Esa mañana, a Cristopher le costó levantarse de la cama, le fue imposible pegar ojo el resto de la noche. Le fue difícil sacarse a Isabella de la cabeza, su mente volaba una y otra vez a ese desagradable momento de la noche anterior. A regañadientes, se levantó y se fue a la ducha, cinco minutos después regresó al dormitorio y se vistió con un sencillo traje beige , camisa blanca y corbata del mismo tono que el traje. Los zapatos que eligió ese día eran de un tono muy parecido que combinaban perfectamente con el traje. Se acercó a la cómoda y se peinó el pelo hacia atrás. Después, fue a la cocina, se sirvió un café y se fue directo al despacho. Allí se sentó en el asiento y se reclinó hacia atrás, mientras observaba la calle, aunque era demasiado temprano y no había nada interesante que mirar. Dentro de una hora llamaría a Kyle para concertar una nueva cita con él. Tenía que recabar toda la información posible de lo que había traumatizado tanto a Isabella, para tener tanto pánico a hacer el amor. Era un acto común en todas las parejas que se amaban y se sentían atraídas el uno por el otro. Pero con Isabella las cosas eran muy diferentes, algo la había marcado de una forma tan brutal para sentirse asqueada por un acto tan primitivo como el sexo. Esperaba que Kyle pudiera ayudarlo, necesitaba ir rompiendo las defensas de Isabella, si no averiguaba qué le pasaba, todos sus esfuerzos por conquistarla serían en vano, porque ella siempre rechazaría su contacto. Intentó concentrarse, pero le resultó difícil, consultaba el reloj cada diez minutos y le daba la impresión de que este estaba parado, el tiempo pasaba muy despacio. Unas horas más tarde, cogió el teléfono móvil del escritorio y marcó el número de la oficina de Kyle, este respondió al cuarto tono.
—¿Diga? —contestó Kyle distraído.
—Buenos días, Kyle, soy Cristopher, quisiera invitarte a comer hoy, ¿sería posible?
—Cristopher, no quiero volver a saber nada de ti —respondió arrugando el entrecejo.
—Por favor —suplicó Cristopher—, es de vital importancia que nos reunamos, necesito saber algo y creo que tú eres la persona adecuada.
Kyle se quedó unos segundos en silencio pensativo. No sabía de qué forma podía ayudar él a Cristopher. Pero ya había despertado su curiosidad. Después de lo que a Cristopher le pareció una eternidad, Kyle respondió:
—Está bien —aceptó a regañadientes—, pero quedaremos en un restaurante diferente, no quiero que Isabella se entere de que nos vemos a espaldas suyas.
—Te lo agradezco, no te lo pediría si no fuera algo importante. ¿Te parece bien el restaurante que hay al final de la calle? He escuchado que preparan una buena comida.
—De acuerdo, estaré allí a las dos de la tarde. —Y colgó el teléfono.
Cristopher volvió a dejar el teléfono sobre el escritorio y se quedó aliviado por la respuesta que le había dado Kyle. Esperaba que él pudiera darle las respuestas sobre Isabella que él necesitaba. Sabía que Kyle se iba a poner hecho una fiera cuando se enterara de que Isabella y él habían estado a punto de acostarse, pero eso era lo que menos le importaba a Cristopher. Lo que necesitaba era llegar a la raíz del problema de Isabella y arrancarlo de cuajo. Lo había dejado impresionado ver cómo ella intentaba librarse de él con tanto pánico. Había visto el miedo reflejado en su mirada. No podía sentir miedo respecto a él en ese sentido, se dijo, nunca le había dado motivos para temerlo en la cama, al contrario, cuando hacía el amor con Isabella era tierno, cariñoso y dulce con ella. Nunca había hecho nada que llegara a asustarla. La mañana pasó lentamente para Cristopher, aunque tuvo dos conexiones a través del ordenador, le fue difícil concentrarse en toda la montaña de trabajo que tenía para ese día. Con solo pensar en Isabella, esta hacía que la vida tan estricta que se había forjado desde tan joven, se tambaleara. Esa mujer tenía el poder de desestabilizarlo y no podía permitirlo. Era el líder de un gran imperio y no podía permitirse el lujo de desviarse de sus deberes, no cuando había tanta gente que dependía de él.
