—Eres preciosa —empezó diciendo él, mientras acercaba sus labios al cuello de Gina—, y ya verás cómo al final voy a lograr que seas mía.
Gina forcejeó para intentar liberarse, pero fue un error, porque Jeremy la sujetó con más fuerza.
—¡Estate quieta, no empeores las cosas! —exclamó él, furioso.
Entonces, Jeremy puso una mano sobre la pierna de Gina, le subió la falda e iba acercando la mano a su entrepierna. Ella sollozó para que la dejara en paz y no le hiciera daño.
—Mmm, no sabes cuánto he soñado que llegara este momento. Me vuelve loco el aroma de tu piel tan suave y delicada.
Gina se encontraba totalmente perdida y no sabía qué hacer para librarse de ese canalla, pero si no hacía algo pronto, ese hombre iba a abusar de ella y no podía permitirlo. Jeremy se dejó llevar por el calor del momento, y sin darse cuenta, soltó la mano que le tapaba la boca a Gina, y se puso a acariciar unos de los pechos por encima de la ropa.
Por unos minutos, ella permaneció inmóvil mientras dejaba que Jeremy se distrajera, e intentaba pensar en algo para librarse de él. De pronto, supo cómo iba a deshacerse de Jeremy.
Él siguió explorando el cuerpo de Gina, cada vez más distraído y perdiendo la noción de lo que estaba haciendo. Jeremy la libró del agarre e hizo que Gina se girara para quedar cara a cara, y la besó. Fue un beso que a Gina le hizo sentir náuseas y gran repulsión, luego, lo empujó sobre la cómoda, cogió uno de los jarrones que adornaban el dormitorio y lo estrelló con todas sus fuerzas sobre la cabeza de Jeremy. Él cayó desplomado al suelo, sin saber qué era lo que estaba pasando.
Minutos más tarde, Gina sostenía un atizador en la mano, atenta por si ese desgraciado la volvía a atacar. Jeremy abrió los ojos, y la miró furibundo.
—¡Mira lo que has hecho, criada del demonio! —exclamó, con los dientes apretados por la rabia.
—Es lo menos que se merece por intentar abusar de mí.
—¡Solamente eres una fulana como todas las demás, y necesitas sentir algo duro entre las piernas para ser feliz!
—¡Cállese, o le juro que esta vez soy capaz de matarlo! —respondió Gina, levantando la mano con la que sujetaba el atizador.
Jeremy lanzó una risa espeluznante, y el vello del cuerpo de Gina se erizó por temor.
—No tienes el suficiente valor para hacerlo.
—¡No me ponga a prueba! ¡Ahora, levántese y salga de mi habitación!
Él se levantó tambaleándose, y con la mano en la cabeza se fue hacia la puerta, antes de abrirla miró a Gina y le dijo que eso no se iba a quedar así, después, abrió la puerta, y salió dando un sonoro portazo.
Gina permaneció largo tiempo donde estaba, mientras dejaba caer el atizador al suelo. Luego, se dejó caer en el suelo llorando y temblando como una hoja, porque estaba segura de que tarde o temprano, Jeremy iba a lograr su propósito. Por mucho que intentara mantenerse alejada de él, no lo conseguía, porque Jeremy no dejaba de perseguirla cada vez que tenía ocasión.
Pero se dijo que no tenía tiempo para lamentarse, esa iba a ser la noche en la cual los anfitriones habían organizado el baile, todavía había mucho trabajo que hacer, y no tenía tiempo para lamentaciones.
Se levantó del suelo, todavía con los nervios a flor de piel, se acercó a la cómoda, cogió un pañuelo y mirándose en el espejo se limpió la cara. Se recompuso el uniforme, al tiempo que suspiraba profundamente, porque no sabía hasta cuándo podría soportar esa situación. Quizás le hubiera ido mejor quedarse en Londres y acceder a la proposición de Graystone. Desde luego, prefería mil veces acostarse con él, que con el maldito Jeremy. Aunque era un hombre atractivo, Gina no soportaba que la tocara ni que la besara, pues sentía asco de solo recordar cómo la había manoseado, y su cuerpo se convulsionó de repugnancia.
