¿Pero cómo es que una famosa feminista radical y anarquista como Emma Goldmann asistió a una conferencia neomalthusiana? Claramente requiere una explicación, porque Malthus fue un verdadero reaccionario contra la Revolución Francesa. Para Malthus mejorar la situación de los pobres era tiempo y trabajo perdidos, porque el incremento de la población absorbería de inmediato cualquier mejora. La población tendía a incrementarse en progresión geométrica y sólo se frenaría por falta de alimentos (cuyo aumento estaba sujeto a rendimientos decrecientes en la agricultura), o en el mejor de los casos por los límites morales de la castidad y los matrimonios tardíos. Los neomalthusianos de 1900 tomaron de Malthus su interés por la relación entre el crecimiento de la población y la disponibilidad de alimentos. Frecuentemente discutieron sobre la capacidad de carga de la Tierra, como otros autores de ese entonces (Martínez Alier con Schlüpmann, 1987, capítulos sobre Pfaundler y Ballod-Atlanticus; Cohen, 1995) formulando la pregunta así: «¿cuánta población mundial se podría alimentar?» Las respuestas no eran concluyentes, variaron de 6.000 millones a 200.000 millones. Por ejemplo, el yerno de Paul Robin, Gabriel Giroud, escribió un libro pesimista con el título Population et Subsistances, publicado en París en 1904. Hoy en día se debe plantear la pregunta de otra manera: ¿qué tamaño de población humana puede ser alimentada y vivir de forma sostenible con un nivel de vida aceptable, manteniendo el 40% (o 60 u 80%) de la producción de biomasa fuera del uso humano y disponible para otras especies silvestres?
Hace cien años hubo fuertes desacuerdos entre los anarquistas neomalthusianos (como Sebastian Faure) y los anarquistas antimalthusianos (como Kropotkin o Reclus, quienes eran optimistas tecnológicos). Kropotkin creía que se podía incrementar enormemente la disponibilidad de alimentos a través de la agricultura de invernaderos. Kropotkin no fue feminista, y Emma Goldmann sostuvo un debate fraterno con él sobre los derechos de la mujer. Los neomalthusianos de hace un siglo estuvieron de acuerdo con Malthus en un punto, los pobres tenían demasiados hijos. Pero no creyeron en la castidad ni en los matrimonios tardíos. Promovieron barreras preventivas más vigorosas que las que Malthus había previsto, exhortando a las poblaciones pobres de Europa y Estados Unidos a utilizar contraceptivos, y a separar el acto del amor de la concepción de los hijos y hasta del matrimonio. El movimiento puso cuidado en insistir en que sus partidarios eran neomalthusianos y no maltusianos, promotores de «la libertad sexual y la prudencia paterna» (Paul Robin, 1896, cf. Ronsin, 1980: 70). Primero en Francia y luego en España se publicaron sendas revistas tituladas Generación Consciente (es decir, procreación consciente). Las feministas activas en el neo malthusianismo francés hacia 1900 fueron por ejemplo Marie Huot (quien utilizó las palabras la grève des ventres, «la huelga de vientres») y Madeleine Pelletier, quien propuso no sólo el uso de contraceptivos sino también la legalización del aborto.
