En síntesis, hay verdad lógica cuando ésta reside en la inteligencia. Hay verdad ontológica cuando ésta reside en lo divino.
Un ejemplo evidente, entre los santos, ha sido el de Sta. Teresa de Jesús, quien ha conocido la verdad y se ha hecho prisionera de ella. Desde muy niña, aquel “para siempre, para siempre” (Vida 1, 5) que la llevó con su hermano Rodrigo a tierra de moros, fue fijando la huella de su vida. Conquistar a Dios definitivamente era su meta. Y la verdad era el camino para llegar a ella. Por eso, en las cuartas moradas nos dice: “Puedo errar en todo, mas no mentir, que por la misericordia de Dios antes pasara mil muertes” (Cuartas moradas 2, 7).
Por eso, conquistar a Dios a través de la verdad, única vía posible de encuentro. Por eso, lo buscamos desde nuestros límites, no desde la heroicidad.
Cuando Edith Stein leyó el libro de la vida de Santa Teresa dijo lacónicamente: “Esto es la verdad”. Y el que es verdad ofrece la verdad. Siempre consideremos que callar no es mentir… Ocultar la verdad, en vez, o bien decirla a medias, acentuar una palabra sobre otra, son modos sutiles de mentir, con frecuencia admitidos en nuestra sociedad. Santa Teresa incluso termina algunas de sus cartas con una frase tajante: “Porque es verdad lo firmo. Teresa de Jesús”.
Las mentiras hipotecan nuestra personalidad. Nos tornamos desfondados. En un sentido ontológico, frente al Evangelio de Jesús y al mundo lo que nos define es la carencia de interioridad…esa ausencia de espacio para pensar y amar… Hay tesoros interiores que solo se adquieren en la intimidad divina…con el silencio, las obras en secreto, la fe y esperanza renovadas, la caridad, la oración de simplicidad, el servicio genuino… etc.
Observamos en Teresa, su actitud de búsqueda madurativa. No permite que le vivan su vida (o sea que otros piensen, sientan o actúen por ella). Tampoco aparenta vivir la vida que no tiene. Incluso, en sus escritos comenta que “en esto de hipocresía y vanagloria jamás me acuerdo de haber ofendido al Señor, en esto el demonio muy poco me ha tentado”. Y agrega: “cuántos males se evitarían si entendiésemos que el negocio no está en guardarnos de los hombres”.
Andar en la verdad es vislumbrar el camino correcto que honra desde nuestra vulnerabilidad a Aquel que es el Verdad: Jesucristo, el Señor.
Muchas veces, se tapan las rajaduras del alma con la mentira. Tal vez, los enredos, las concesiones, la carencia de una conciencia sincera pueden generar un estilo de vida o modo de ser en el que la verdad se ausenta.
La mentira se define como decir una falsedad con intención de engaño. Los invito a escudriñar las distintas modalidades que las mentiras pueden adoptar, a fin de detectar residuos que pueden estar en nuestra historia:
Mentiras fantásticas: dada la motivación imaginaria, en los niños, y las cosas que los adultos podemos inventarles, desde cuentos de hadas hasta otros, no es raro que, de vez en cuando, ellos inventen cuentos imaginarios. La misma estimulación imaginaria-creativa de los adultos induce a los niños a esto. El problema emerge cuando los niños se refugian en un mundo de fantasía para obtener el placer y satisfacción que su ambiente no les suministra. Si esto se torna un hábito en ellos, se debe buscar ayuda profesional para vencer los trastornos.
Mentiras imitativas: si esperamos que los niños sean veraces, los padres deben evitar cuidadosamente las mentiras. Como los niños observan la falta de veracidad de los padres o de uno de ellos, puede llegar a creer que la mentira es aceptable.
Mentiras de exageración: en la niñez se suele exagerar… no obstante, conviene ayudar al niño que sus confirmaciones son inexactas y que es aconsejable que diga la verdad.
Mentiras sociales: son hermanas de las mentiras imitativas. Son aquellas mentiras que los padres mandan a decir a los niños. Por ejemplo, mamá no está, o salió, o está enferma… Probablemente, el niño seguirá creyendo que la falsedad es aceptable.
