Kristine Wells - ¿Qué le haría a mi jefe?

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Janna es buena en su trabajo, o eso cree, hasta que la despiden. No muy satisfecha con esto, decide subir a las oficinas del jefe del Holding Stemphelton. Su sorpresa es encontrarse al atractivo James Stemphelton, esperándola para hacerle una proposición. Desde ese momento Janna se pasa las semanas fantaseando con todas las cosas que podría hacerle a su jefe. Para James Stemphelton, el proyecto de Janna es lo mejor que ha visto en mucho tiempo, justo lo que quiere para su proyecto de Cadwell, solo le falta un pequeño detalle. Los terrenos y la mansión a reformar, son de su padrastro, que no piensa venderlos a menos que James siente cabeza y se case. Su sueño está al alcance de su mano…
¿sería tan descabellado pedirle su nueva jefa de proyectos que finja ser su prometida?

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¿Qué le haría a mi JEFE?

KRISTINE WELLS

Qué le haría a mi jefe - изображение 1

A las chicas de la app de Chapters . Gracias por todos vuestros comentarios que me animan a seguir escribiendo mis historias.

Primera edición en ebook: Marzo 2021

Título Original: ¿Qué le haría a mi jefe?

©Kristine Wells, 2021

©Editorial Romantic Ediciones, 2021

www.romantic-ediciones.com

Diseño de portada: Olalla Pons - Oindiedesign

ISBN: 9788418616174

Prohibida la reproducción total o parcial, sin la autorización escrita de los titulares del copyright , en cualquier medio o procedimiento, bajo las sanciones establecidas por las leyes.

CAPÍTULO 1 JANNA Estoy trabajando desde primera hora de la mañana He llegado - фото 2

CAPÍTULO 1

JANNA

Estoy trabajando desde primera hora de la mañana.

He llegado a las siete, y eso que me largué a la una de la noche solo para poder tener listo uno de mis más queridos proyectos en Cadwell. Es el primero que mi jefe de departamento, ese que nunca se fía de sus trabajadores, me ha encomendado que haga sola. Quiero pensar que es porque muy a su pesar ha visto algo de talento en mí. Pero eso no quita que sea un ogro. Más bien un orco de dientes torcidos.

Todos lo sabemos, despidió al último que ocupaba mi puesto y eso que el pobre hombre había dicho que era el mejor proyecto de su vida. Ese hecho me da un poco de mal rollo. Yo también pienso que este será el mejor proyecto de mi vida. ¡ Mira qué líneas! ¡Qué formas! Si fuera un tío me lo follaría . Pero claro, mi predecesor también lo daba todo por el suyo.

¡Me follaría a mi proyecto arquitectónico!

Levanto los brazos en señal de euforia y mis compañeras de oficina me miran. Es una sala abierta y digo compañeras, porque la mayoría son mujeres. Diez para ser exactos, con dos hombres que entran en pánico cuando escuchan la palabra menstruar. ¡Hay que adaptarse a los nuevos tiempos, chicos!

—Te veo contenta —me dice mi compañera Claudia.

—¡Estoy que me salgo!

Alguien chista al fondo de la sala, se ve que Jack, el jefe del departamento no está de muy buen humor. Se huele en el ambiente que va a despedir a alguien. Como si no fuera feliz si no echa a la calle a alguien cada tres meses.

Pero a mí no me echará. Ingenua, creo que voy a poder demostrar lo que valgo con este proyecto. Una reforma integral de un edificio en Cadwell que vamos a convertir en spa . Creo que la línea Stemphelton va a estar más que orgullosa de tenerme entre sus filas de arquitectas.

¡Pero qué sabre yo de la vida!

Clark sale de su despacho, si fuera un dibujo animado estaría echando humo por la cocotera. Pero es un hombre, con traje y corbata. Los hombres parecen respetarle y las mujeres, a pesar de que no es un tipo feo, huyen de él como de la peste. Demasiado… siniestro. O puede que sea la caspa.

Pero hoy no parece de tan mal humor…

Error.

Veo que le grita a alguien del departamento, al pobre Tommy, después de dos minutos de berridos todos volvemos a meter las narices en nuestro ordenador, como si de fondo no se escuchara el llanto del pobre chico que tiene que volver a empezar de cero, lo que ha llevado haciendo toda la mañana.

Trago saliva.

