Patrik Regan - De Adviento a Pentecostés

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Desde 2007, el uso del Misal Romano de 1962 ha sido ampliamente permitido dentro de la iglesia. Esto crea, en efecto, que un año litúrgico pueda celebrarse al mismo tiempo de dos formas distintas. En De Adviento a Pentecostés, el abad Patrick Regan compara las oraciones y los prefacios, las lecturas y las rúbricas, el calendario y los cánticos del Misal de 1962 con los del Misal revisado después del Concilio Vaticano II, ahora en su tercera edición. El resultado es una sorprendente demostración del esplendor y superioridad del Misal reformado sobre su predecesor, al menos en lo que respecta al año litúrgico. Los capítulos de Regan sobre Adviento, Cuaresma y el tiempo de Pascua son particularmente informativos porque estos tiempos son muy diferentes en los dos misales. Quizás las diferencias entre Semana Santa y el Triduo Pascual son menos obvias. Regan no solo describe las modificaciones externas en las celebraciones restauradas por Pío XII en 1956, sino que explora corrientes teológicas más profundas, especialmente en la relación entre la pasión y la resurrección del Señor en el único misterio pascual, para mostrar cómo los avances en esta área encuentran expresión en las celebraciones del Triduo actual y durante los cincuenta días de Pascua. La originalidad del libro radica principalmente aquí. El desafío litúrgico más urgente de hoy, sostiene el autor, es elevar el ars celebrandi al mismo nivel de excelencia que el misal mismo.

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1.2. Nuevo Testamento

En el Nuevo Testamento de la Vulgata, adventus corresponde a las palabras griegas parousia y epiphaneia.

El significado básico de parousia es presencia, llegada, adviento.4 Lo encontramos con el significado de presencia en 1 Corintios 16,17, donde Pablo se alegra «de la llegada [parousia] de Estéfanas, Fortunato y Acaico». Aquí parousia se traduce en latín no como adventus sino como presentia. En Filipenses 2,12, Pablo contrasta su presencia, parousia, con su ausencia, apousia, escribiendo: «Siempre habéis obedecido, no solo cuando yo estaba presente, sino mucho más ahora en mi ausencia». Aquí nuevamente el término latino que se ha usado para traducir parousia es presentia. Igualmente se traduce parousia por presentia en 2 Pedro 1,16: «Os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo».

Además de este significado genérico de presencia, parousia se convirtió en un término técnico para designar dos eventos diferentes pero a la vez relacionados. «Por un lado, la palabra se usó como expresión cultual para la llegada de una divinidad invisible, que hace sentir su presencia revelando su poder o cuya presencia es celebrada en el culto» y con frecuencia está acompañada de milagros y otros fenómenos extraordinarios. «Por otra parte, parousia se convirtió en el término oficial para una visita de una persona de alto rango, especialmente reyes y emperadores que visitaban una provincia».5 En este sentido, parousia del término latino adventus ya descrito.

Estos dos usos técnicos del término «pueden acercarse mutuamente en su significado, pueden combinarse o incluso coincidir». Esto se ve en el Nuevo Testamento cuando los autores usan parousia para referirse al adviento o la venida de Cristo «y casi siempre a su venida mesiánica en gloria para juzgar al mundo al final de esta era».6 En la versión latina de estos pasajes, parousia es adventus. En Mateo 24,3, por ejemplo, los discípulos le preguntan a Jesús: «¿Cuál será el signo de tu venida [parousia, adventus] y del fin de los tiempos?». Él responde que «como el relámpago aparece en el oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida [parousia, adventus] del Hijo del hombre» (Mt 24,27).

En las dos cartas de san Pablo a los Tesalonicenses, el advenimiento se traduce varias veces como parousia. En 1 Tesalonicenses 2,19, el apóstol declara que la fe de los cristianos de Tesalónica es una razón para «nuestra esperanza, nuestra alegría y nuestra honrosa corona ante nuestro Señor cuando venga [parousia, adventus]». Él ora para que se presenten sin culpa «en la venida [parousia, adventus] de nuestro Señor Jesús con todos sus santos» (1Tes 3,13) y advierte que los vivos no tendrán ventaja sobre los muertos en «la venida [parousia, adventus] del Señor» (1Tes 4,15). Cerca del final de la carta, nuevamente ora para que Dios mantenga a los tesalonicenses sin mancha «en la venida [parousia, adventus] del Señor» (1Tes 5,23). En 2 Tesalonicenses 2,1, Pablo retorna al tema de «la venida [parousia, adventus] del Señor Jesucristo», vinculándolo al «día del Señor» en 2 Tesalonicenses 2,2 e instando a sus lectores a no alarmarse.7

Excepto 1 Tesalonicenses 2,19, los otros cuatro textos que acabamos de citar contienen la expresión adventus Domini (venida del Señor). En la carta de Santiago la encontramos dos veces:

Por tanto, hermanos, esperad con paciencia hasta la venida [parousia, adventus] del Señor … Fortaleced vuestros corazones, porque la venida [parousia, adventus] del Señor está cerca (Sant 5,7-8).