No sabemos si Malthus habría reivindicado derechos de propiedad intelectual sobre el uso de la palabra «malthusianismo». Muchos clérigos de 1900 consideraban pecaminosas las ideas y prácticas neomalthusianas. Muchos estadistas las consideraban subversivas. Los neomalthusianos instaban a las mujeres y hombres a que ayudaran a convertir la curva exponencial de Malthus en una curva logística: la verdadera ley de la población. La demografía humana se volvió socialmente auto reflexiva en Europa y Estados Unidos, quizás más que en otras sociedades (salvo en algunos grupos «primitivos» que controlaban estrictamente la reproducción). De aquí la participación activa de Emma Goldmann en la conferencia neomalthusiana en París en 1900, y su papel como propagandista de esta causa. Goldmann publicó Mother Earth (Madre Tierra) entre 1906 y 1917. Ecologistas de Estados Unidos de los años sesenta y setenta resucitaron el título de su revista. Ella fue activa como feminista neomalthusiana antes de Margaret Sanger (1879-1966), quien también perteneció al mismo grupo radical de Greenwich Village, de Nueva York, y a quien se le reconoce con razón como la activista principal para la aceptación social y legal de la contracepción en Estados Unidos. Los contraceptivos estaban prohibidos por la Ley Comstock de 1873. Sanger fue una de las organizadoras del sindicato International Workers of the World, IWW (Trabajadores Internacionales del Mundo) y por tanto conocía las ideas anarquistas. Aprendió sobre las técnicas para el control de la natalidad en Francia y después de su regreso a Estados Unidos empezó a publicar The Woman Rebel (La Mujer Rebelde) que apoyó el socialismo, el feminismo y la contracepción. Fue acusada de violar la Ley Comstock. Sanger ya no utilizaba el término «neomalthusianismo», que (paradójicamente) se había vuelto políticamente demasiado radical y en cambio utilizaba «control de la natalidad», enfatizando la prevención de abortos, que luego sería sustituido por otro término aún más suave, «planificación familiar» o «paternidad planificada». Margaret Sanger empujó exitosamente una puerta ya medio abierta. En Europa y Estados Unidos sólo personas de fuerte radicalidad en sus planteamientos se atrevían predicar la contracepción a finales del siglo XIX e inicios del XX. En América Latina ocurrió lo mismo. La principal figura neomalthusiana en Brasil fue la feminista y anarquista María Lacerda de Moura quien escribió varios libros en las décadas de los veinte y los treinta, uno de ellos titulado Amaos más y no os multipliquéis. (Gordon, 1976, Ronsin, 1980, Morton, 1992, Masjuan, 2000, 2003). El declive de la natalidad en Brasil entre 1970 y 1985, se dio sin el apoyo del estado —más bien, en contra del estado que tenía entonces un gobierno militar (Martine et al., 1998).
Los historiadores debaten si la propaganda neomalthusiana influyó en la transición demográfica, o si la causalidad corre en dirección opuesta, en el sentido de que la práctica social del control de la natalidad hizo aceptable el neomalthusianismo a pesar de los juicios y el decomiso de folletos. En Francia la natalidad empezó a decrecer décadas antes de que existiera el movimiento neomalthusiano, aunque la tasa de decrecimiento se aceleró a finales del siglo XIX. En otros países el movimiento neomalthusiano precedió al declive de la tasa de natalidad. Este fue (creo yo) el caso de Holanda, Alemania y de parte de España, siendo una excepción Cataluña donde el movimiento neomaltusiano organizado, inició sus actividades en 1904 (liderado por Luis Bulffi, quien estuvo en 1900 en la conferencia de París) y donde la natalidad ya estaba en declive. Muchas revistas y folletos se publicaron en Barcelona y difundieron a otros puntos de España y también a algunos países latinoamericanos (Masjuan, 2000). Entre los métodos contraconceptivos recomendados por el movimiento neomalthusiano en Europa y Estados Unidos, algunos estuvieron dirigidos a las mujeres, pero los condones fueron muy populares. Se empezó a proponer las vasectomías en los círculos anarquistas de Francia a inicios de los años treinta; la respuesta del estado fue una denuncia ante el juez (Ronsin, 1980: 202). Sin embargo, entre 1920 y 1930, a pesar de las políticas poblacionistas estatales, el debate social en Europa sobre la libertad de escoger el número de hijos ya estaba resuelto a favor de los neomalthusianos (Véase también pp. 350-351).
En conclusión, la presión de la población sigue siendo un factor de importancia en el conflicto entre economía y medio ambiente. El declive de la fertilidad humana en todo el mundo significa que el sobreconsumo es hoy y cada vez más el factor principal. Recordemos que cuando se «descubrió» América en 1492, Europa y América contaban con poblaciones aproximadamente iguales. Es bien sabido que la población indígena de América se desplomó durante los siglos siguientes como sucedió también, por el contacto europeo, en Australia y las islas del Pacífico. La población europea aumentó considerablemente en el siglo XIX, enviando al exterior un gran número de emigrantes. Afortunadamente para Europa y el resto del mundo, nuestras tasas de fertilidad declinaron después rápidamente. El rol de las feministas neomalthusianas de hace cien años merece ser reconocido. Imaginemos la Europa de hoy con un incremento demográfico de un 400% entre 1900 y 2000, como ha tenido el mundo en general. ¿Por qué no volver a combinar los temas de la libertad de las mujeres, los derechos reproductivos (incluyendo la elección del aborto cuando han fracasado otros métodos), y la presión de la población sobre el medio ambiente? Este vínculo pronto será una de las doctrinas explícitas del ecofeminismo. Como ya lo fue el de Françoise d’Eaubonne cuando en 1973 introdujo el término «ecofeminismo».
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