Ya mucho más tranquila, salió del dormitorio para cumplir con sus responsabilidades. Gina se dirigió a la cocina y ayudó a Sandy y a Holly a llevar a la mesa los aperitivos y las bebidas que habían colocado en una de las esquinas.
Ahora, su mayor preocupación era Graystone, y cómo iba a hacer para poder evitarlo. Pero reconocía que iba a ser una ardua tarea, porque como era un baile de máscaras, no iba a poder localizarlo tan fácilmente y esquivarlo. Y ella tendría que atender a los invitados como otra doncella cualquiera.
Cuando ya estuvo todo listo, Vera reunió a toda la servidumbre en la cocina para darles las últimas instrucciones. Para esa noche, los condes habían contratado a varios lacayos de librea para ayudar a los invitados a bajar de los carruajes y llevarlos a saludar a los anfitriones.
Gina, Sandy y Holly, echaron un último vistazo a la decoración del salón, y ambas estaban de acuerdo en que era preciosa. Mientras, los músicos, en el escenario, empezaban a tocar una bella melodía, pues los invitados no tardarían en comenzar a llegar.
Gina reconocía que estaba nerviosa, no solo porque esa noche se iba a reencontrar con el duque, sino porque era la primera vez que ella servía en un acto público de tanta importancia, pues ella había pertenecido algún día a esa sociedad que tanto detestaba ahora, porque había vivido en un mundo falso en que lo único que importaba era despellejarse los unos a los otros. Y eso precisamente era lo que había sucedido con su familia y con ella, se habían cebado con ellos cuando cayeron en desgracia y quedaron completamente arruinados.
Sacó esos recuerdos de la mente, porque no la llevaban a ninguna parte, el pasado era pasado y no podía cambiarse lo ocurrido, ahora debía concentrarse en el presente y en el futuro, deseando de todo corazón que su suerte cambiara lo antes posible. Pero mientras eso sucedía, le esperaba una larga noche de trabajo, quería que todo saliera bien y que los invitados quedaran contentos de la velada y comentaran los buenos anfitriones que eran los condes.
Y tiempo más tarde, Gina ya no tuvo tiempo para pensar en nada más, pues se concentró en servir champán y canapés a los invitados que empezaban a llegar y que se veían muy elegantes con sus vestuarios. Y expectante para cuando se anunciara la llegada de Graystone, ya que los nervios le atenazaban la boca del estómago, porque no tenía ni idea de cómo iba a reaccionar cuando lo tuviera delante de ella.
Mentalmente, se dijo que tenía que tranquilizarse, porque debía desempeñar su trabajo con profesionalidad, y no tenía ganas de exponerse a que se burlaran públicamente de ella, y mucho menos, de los anfitriones. Gina tenía muy claro que Graystone no significaba nada para ella y que tampoco le debía nada a ese canalla, que solamente pretendía utilizarla y humillarla.
Sobre las once de la noche, Nolan aguardaba en el carruaje su turno para saludar a los anfitriones, que por supuesto no conocía de nada, pero estaba seguro de que lo habían invitado porque tener entre los invitados a Graystone era un lujo y que la gente que pertenecía a la más selecta clase, se peleaban por tener en sus eventos.
Esa noche, Nolan se había engalanado con un frac, camisa blanca y relucientes zapatos negros; para cubrirse la cara, había elegido una máscara que le cubría totalmente el rostro, eso le daría la suficiente privacidad para pasar desapercibido entre los invitados y así poder explorar el ambiente con más calma, pues él seguía con la sensación de que esa noche se iba a encontrar con una gran sorpresa.
Los carruajes fueron avanzando, y el suyo también avanzó unos pocos metros, deseando que le tocara su turno para saludar a los anfitriones y entrar en el interior de la mansión. Esa era una de las normas de etiqueta que Nolan detestaba, aunque intentaba mostrarse relajado, por dentro estaba hecho un manojo de nervios, aunque se le estaba agotando la paciencia, no le quedaba más remedio que mantenerse sereno.
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