, se preocupa:
—Parece que hubieras envejecido de golpe —dice.
(b)
El Viajero del Tiempo viene con un amigo al que vi ayer y ahora parece diez años mayor. Entiendo de inmediato.
—¿Por qué vienes hoy? —pregunto, de todos modos.
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El Viajero del Tiempo retrocede despacio, muy despacio, para ver a Michael Jackson caminar hacia adelante.
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El Viajero del Tiempo detuvo su máquina. Por un largo instante que nadie más percibió no hubo una sola muerte en toda la Tierra.
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El Viajero del Tiempo llega al año 1000 8000. Le dicen que es el MilOchoMil. Se sorprende. Le dicen que el siguiente será el año Tururú.
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La biblioteca del Viajero del Tiempo guarda libros olvidados, perdidos, para siempre inéditos. Ningún colega escritor ha querido visitarla.
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El Viajero del Tiempo regresó muchas veces al mismo instante. Comprobó que miles de personas pueden tener a la vez la misma idea original.
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Franz Kafka volvió 9 753 veces a ver el mismo trámite burocrático.
—Gracias —dijo al Viajero del Tiempo. Poco a poco iba entendiendo qué papeles hacían falta y cómo tratar con el encargado de la ventanilla.
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El Viajero del Tiempo apareció, le dijo a William Blake que no, que no estaba loco, y desapareció.
Sacudido, Blake esperó a que apareciera su Ángel, para contarle la visión que acababa de tener.
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El Viajero del Tiempo retrocede muchos años: el cadáver sin nombre en el antiguo cementerio resulta ser una niña que juega feliz y no cree en la muerte.
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El Viajero del Tiempo te puede llevar varias horas después de este momento, sí; pero no tomará tu lugar en la junta aburrida ni te hará un resumen de la clase.
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El Viajero del Tiempo llevó a Carlota de Bélgica, anciana y loca, a unas horas de su Imperio brevísimo de México en el siglo anterior. Ella no se dio cuenta.
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El Viajero del Tiempo llevó a Platón a un cine a ver Matrix . Platón se fascinó con las luces que se apagaban en el recinto cavernoso.
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El Viajero del Tiempo mira el instante previo a que el Buda en la montaña sea destruido a cañonazos.
Es un instante sólido, como de piedra.
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—Olvidé que hoy era miércoles —le dije al Viajero del Tiempo. Me consoló: en el siglo 44 444 usan semanas de 1 001 días, todos con nombres aleatorios.
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Freud oye del Viajero del Tiempo la historia futura del psicoanálisis. Pasmo. Horror. Luego, aceptación.
—Creo que me siento mejor —dice al fin—. Esto fue como años de terapia.
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El Viajero del Tiempo lee, en una revista olvidada de no sabe qué siglo, el primer y último artículo de alguien. Su tema es la eternidad.
Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, la tortuga estaba medio segundo adelante. Etcétera.
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Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, resultó que los dodos podían morir a voluntad y el último estaba deprimido.
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Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, tú te habías pasado de largo y leías esta palabra.
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Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, resultó que mi padre y mi madre habían cerrado con llave la puerta de la habitación.
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Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, el segundo hizo bang y se abrió revelando el espacio entero.
Qué cosa.
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Cuando el Viajero del Tiempo alcanzó por fin el segundo preciso, decidió que le gustaba la maravilla, no intentó detenerse a sí mismo y se vio partir por primera vez.
Más información sobre
el Viajero del Tiempo
Si usted tuvo hoy una decepción, el Viajero del Tiempo puede darle una lista de todas las que aún le faltan.
—A veces ayuda —dice.
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El Viajero del Tiempo va a la infancia del funcionario que, en un futuro distópico y no tan remoto, prohibirá los viajes en el tiempo. Lo observa jugar con su pelota. Suspira.
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El Viajero del Tiempo miró (en cierta época de pobreza) el trozo de queso, duro y seco. Viajó hacia atrás una semana y el queso no solo estaba fresco sino entero. Se lo comió todo. Entonces comprendió su error.
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El Viajero del Tiempo muestra a Georges Méliès que allá lejos, en la vastedad sin límites del cosmos, todo se ve exactamente como en sus películas.
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El Viajero del Tiempo supo de un par de malos políticos de hoy cuando estaba en el futuro: allá, la historia de ambos, hermoseada, se enseña y aprende con fervor.
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El rey de Britania, allá por el siglo v, cuando el Viajero del Tiempo le contó las numerosas aventuras que se le atribuían, dijo:
—¿Qué clase de nombre es Arturo?
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El Viajero del Tiempo dice a Ray Bradbury:
—Cuando pisas a un dinosaurio, más bien muerde. ¿No sería mejor si el personaje de tu cuento pisa un insecto?
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El Viajero del Tiempo ha conocido varias culturas cuyos idiomas solo permitían decir cosas importantes.
—Todas se acaban rapidísimo —explica.
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—Ya sé —dijo Rimbaud al Viajero del Tiempo—, a los cuarenta años seré una piltrafa.
—No serás una piltrafa a los cuarenta —dijo el Viajero, y el chico (felizmente) no pidió más explicaciones.
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El Viajero del Tiempo cuenta la leyenda del Prisionero del Segundo, atorado en un instante oscuro de una madrugada de 1903 por desobedecer a sus padres.
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El Viajero del Tiempo bebe agua que lloverá dentro de unas horas. Se estremece: siente en la boca la altura y el vértigo y la caída.
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Cada tanto, alguien pide al Viajero del Tiempo que le ahorre trámites y lo lleve directo al instante de entrar con su chica (o chico) en el hotel.
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El Viajero del Tiempo pasó muchos días de desazón tras ir a visitar a Juana de Arco y verla gritar, ponerse de rodillas, alabarlo.
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