Como veremos en breve, la misma expresión, adventus Domini, aparecerá innumerables veces en los textos patrísticos y litúrgicos y quedará para siempre como nombre para el tiempo de Adviento.

Por otro lado, las cartas pastorales nunca usan la palabra parousia. En ellas, adventus traduce epiphaneia, que significa aparecer, apariencia. Al igual que parousia, también es un término técnico religioso que se refiere a «una manifestación visible de una divinidad invisible, ya sea en forma de apariencia personal o por alguna acción de poder por la cual se da a conocer su presencia».8 Y también se refiere a la venida final de Cristo. Aquí, sin embargo, el contraste no es entre presencia y ausencia, sino entre manifiesto y oculto, revelado y oculto, visible e invisible. De ahí que la luz, el esplendor y la gloria usualmente rodean a una epifanía.

En 1 Timoteo 6,14.16, Pablo ordena a Timoteo que persevere «hasta la manifestación [epiphaneia, adventus] de nuestro Señor Jesucristo … Él único que posee la inmortalidad, que habita una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver». La segunda carta de Pablo a Timoteo sitúa la manifestación del Señor en el contexto del juicio. «Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación [epiphaneia, adventus] y por su reino» (2Tim 4,1), urge al destinatario a continuar proclamando el mensaje a pesar de la oposición. Como recompensa por tal fidelidad, el apóstol confía recibir «la corona de la justicia que el Señor, juez justo, me dará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación [epiphaneia, adventus]» (2Tim 4,8). La carta de Pablo a Tito invita a llevar «una vida sobria, justa y piadosa, aguardando la dicha que esperamos y la manifestación [epiphaneia, adventus] de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo» (Tit 2,13).

A pesar de que tanto las cartas de Pablo como las de Santiago y Pedro usan la palabra parousia para designar la venida final de Cristo, mientras que las cartas pastorales usan epiphaneia para referirse al mismo evento, 2 Tesalonicenses 2,8 une ambas palabras, declarando que el Señor Jesús destruirá al impío «por la manifestación [epiphaneia, illuminatio] de su venida [parousia, adventus]», o literalmente «por la epifanía de su parusía», que por supuesto «es pleonástica, ya que ambas palabras tienen el mismo sentido técnico».9

Solo una vez en el Nuevo Testamento, la palabra griega epiphaneia designa aparición en carne de Jesús. Se trata de 2 Timoteo 1,10, donde el apóstol declara que el designio y la gracia de Dios nos han sido manifestados ahora «por la aparición [epiphaneia] de nuestro Salvador, Cristo Jesús, que destruyó la muerte e hizo brillar la vida y la inmortalidad por medio del Evangelio». Pero aquí, como en 2 Tesalonicenses 2,8, epiphaneia es traducido al latín por illuminatio, no por adventus. Por tanto, en el Nuevo Testamento en latín, el término adventus, bien como traducción de parousia, bien como traducción de epiphaneia, siempre se refiere a la venida del Señor en gloria como juez al final de los tiempos y nunca a su venida en carne.

Sin embargo, en los inicios de la historia de la Iglesia, esto cambia.

1.3. Padres griegos

Ya en los primeros años del segundo siglo, Ignacio, obispo de Antioquía, decía a los cristianos de Filadelfia que lo que distinguía al Evangelio del Antiguo Testamento es que «contiene la venida [parousia] del Salvador, nuestro Señor Jesucristo, su pasión, su resurrección».10 Este podría ser el primer texto en el que la parusía se refiere no a la venida del Señor como juez al final de la historia, sino a su aparición en la tierra como el Verbo encarnado.

A mediados del siglo ii, Justino mártir, que escribió en griego al emperador Antonino Pío, menciona por primera vez dos venidas, dos parousias, una en el pasado y la otra en el futuro:

Los profetas predijeron dos venidas [duo parousias] de Cristo: la que ya tuvo lugar fue la de un hombre deshonrado y sufriente; la otra venida tendrá lugar, como está predicho, cuando él venga gloriosamente del cielo con su ejército angélico, levantará entonces también a la vida los cuerpos de todos los hombres que alguna vez existieron, cubrirá a los dignos de inmortalidad y relegará a los malvados a dolor sensible por toda la eternidad, al fuego eterno junto con los demonios malvados.11

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