Noelle Cass - El error de tu venganza

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El error de tu venganza: краткое содержание, описание и аннотация

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Si algo ha hecho Cristopher es amar a Isabella con toda su alma, pero el destino a veces tan caprichoso con los amantes, hace que un mal entendido convierta a Cristopher en un hombre capaz de planear la más cruel de las venganzas. Qué mejor venganza que obligarla a casarse con él y convertir su vida en un infierno. Isabella jamás le fue infiel, no importa que Cristopher lo pensara durante años. Las cosas jamás sucedieron tal y como él creyó durante tanto tiempo. ¿Qué pasará cuando descubra la verdad? ¿De verdad puede pensar que Isabella le perdone tanto daño? Descubre esta apasionada historia de amor de la mano de Noelle Cass.

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Se encaminó hacia donde tenía aparcado el coche. Se sentó detrás del volante, con las manos apoyadas en él y la vista ausente a lo lejos. Ahora más que nunca, estaba decidido a llevar su venganza a cabo. Esta vez sería él quien haría que Isabella se enamorara de él, se casaría con ella y cuando fuera su esposa, la despreciaría como ella lo había despreciado hacía cinco años. Giró la llave en el contacto y puso el coche en marcha. Ella misma le había dicho que se burló de sus sentimientos pensó, mientras se incorporaba a la circulación. Después pisó el acelerador y desapareció por la calle, quería perder de vista cuanto antes el edificio donde trabajaba Isabella. Tenía que planear una venganza.

Isabella seguía llorando inconsolable en su despacho. Sentía que el corazón se le desgarraba por dentro del dolor que sentía. Recordar la mirada fría como el hielo antes de que Cristopher saliera de su oficina, como perseguido por un demonio, la hacía sentirse miserable. Esa mirada la transportaba al pasado, justo a la noche en que todo sucedió, la fatídica noche en que el amor de su vida desaparecía para siempre. Pero Isabella tenía muy claro que si Cristopher la despreciaba, la odiaría mucho más si supiera la verdad. Eso ella era algo que no podría soportar, prefería que él creyera que no lo amaba. Había sufrido lo indecible antes de encarrilar su vida, intentando olvidar el pasado. Pero... ¿cómo iba a poder olvidarse del pasado si volvía a irrumpir en su presente como un huracán que amenazaba con destruirlo todo a su paso? Se preguntó, mientras se secaba las lágrimas con un pañuelo de papel. Se levantó del asiento y fue al cuarto de baño a refrescarse la cara. No quería que nadie se enterara de que estuvo llorando. Su imagen en el espejo le confirmó lo que ella sospechaba. Tenía un aspecto tan desaliñado, que parecía que hacía días que no se había mirado en un espejo. Las lágrimas corrieron por completo el maquillaje y el rímel de los ojos. Y estos los tenía hinchados y rojos. Con cuidado, se lavó la cara, se la secó con la toalla y volvió a aplicarse maquillaje con esmero. Diez minutos más tarde, salía del cuarto del baño y se volvía a sentar en el asiento del escritorio, para seguir trabajando en el ordenador. Pero le fue completamente imposible. Su cabeza volvía una y otra vez a Cristopher. Era mejor que todo fuera así, se dijo con firmeza. Pudo concentrarse media hora más en balances y presupuestos.

Cuarenta minutos después, se reunió con Anna y con Kyle delante del ascensor. Se reunían todos los días en ese lugar, bajaban al bar del edificio y se tomaban una copa todos juntos. Al grupo se unían cinco personas más que trabajaban en distintas plantas, pero con la que habían hecho una buena amistad. Bajaron en el ascensor, en recepción cruzaron el vestíbulo y fueron al bar, ya que se podía acceder por dentro del edificio y por fuera. Anna no podía apartar la mirada de Isabella. Imaginaba que algo le estaba preocupando, estaba demasiado callada y ausente, y le extrañaba, ya que siempre estaba contenta de terminar la larga jornada de trabajo, para reunirse con todos en el local. Era el momento más deseado para Isabella. Pero ese día, se decía que algo serio tenía que estar pasándole, no era la chica de siempre. Tendría que averiguar qué estaba pasando. No le gustaba que Isabella le ocultara nada, igual que a ella no le gustaba ocultarle nada a Isabella, se preocupaba demasiado por ella. Y en esos momentos intuía que algo gordo estaba pasando en la vida de Isabella.

