sin hacer alboroto,
se fue la maracana,
el turpial, el conoto
voló como vencido
y se fue al Mato Groso,
igualmente el turpial
de canto melodioso.
Un lamento se ahoga
cuando el sol agoniza
silente tras los yopos.
Grite tanto como me dio el aliento
fue testigo la roca
de colores hermosos
que sirven de camastro
al río portentoso
cuál es el guayabero
desde tiempos ignotos.
El Tinigua está solo
se le enmudeció el rostro,
se cerraron sus ojos,
se murió poco a poco
dejando en la penumbra
un adiós doloroso
lo mato la injusticia
¡lo matamos nosotros!
¡Señora Colombia
te ha nacido un hijo!,
no es blanco, no es negro,
es puro es un niño indio.
Nació como todos
con fuertes lloridos
con la diferencia de que allá en la selva
no oyeron el grito sino la penumbra
y el quedo silente
que preña la selva.
Nació solo…solo con la madre india
dentro del bohío.
Él no tuvo médico
vino solo al mundo.
Los gritos ahogados de una madre india
los trasmitió el eco
de la selva virgen
por todas las tribus,
y una clara luna
que filtra sus rayos
alumbró aquel nido.
Después, unos dientes cortan el ombligo
y una cataplasma de hojas y caraña
calma los dolores
trayéndole alivio.
Y por cuna? .un chinchorro de moriche fino
tejido por el indio macho que lo procreara.
Y entonces la madre,
con ese cariño,
que entregan las madres
le brindó en su leche jugo de fariña,
sin sabor a leche con sabor a insípido
y el niño se calma su hambre de nacido.
No tuvo regalos como todo niño,
no hubo la alegría como en otras partes
cuando nace un hijo.
El tiempo en la selva sigue de continuo,
con ojazos tristes ve el niño hacia el río
y escucha que aúlla
el perro que siente la pena, el olvido
en que esta su hermano…
su dueño, su amigo.
El viejo esguaza las aguas del río,
con los aleteos del frágil potrillo.
Mira en lontananza con ojos perdidos
que ya dejó atrás su viejo bohío,
con su vieja la india, con su mozo el hijo,
y hasta siente miedo del agua que tiembla,
del perro que aúlla…
Mientras en el aire, en el aire tibio,
se mezclan vapores de selva, vapores de río,
y un poco de paz allá en el bohío.
Transcurren los años
y ya desandado el largo camino
el indio encuentra que todo,
para el se ha perdido.
Y se encuentra solo,
no encuentra a su hijo,
no encuentra a su india,
se los ha llevado el pesado olvido
en que se desgranan las palmas dormidas.
No te das de cuenta señora Colombia,
es que no comprendes que somos tus hijos
Los abandonados, los desconocidos,
que sufren, que gimen,
los que lloran tristes al pie de los yopos
sintiendo tu olvido?
¡Señora Colombia
te ha nacido un hijo!
no es blanco, no es negro,
¡es puro, es un indio!
Indio soy.
Estoy firme mirando
la inmensidad de la llanura.
Tras de mí está la selva . . .
ella ha sido mi cuna
y la de mis hermanos
que hace tiempo se fueron
para un país lejano.
Esa selva es mi madre…
conocí en lunas claras
sus misterios lejanos
y en soleadas mañanas
el canto de los pájaros.
Me enseño a hacer la flecha
y a manejar el arco
y a conocer el rumbo
por sus ríos verdes claros.
Fuera de ella
está el inmenso llano. . .
a él no tengo derecho
porque eso es de los blancos,
esos que nos destruyen,
los que nos humillaron,
desde cuando Colón
con sus hombres pisaron
éstas tierras tan nuestras. . .
mi suelo americano.
Cuando yo llego a un pueblo
se me quedan mirando
y al no entender mi lengua
se van de mí burlando
señalando mi rostro
y mis pobres harapos
que traje de la selva
hechos de matapalo.
Pero yo los entiendo,
los entiendo y recalco
que son seres sin alma,
son seres desgraciados
que se prenden del mundo,
que se ríen de sí mismos
y del dolor causado.
Yo no soy de esa casta
pues jamás me rebajo:
soy indio por ancestro
y de serlo me jacto.
Yo no tengo gobierno
pues yo mismo me mando,
pero dirán entonces
que soy un renegado?.
No, no es eso;
lo que pasa es que escucho
que dicen de soldados
que ellos mismos se acaban,
se están acribillando,
y eso me hiela el cuerpo
y trae de mi pasado
recuerdos imborrables
cuando me destruyeron
a mis antepasados.
Quisiera dar un grito,
a todos estrujarlos,
gritar de que soy libre,
de que soy un tucano,
de que mi raza india,
no debe relegarse,
para que si me escuchan
en el país lejano
donde un día se marcharon
con chinchorro y mujeres
toditos mis hermanos
recuerden que en la selva
los estoy esperando.
Quizás, cuando en sus marchas
ya se sientan cansados
y me cuenten que fueron
a ese país arcano,
a una tierra con nombre
de suelo colombiano,
que vieron sus montañas
y sus picos nevados
blancos como los lirios
cuando comienza mayo.
Que mas podré decir?.
Que estoy viejo y cansado.
Que un dolor muy profundo
a mi cuerpo ha abrazado,
que cuando se oscurezca,
cuando cierre mis párpados
antes de que yo expire
en un grito pagano,
diré: Que yo nací en la selva,
la que me dio la mano,
que del blanco iracundo
yo soy su antepasado,
que soy su misma sangre,
que jamás he llorado,
que yo tengo derecho a ser americano
y más que todo esto,
a ser un colombiano.
Llegó la noche y acalló la selva
sirvió el silencio de mortaja al indio,
filtró la luna sus plateadas hebras
y se marchó su alma al infinito.
Aquí estoy sin parpadear
contemplando tu faz fiero Vichada.
Contemplo la belleza de tus ríos
y el profundo verdor de tus sabanas
que se extienden grandiosas e infinitas
por palmares y esteros adornadas.
Tus ríos son sierpes que impetuosos bajan
y en una trilogía cual potros briosos,
rinden sus aguas al mítico Orinoco,
el Meta, el Guaviare y el Vichada.
Que esplendoroso panorama he visto
cuando miro que en oriente se agiganta,
un sol que me recuerda al de los griegos
amantes de sus guerras y batallas.
Y en esas tardes cuando va muriendo,
despidiendo arreboles raudo baja,
viene el anochecer y en las mañanas
son espejos de amor sus claras aguas.
De golpe el horizonte se oscurece,
relampagueantes rayos fieros tajan,
estremeciendo el trueno los caminos
y el agua inunda manglares y cañadas.
Después del vendaval viene un susurro:
y el ave adormecida vuelve y canta,
y aparecen las flores campesinas
porque mayo ha anunciado su llegada.
¡Qué grandeza conservas todavía!
es pura y limpia como tú la casta,
y en las venas sangrantes de tus indios
queda una luz que mantendrá a esa raza.
Luz que no apagará ni el mismo tiempo
ni la ferocidad con que los tratan,
ni la injusticia con que se les tiene
porque ellos tienen corazón y alma.
Parece una mentira pero es cierto,
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