Una aclaración conceptual. Cuando en este texto se habla de inteligencia religiosa, no se entiende al modo de las inteligencias múltiples de Howard Gardner ni se identifica, evidentemente, con su modo de concebir la inteligencia espiritual. Nuestra concepción de la inteligencia se refiere a un modo de razonar. Nos referimos, pues, a un método. No nos referimos a que haya gente con mayor o menor inteligencia religiosa, sino que procede de modo adecuado ante la pregunta de lo religioso en su vida. Lo mismo sucede, a nuestro entender, con otras formas de reflexión como la estética, la conceptual o la emocional. No es, pues, una cuestión psicológica, ni de activación neuronal, ni de habilidad mental. Por tanto, no hay cociente alguno que mida la inteligencia religiosa en el sentido que planteamos. De lo que hablamos es, en definitiva, de una razón ampliada que va más allá de la reflexión conceptual y que utiliza otros mecanismos adecuados para que la aproximación a la realidad sea más verdadera. La inteligencia es una cualidad que todo el mundo posee en mayor o menor medida: es la capacidad de comprender y resolver los problemas que se nos plantean. La inteligencia religiosa sería, pues, la capacidad de comprender lo religioso; y desde esa comprensión ser capaces de resolver el asunto central de la vida: su vocación de sentido y si la fe tiene que ver con ello o no.
El librito que tiene entre sus manos se conforma por dos bloques distintos. El primero presenta los aspectos teóricos, los principios en los que se fundamenta la inteligencia religiosa. El segundo bloque analiza la docencia universitaria católica desde mi propia experiencia como profesor; una docencia que es ejemplo de las otras dos realidades educativas por excelencia: la escolar y la familiar. Como conclusión se plantea, en un tercer momento, la necesidad de instaurar el método que es propio de la religión, de igual modo que es necesario educar emocional y estéticamente. No hay un recetario final: no espere encontrar un listado de cosas que hacer. Lo que se busca es estimular una manera propia de pensar, una manera religiosa de interpretar la realidad, y cómo educar en esa manera de interpretar para que esta sea válida en la vida. Lo bueno es que se puede aplicar en cualquier materia, en cualquier circunstancia educativa, familiar y vital. Lo que transforma la inteligencia religiosa no es la manera de educar, sino el sentido mismo de la educación.
LA INTELIGENCIA RELIGIOSA. EL SENTIDO DE LA EDUCACIÓN
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