Así pues, disponemos de un conjunto de documentos, al que se añade la iconografía, algunos objetos, o incluso su aparición en obras de ficción, en verdad demasiado fragmentarios y dispersos para penetrar en la psicología de un individuo. Pues, cuando se redacta una biografía, se desea conocer el temperamento del personaje. ¿Era Leonor alegre? ¿Cascarrabias? ¿Autoritaria? Me inclino a pensar que la psicología barata y los intentos de penetrar su universo íntimo son absurdos y faltos siempre de objetividad. Eso sucede, en el siglo XIX, con algunos grandes autores, pretendidos historiadores como Jules Michelet, que han forjado la cultura popular de su tiempo. Profundamente nacionalista, Michelet detestaba que Leonor se casase con el rey de Inglaterra después de divorciarse del rey de Francia, y escribía sobre ella que era «apasionada y vengativa como una mujer del sur». Ignoro qué experiencia podía tener Michelet de las meridionales, pero se adivina el tópico: sangre caliente, pasión, vendetta… Y se le pegan a la reina esos adjetivos con una desenvoltura sorprendente por parte de quien se considera como un gran historiador. Un poco más tardío, Élie Berger ha escrito la biografía de la nieta de Leonor, Blanca de Castilla. A sus ojos de francés muy patriota, que vive como una tragedia la pérdida de Alsacia-Lorena y tiene sed de revancha, Leonor es la traidora a Francia por excelencia y encarna a la pérfida Albión. Oponiéndola a su nieta Blanca de Castilla, escribe: «Leonor era la más mala y desconsiderada de las mujeres de nuestra historia».
Pero no hay que buscar en el siglo XIX, ni a comienzos del XX, la clave de la comprensión de este personaje. La muy rica y rigurosa biografía de Edmond-René Labande es una autoridad desde hace largo tiempo; la han utilizado muchos escritores, comenzando por Régine Pernoud, autora de una de las primeras biografías populares en los años 1950, donde reaparecen, sin embargo, rasgos de psicología de poca monta y tópicos (Leonor era mundana, tenía una gran libertad de movimientos, era floja y extravagante, la sedujo el emperador de Constantinopla, ese hombre del Levante un poco hipócrita…). Tendremos que superar estos lugares comunes para comprender de la forma más objetiva posible a esta mujer dos veces reina.
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