Ya sola en su apartamento, Isabella seguía preocupada. Aunque le había prometido a Anna que se cuidaría, ella se negaba a pedirle ayuda a Kyle. Era una buena persona y no quería que él estuviera en medio del fuego cruzado. No se podía acobardar porque el hombre que tanto la había humillado volviera después de cinco años. Esta vez no dejaría que volviera a lastimarla de nuevo. Lo había amado con todo el corazón. Pero se daba cuenta que también lo había herido. Aunque intentó explicarle el motivo, porque la había encontrado con otro hombre en una situación comprometedora, nunca quiso escuchar sus razones. Pensaba lo peor de la mujer que amaba. Pero se negaba a creer que él volviera a su vida para hacerle daño, aunque ese era el presentimiento que tanto la atormentaba.
Se acercó a la ventana y miró hacia la calle. Estaba anocheciendo y el tráfico era menos denso a esas horas. Se meció suavemente contra la ventana cerrando los ojos. Tenía que tranquilizarse. Ni siquiera lo había visto para pensar que él podría haber vuelto por ella. Era muy atractivo, joven y triunfador, tendría a sus pies a millones de mujeres. Quería creer que, después de tantos años, ni siquiera se acordaba de ella. Ella solamente quería dedicarse a hacer su vida. No lo quería de nuevo en su entorno, y menos para remover el pasado tan doloroso que había sufrido por su causa. Ahora que había encauzado nuevamente su vida, no lo necesitaba de regreso en su presente y en su futuro. Estaba segura al cien por cien que él se encontraba cerca del bar en el que se paraban a tomar algo después de trabajar. Conocía el cuerpo de Cristopher muy bien, después de largas horas de hacer el amor y permanecer abrazados el uno al otro. Parpadeó para volver al presente. Era él, pero esta vez estaría prevenida. Tenía muy claro que no iba a permitir que volviera a hacerle daño. No, ahora que era dueña de su vida. Como le había aconsejado Anna, esta vez estaría alerta, no volvería a dejarse embaucar por él. Se separó de la ventana y fue a acostarse, mañana le esperaba otro día duro de trabajo en la oficina.
Al día siguiente, Cristopher se volvió a presentar frente al edificio de oficinas donde trabajaba Isabella. Llevaba más de una hora pensando lo que iba hacer. No tenía muy claro si presentarse en el despacho de ella, o esperarla donde estaba. Se decidió por subir a la oficina de Isabella, se arriesgaba a que no quisiera recibirlo, pero no le importaba. Quería que supiera de su presencia, aunque llevaba años sin que él supiera nada de ella, al final la había encontrado gracias a sus contactos.
Entró en el edificio, preguntó en recepción por la oficina de Isabella, y la amable recepcionista le dijo que la oficina de Isabella se encontraba en la sexta planta, que allí preguntara a su secretaria si podía atenderlo, puesto que no había concertado una cita. Siempre conseguía lo que quería con un poco de coqueteo y galantería con las mujeres se dijo, mientras entraba en el ascensor y subía a la sexta planta del edificio.
Salió del ascensor y se acercó a la secretaria que estaba detrás del mostrador de la izquierda. Cuando estuvo frente a la chica guapa, con una sonrisa seductora preguntó si la señorita Jones estaba en el despacho. La secretaria de Isabella asintió afirmativamente e hizo ademán de coger el teléfono para avisar a su jefa. Pero Cristopher la retuvo diciéndole que no era necesario que la avisara, que lo estaba esperando. La secretaria aceptó dubitativa y le señaló cuál era la puerta del despacho de Isabella, luego siguió con su trabajo. Mientras, él se fue hacia la puerta de la oficina de Isabella. Entró sin molestarse siquiera en llamar a la puerta.
—Kyle, iba a llamarte ahora, necesito que repases unos balances —dijo ella inmersa en la pantalla del ordenador.
—No soy Kyle —dijo una voz masculina fría como el acero. Isabella se quedó paralizada al escuchar esa profunda voz.
Isabella levantó por fin la vista de la pantalla, y se encontró a Cristopher apoyado en la puerta con los brazos y piernas cruzadas en una actitud indolente.