Isabella en su despacho tampoco era capaz de concentrarse, cada dos por tres, los ojos se le cerraban continuamente por el cansancio, no la había ayudado de nada la dosis de cafeína que ingirió para espabilarse. Intentaba concentrarse en balances que tenía en el ordenador, pero por más que lo intentaba le era imposible. Resignada, se reclinó en el asiento y lo giró hacia la ventana, el sol le dio de lleno en la cara y cerró los ojos para relajarse. Necesitaba paz y tranquilidad, pero sabía que desde que Cristopher había vuelto a su vida, eso iba a ser imposible. Su mente le decía que tenía que alejarse de él, que a su lado iba a sufrir lo indecible, pero su corazón se negaba a escuchar a la voz de la razón, latía inexorablemente por Cristopher, y así sería hasta que dejara de respirar la última gota de aliento. Muchas veces se creía la mujer más estúpida sobre la faz de la Tierra por seguir enamorada de un hombre que la había hecho sufrir tanto y ella no podía remediarlo. Era algo inevitable, se dijo, mientras abría de nuevo los ojos, para concentrarse en el tráfico de la calle y en gente que iba de un lado para otro a trabajar, pasear o hacer las compras de cada día. Giró de nuevo el asiento y volvió a quedar frente al ordenador, la pantalla le volvió a mostrar de nuevo los balances en los que había empezado a trabajar esa misma mañana.
Pasada la una y media de la tarde, Cristopher apagó el ordenador, se levantó del asiento y se alisó la ropa. Salió del despacho y se fue hacia la entrada del apartamento, cogió el llavero, las llaves del coche y salió al exterior. Después de cerrar la puerta con llave, caminó despacio y relajado hacia la plaza del aparcamiento, mientras disfrutaba de la sensación que a su cuerpo le producían los rayos del sol. Ya en la plaza de aparcamiento, abrió la puerta y entró en el interior del vehículo, puso la llave en el contacto y arrancó. Pocos minutos después, se incorporó al tráfico y encendió la radio mientras se dirigía al restaurante que le había indicado a Kyle, ya comió allí unas cuantas veces y la comida estaba muy buena. Se sentía relajado porque creía que Kyle le iba a poder ayudarlo con Isabella, ojalá no se equivocara, pensaba, mientras avanzaba por la ciudad con el coche.
Kyle ya se encontraba esperándolo en el restaurante, cuando Cristopher entró por la puerta y una de las camareras se acercó a él. Fue en ese momento cuando Kyle advirtió su presencia y levantó una mano para indicarle dónde estaba sentado. Cristopher se encaminó hacia la mesa donde estaba Kyle; detrás, la guapa camarera lo siguió para tomar nota del pedido. Kyle se levantó de la silla y cuando Cristopher estuvo frente a él, esa vez se estrecharon la mano gentilmente. La chica que los atendía tomó nota de lo que iban a comer y los dejó a solas mientras les iba a buscar la botella de vino tinto que habían pedido.
—Bien, aquí estoy, espero que no tengas por costumbre seguir enlodando la imagen de Isabella ante mí —empezó diciendo Kyle midiéndolo con la mirada.
—Como te he dicho la primera vez, yo solo intentaba abrirte los ojos y que no sufras por Isabella todo lo que yo sufrí.
—Y te agradezco tus buenas intenciones, pero conozco a Isabella desde hace tiempo, y sé que no es el tipo de mujer que tú describes. En todo ese tiempo no ha tenido ninguna relación con hombres.
—Yo mantengo mi versión de los hechos, ojalá en su día tuviera a alguien que me previniera como lo estoy haciendo yo contigo, me habría ahorrado mucho sufrimiento.
En ese momento la camarera sirvió el vino, y minutos después, dejó sobre la mesa dos platos de chuletas asadas con salsa holandesa de guarnición. Permanecieron en silencio, mientras la chica servía la mesa. Cuando terminó, los volvió a dejar a solas de nuevo.
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