Finalistas del VI concurso de relatos Homocrisis 2020
Primera edición digital, enero 2021
© de los textos, los autores 2021
© de la ilustración de cubierta, erres diseño 2020
© Literaturas Com Libros
Erres Proyectos Digitales, S.L.U.
Avenida de Menéndez Pelayo 85
28007 Madrid
ISBN: 978-84-122514-5-6
Diseño de la cubierta: Benjamín Escalonilla
Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler de la obra o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright.
Copyright Shorai Finalistas del VI concurso de relatos Homocrisis 2020 Primera edición digital, enero 2021 © de los textos, los autores 2021 © de la ilustración de cubierta, erres diseño 2020 © Literaturas Com Libros Erres Proyectos Digitales, S.L.U. Avenida de Menéndez Pelayo 85 28007 Madrid ISBN: 978-84-122514-5-6 Diseño de la cubierta: Benjamín Escalonilla Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler de la obra o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright.
Prólogo: Universos muy paralelos
Juntos en la tormenta
José Baena Baena
Xilema
Esteban Humberto Cano
Voy a necesitar que me lo explique desde el principio
Kike Ferrari
Roomba CNC
Beatriz Jiménez Fernández
Habitación 221
Cinta María Pérez Urrea
El oasis
Ana Rodríguez León
Estación Barataria
Diego Salcedo
Restablecer configuración inicial de fábrica
Alberto Sepúlveda
Una calurosa bienvenida
Carlos Sibid
Lugares comunes
Paloma Mujica
Epílogo: La bola de cristal
Prólogo: Universos muy paralelos
por Carlos Gómez Caño
Director General - Toshiba Calefacción & Aire acondicionado
KOSTOV
Kostov, o casa de los kostovianos, un mundo acuático excavado en la roca, enterrado bajo kilómetros de hielo, de una oscuridad inmensa y, sin embargo, cálido y lleno de colores. Calentado por grietas de lava y la cercanía del manto. Repleto de vida, pleno de diversidad, una pirámide completa de seres vivos: vegetales, animales, algas, bacterias y hongos; una fiesta de bioluminiscencia en un equilibrio ecológico inestable con depredadores y depredados, y una especie dominante, inteligente, capaz de vivir en simbiosis consciente con el resto de las especies por medio del entrelazamiento de sus sistemas nerviosos.
Lagos y pasajes submarinos sumando doscientos veinticinco mil kilómetros cúbicos de agua y más de veinte de bóvedas de aire habitadas estas solo por insectos anfibios capaces de dar saltos sobre la superficie para escapar de los depredadores lacustres.
Con una diferencia de presiones entre la superficie y el fondo marino de hasta trescientas atmósferas, está habitado en toda su extensión y dominado por los kostovianos, decápodos capaces de regular su organismo para desplazarse por el fondo marino a tres kilómetros de profundidad o subir a la superficie a sentir la ligereza del aire.
Cada especie ocupa estratos horizontales de mayor o menor altura, aunque solo los kostovianos han adaptado su cuerpo para desplazarse por todo el espacio en vertical. En realidad, otras especies lo hacían de forma natural pero fueron eliminadas, masacradas, servidas como alimento, gracias a la tecnología y la ingeniería kostoviana.
La cercanía del manto y la fina corteza terrestre en el fondo del lago aportan energía térmica de forma continua para mantener el agua a una temperatura constante de diecinueve grados, gracias a las pérdidas en los sumideros de calor de los pasajes submarinos y el gran y gélido lago Toshi, en el polo sur magnético del planeta.
Los kostovianos desarrollaron una inteligencia temprana a consecuencia de la extinción masiva en los lagos, causada un millón y medio de años antes por las emanaciones del fondo, procedentes de una bolsa de gas natural situada bajo la fina corteza que, resquebrajada por un movimiento sísmico, se expulsó y mezcló con el agua del lago. El gas natural desplazó el oxígeno del agua, y el noventa por ciento de la vida animal y vegetal pereció.
La escasez llevó a los supervivientes a alimentarse unos de otros, los que pudieron hacerlo. Abandonar el vegetarianismo y el acceso a las proteínas animales aceleró su desarrollo cerebral.
Las leyendas que cuentan los kostovianos, los cuentos con los que hacen descansar a sus hijos, todavía recuerdan aquel episodio que cambió para siempre la vida y su evolución como especie. Cazar a otros animales para servirles de sustento fue una revolución, de recolectores de algas en suspensión, tan abundantes que la vida consistía simplemente en abrir la boca y alimentarse, a una vida llena de escasez, hambrunas y sin opciones.
La lucha por la vida fue el motor de la adaptación, la evolución y el nacimiento de una inteligencia maravillosa.
Decápodos con seis patas impulsoras, dos patas prensiles y dos grandes organismos sensores. Los kostovianos originales no eran tan imponentes ni alcanzaban los tres metros de longitud actuales, eran de menor tamaño y tenían ocho patas impulsoras y dos pequeñas protuberancias luminosas en la cabeza con limitadas capacidades.
A pesar del pequeño tamaño original, no más de un metro y medio de largo y un metro de perímetro en la zona superior, la boca tenía dimensiones especialmente grandes, normales para un animal de alimentación suspensívora, pero aún excesivas comparadas a las de los otros seres del lago. Esta ventaja evolutiva les permitió desde un principio el acceso a más alimento que los demás y provocaba que una pequeña legión de rémoras de distintas especies los acompañase para ir consumiendo los restos de su ingesta particular.
Las rémoras, kannots, morecats, tidals y otros animales parásitos se mantenían en íntimo contacto con la piel de los kostovianos desde su nacimiento e introducían, cada uno de un modo distinto, sus apéndices sensoriales en la piel kostoviana enquistándose y formando una protuberancia hidrodinámica llena de terminaciones nerviosas para detectar movimiento y también para estimular el consumo de determinadas algas, inyectando neurotransmisores del placer al detectar el sabor de sus preferidas.
Los kostovianos originales trataban de desprenderse de los parásitos chocando con los límites rocosos de las orillas del lago, lo que les provocaba heridas, infecciones y, a veces, la muerte. También descendían a las profundidades a gran velocidad para aplastarlos con la creciente presión hidrodinámica y luego hacerlos explotar por descompresión acelerada subiendo a la misma velocidad.
Era una lucha perdida y complicada que parecía que los parásitos no superarían, pues sus restos muertos quedaban pegados al kostoviano de por vida degradándose y sirviendo de alimento para hongos y bacterias. Útiles e incómodos avisos para otros parásitos.
Los kostovianos, alimentándose de otros animales acuáticos, aumentaron el tamaño de sus apéndices craneales para emitir luz y aumentar su sensibilidad a los ligeros cambios de temperatura, asociados a la vida circundante y a sus presas. A nivel interno, su sistema nervioso fue aumentando la sensibilidad a los estímulos externos y un día sucedió… captó la mente de un tidal, captó una sensación a través de una conexión nerviosa del quiste de unión y se produjo la magia: captó sus sensaciones térmicas, pero mucho más allá de sentir su presencia sintió lo que él sentía de su entorno; calor, velocidad, viscosidad de un modo distinto, desde un cuerpo que no era el suyo.
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