—¡Cristopher... quéé... estás haciendo aquí! —balbuceó ella, mientras se levantaba e intentaba poner distancia entre los dos.
—Como puedes comprobar, no soy ese tal Kyle —dijo, mientras se acercaba a ella.
—Sal de mi oficina o llamo a seguridad para que te saque del edificio —dijo mientras se amparaba detrás del asiento del escritorio.
—No te pongas así. —Con sonrisa de depredador se acercó al escritorio y se sentó en una de las sillas—. Solamente quiero hablar contigo.
—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar. ¡Lárgate de aquí! —Salió de su refugio detrás del asiento, indicándole la salida.
—Ahórrate el esfuerzo, no pienso irme de aquí sin hablar antes contigo.
—¿Por qué ahora? —le preguntó ella mirándolo fijamente—. ¿Por qué tuviste que regresar después de tantos años? Por lo que a mí respecta, tú y yo no tenemos nada de qué hablar.
—En eso te equivocas, tenemos un pasado juntos. —Su rostro no lo reflejaba, pero las palabras de Isabella dieron de lleno en el corazón de Cristopher, pero no se podía ablandar se dijo, tenía que recordar que tenía un objetivo: vengarse de la mujer que tenía frente a él en esos momentos.
—¡Un pasado juntos! —Isabella rio sarcástica—. ¡No me hagas reír, estás loco si piensas que voy a seguir escuchándote! —Hizo ademán de alejarse de él, pero fue más rápido y le atrapó una de las manos sobre el escritorio.
—Me escucharás —lo dijo en un murmullo apenas audible, pero con firmeza, muy cerca de su cara. Ella aspiró el aroma de su perfume, nublándole por completo los sentidos, tuvo que poner toda su atención para seguir escuchándolo—. Lo único que quiero de ti son respuestas.
—¿Qué... es lo... que quieres... saber? —Le estaba costando un gran esfuerzo concentrarse en la conversación.
—Lo único que me interesa saber es, ¿por qué Isabella? Yo te amaba, por ti bajaría la luna si me lo pidieras. —Y la siguió mirando intensamente sin dejar reflejar el dolor que sentía por la traición de ella.
—¡Pero yo a ti no te amaba! —exclamó Isabella con rabia. Aprovechó el impacto que habían causado sus palabras para zafarse de Cristopher. Él la soltó, como si de pronto el contacto sobre la piel de Isabella quemara. Impactado por esas palabras, salió del despacho de ella dando un sonoro portazo que hizo que Isabella diera un respingo.
Se dejó caer en el asiento derrotada entre lágrimas. No había sido su intención hablar con tanta crudeza. Pero las palabras salieron de su boca sin pensar. Le había mentido a Cristopher, ya que lo amó con todo su corazón. Pero cuando volvía a la mente como la había humillado en el pasado, quiso desquitarse de él. Tenía muy claro que no iba a permitir que le volviera a romper de nuevo el corazón. No volvería a resistir si de nuevo la hacía sufrir.
Las palabras de Isabella resonaban una y otra vez en la cabeza de Cristopher mientras salía a grandes zancadas del edificio. No soportaba seguir escuchando la confesión de ella. En su cabeza quería imaginar que podría haber algún resquicio, y pensar que ella lo había amado como él la amaba. Pero estaba equivocado. Solamente se burló de él, mientras ella pisoteaba su corazón.
Tenía que salir cuanto antes a la calle. Sus pulmones no recibían el aire suficiente y tenía la sensación de que, de un momento a otro, caería desplomado al suelo. Llegó al exterior, le daba la impresión de que nunca saldría. Pero por fin estaba fuera, inspiró aire. Esta vez sus pulmones recibieron el oxígeno necesario. Se pasó las manos por el pelo y suspiró. A lo largo de los años, quiso pensar que estaba equivocado respecto a Isabella, que todo lo que pensaba e imaginaba sobre ella era mentira, que tenía que haber una explicación a lo que años atrás había visto. Pero ella misma le acababa de confirmar que nunca lo había amado. Se había aferrado a una esperanza que no existía, como un náufrago se sujeta a una madera para poder sobrevivir. Y se equivocó de lleno.
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