3

Dos largos días, con sus largas noches más tarde, Cristopher no era capaz de olvidar las palabras de Isabella, invadían su mente una y otra vez. Estaba muy dolido y resentido con ella. Los recuerdos del pasado invadían continuamente su presente, amenazando con desquebrajar su voluntad. No podía creer que esa mujer fuera la Isabella que él había conocido en el pasado. Ella supo jugar muy bien sus cartas, queriendo cazar a un hombre de su posición. Isabella era una mujer importante ahora, pero su pasado había sido muy humilde, gracias a él que la ayudó incondicionalmente, y ella le pagó acostándose con otro hombre que casi podía ser su padre. Era atractivo, sí, pero mucho más mayor que Isabella. Cada vez que las imágenes volvían a su mente, el estómago se le revolvía de asco con solo pensarlo. Ella misma le había confirmado que nunca lo amó. Pero tenía que sacar fuerzas y hacerle pagar. Tenía que poner en marcha cuanto antes su plan, se dijo con una sonrisa cruel, esa mujer iba a pagar muy caro por haberlo utilizado, y pisotear el amor que sentía por ella. Le pagaría con la misma moneda. Isabella iba a sufrir el doble de lo que le hizo sufrir a él.

Isabella se encontraba en su oficina intentando concentrarse en unos extractos que le había entregado su secretaria hacía una hora. Pero le era imposible concentrarse en los papeles. Miraba una y otra vez la puerta por la que Cristopher se había ido dolido. No quitaba los ojos de la puerta. Deseaba retroceder en el tiempo y volver a poder hablar con él, decirle que sí lo amó con todo el alma, que todavía lo seguía amando, pero el pasado siempre se interpondría entre los dos. Cristopher nunca sería capaz de perdonarla si realmente se enteraba de la verdad, una dolorosa verdad que siempre se presentaba por las noches, causándole pesadillas. Casi le era imposible tener citas, tenía pánico de que todo terminara como esa fatídica noche, desconfiaba de cualquier hombre que se le acercara. En las últimas semanas, había salido a cenar con Kyle Peters unas cuantas noches. Sabía que era un buen hombre que se sentía muy atraído por ella, incluso era capaz de apostar que estaba enamorado de ella. Pero ella nunca sería capaz de corresponder ese amor. Su corazón pertenecería siempre a Cristopher Lowe. Ese era el hombre que le había robado el corazón y nunca sería capaz de olvidarlo, no quería que siguiera sufriendo por ella. Por eso era mejor acabar con sus esperanzas de una vez por todas. Lo que le había dicho dos días atrás, era lo mejor. Era por el bien de los dos se decía, una y otra vez, pero sin estar muy convencida. Diez minutos más tarde entró Kyle en el despacho.

—Buenos días, ¿estás muy ocupada? —preguntó él, mientras cerraba la puerta y se acercaba al escritorio.

—No, no estoy muy ocupada —dijo ella y apagó el ordenador.

—Te invito a comer al Old Beginins —dijo él con una sonrisa y levantó de arriba abajo las cejas. Sabía que era el restaurante favorito de Isabella. Estaba a dos manzanas de donde trabajaban ellos—. ¿Qué dices?

—Pues claro que sííí —respondió ella con ojos chispeantes—. Eso es chantaje —dijo entre risas—. Sabes que es mi restaurante preferido y que no me negaría.

Kyle puso cara de ángel inocente, como si no supiera de lo que le estaba hablando Isabella. En ese momento llamaron a la puerta y entró Anna.

—Isa, lo siento mucho, pero hoy no puedo comer contigo, mi jefe tiene una reunión importante ahora al mediodía, y tengo que estar presente con él —dijo, mientras avanzaba por el despacho—. ¡Ah, hola, Kyle! —saludó, ya que no había reparado en su presencia.

—No te preocupes, Anna, Kyle me ha invitado a comer al Old Beginins. —Y esbozó una sonrisa.

—Me alegro de que hayas aceptado, y tú —dijo acercándose a Kyle y señalándolo con el dedo índice— me la cuidas bien, que no me entere que le haces daño.

Kyle, que seguía de pie, alzó las manos a modo de rendición y entre risas habló:

—Tienes mi palabra de que te la cuidaré muy bien. —Anna dio un abrazo a Isabella y antes de salir le dijo:

—Pásalo muy bien y pide el plato más caro de la carta.

—¡Oye, oye, no te pases!, no soy un millonario —habló Kyle quejándose. Pero sabían de sobra que no lo decía en serio. No le importaba pagar lo que fuera, por ver disfrutar a Isabella de un buen plato de comida y de su compañía. Finalmente, Anna salió de la oficina de Isabella estallando en carcajadas. Los dos movieron suavemente la cabeza de un lado a otro y poniendo los ojos en blanco. Esa mujer nunca iba a cambiar, dijeron, mientras Isabella se levantaba de su asiento y poco después salieron del despacho.

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