Luego voy yo. Pronto averiguaré si tengo o no talento. Aunque sé que lo tengo, al menos mucho más que él. Muchos nos preguntamos qué demonios hace Clark al cargo de esta sección de reformas.

Suspiro. Hay cosas inexplicables en la vida.

Si no fuera por él y sus entradas y salidas de su oficina, donde como un buitre nos observa a través de las paredes de cristal, lo cierto es que el ambiente en la sala de equipo sería muy agradable.

Pasada una hora, todos tenemos muy buen rollo y creo que es porque Clark está de nuevo en su despacho, eso sí, vigilándonos como en busca de carroña, pero lejos, o lo suficiente para no escuchar nuestras bromas, ni escuchar llamarle carroñero.

Desde mi silla y a través de los cristales que separan nuestra sala de su despacho, puedo ver a Clark. No llega a los cuarenta años, viste como un pincel. Cualquiera diría que él es el jefe de la empresa y no el macizorro señor James Stemphelton, hijo.

El único descendiente de una de las familias hoteleras más importantes de Nueva York. Ese cuerpazo, con ojazos azules, y sus rizos rubios al estilo… ya sabéis, mira qué peinado más casual, pero me lo he estado colocando mechón a mechón durante dos horas… pues algo así es el buenorro de Stemphelton.

Suspiro, y por qué estoy sentada, que si no, de solo pensar en él se me caerían las bragas.

James, el hijo del difunto dueño y quien se encarga de todo, no es solo una cara bonita. Es eficiente, trabajador… e incluso algunos que han tenido la osadía de saludarle en el ascensor han recibido una cándida sonrisa acompañada de un buenos días.

Suspiro.

Yo haría más que saludarle en el ascensor, al menos en mis fantasías. Pero de momento no me atrevo ni acercarme a cien metros de distancia, no sea que sus ojos azules me miren y su perfecta sonrisa me convierta en sal.

¡Vale!

Admitamos que me mola mogollón el jefe. Y por qué no admitir también que uno de mis mejores pasatiempos es pensar cosas que le haría a mi jefe… con o sin ropa. A veces me da igual, porque se puede tener sexo en el acuario sin necesidad de estar completamente desnudo.

—Janna…

Claudia me llama y yo la miro como si no estuviera pensando guarradas.

—¿Sí?

—Creo que el ogro te está buscando con la mirada.

Las dos miramos disimuladamente hacia Clark, pero no somos muy de pasar desapercibidas y nos pilla agachándonos sobre nuestros teclados.

—Hoy debo entregarle el proyecto para que lo revise.

Claudia hace una mueca.

—¿Qué? —le digo—. Pero si me está quedando genial.

Ella asiente.

—Corre el rumor de que Clark… intenta apropiarse de…

—¡Roberts!

La voz estridente de Clark nos da un susto de muerte, y eso que no se ha dignado a salir ni un paso de su despacho. Está ahí en la puerta acristalada mirándome mal.

—Ya me lo cuentas luego. Deséame suerte.

Claudia me mira como a un corderito que va al matadero.

Aunque ya camine hacia él, Clark me hace un gesto con el dedo índice, para que vaya hacia él. Parece que llamara a un perro. ¡Que ya voy!

Miro a Claudia que también se da cuenta. Me mira con compasión, y frunzo el ceño, tampoco es para tanto. No es que vaya a despedirme o algo.

Me arrastro por la moqueta hasta abrir la puerta de cristal reforzado y saludar como una buena chica.

Quiero enfurruñarme por su actitud paternalista, pero estoy nerviosa ante la presentación del proyecto. Llevo mi carpeta en la mano, aunque los últimos retoques están dentro del ordenador. Son lo mejor, va a alucinar. Para algo estuve trabajando hasta tarde y parte de la mañana. ¡Quiero impresionarle!

—Buenos días.

No me corresponde a mi saludo entusiasta, ¿por qué iba a hacerlo? ¡Borde!

Me reprimo, aunque me encantaría encogerme de hombros o sacarle la lengua.

Veo un montón de proyectos, carpetas y portafolios sobre la mesa. Nos dedicamos al diseño integral y casas, no solo arquitectos, sino también decoración, reformas… Nuestro lema: Todo lo que necesites, para todos . La verdad es que buena calidad a un buen precio, con un servicio impecable. Eso es porque no lo da Clark. Lo mío es la arquitectura, combinar lo moderno con lo clásico. Mi sueño es reformar una casa colonial… con un porche. Me derrito ante la idea.

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