Mentiras defensivas: es la más común. Ante la posibilidad del castigo, el niño suele echar mano a la mentira para evitar las consecuencias de su conducta. Así evita una situación desagradable.
Dejamos para más adelante las compensatorias, las antagónicas, las vengativas y las patológicas… Indudablemente, la mentira en el adulto, como podemos darnos cuenta, suele ser indicio de que la persona es incapaz de aceptarse tal como es. Cuando una persona tiene un moderado concepto de sí misma no necesita falsificaciones para defenderse e impresionar a otros con su valía. En general, cuando se instala el sentimiento de inferioridad se tiende a mentir; con el intento de mostrar a los demás que tiene éxito.
La falta de buena relación con Dios, ofreciéndole a diario nuestra labilidad humana y poca humildad, es causa de mentira. Bíblicamente, dice el Salmo 149, 4 dice: “Corona con el triunfo a los humildes” y en el Magníficat, Lucas 1: “enaltece a los humildes”. La vieja naturaleza siempre está presente, pero Dios tuvo la bondad de enviar a Jesucristo a quien amamos desde la pobreza de nuestra mismidad humana. No puedo omitir tener siempre presente que el patrón regular de mentira en el adulto puede también estar relacionado con un más general trastorno de la personalidad tal como la sociopática (conducta crónicamente antisocial, disocial, narcótica).
Nos preguntamos, nos respondemos:
¿Nos queda claro que ser veraces implica un ordenamiento en la opción de nuestros valores y prioridades?
¿Hasta este momento hemos tenido influencias ajenas a nuestro auténtico deseo nos han apartado del camino de la verdad? Las causas pueden ser multifactoriales: una historia muy herida, poca comprensión de quienes pudieron haber estado en nuestro camino, falta de voluntad, etc. Lo importante es saber que desde que estamos en el Camino de Conversión, la presencia iluminativa, misericordiosa y por tanto comprensiva de Jesús es la que en la aceptación sincera de su Evangelio nos introduce en la verdad dado que Él es nuestra única verdad.
¿Alguna vez nos detuvimos en pensar que CALLAR no es MENTIR? A modo de síntesis, tengamos presente que callar para evitar mayores males siempre es prudencia. Nunca cobardía.
¿Los distintos tipos de mentiras que propongo en este capítulo pudieron haber existido en tu edad adulta? Sí te identificas con algunas, solo advertirlas. Sin embargo, al estar en el Camino, la autenticidad de vida cristiana se torna habitual. El mismo estado de alianza con Dios cada vez más intensa nos impulsa a espejar nuestra vida con el Señor de la Vida integrando siempre nuestro reconocimiento y conciencia plena de lo que es nuestra vulnerabilidad humana y lo que es fruto de nuestra pereza.
“Los proyectos de los justos son rectos,
las maquinaciones de los malvados no son
más que engaño”.
Proverbios 12, 5
2ª Predicación
“Beneficios divinos: andar en la verdad II”
La verdad y el orgullo
“Indícame tu camino, Señor,
para que yo viva según tu verdad”.
Salmo 86, 11a
A la luz de la reflexión filosófica considerar la diferencia que se presenta a la razón entre verdad ontológica y la lógica es fundamental. La ontológica es previa a la lógica dado que nos es dada (por ej. sentir, comprender) y la lógica es aquella que está en consonancia con la conformidad con el ente (relación intelecto con el ente). La verdad objetiva es la que está fundamentada en el objeto y la sustenta y la subjetiva es la visión personal sujeta a un objeto, la cual puedo o no tener sustento ontológico.
Ahora, ¿qué sucede con nuestro orgullo? Ciertamente, el orgullo puede ensombrecer la verdad. El orgullo está sujeto a nuestra propia esclavitud y carencia de deseos no concretados, lo cual conduce a la frustración. Al no tener trabajada nuestra voluntad y por tanto revisar nuestra vida con frecuencia, nos topamos con la experiencia de la autoabsorción (narcisismo) que adopta muchas formas. Algunas son normales en la infancia, pero no en la edad adulta. Erich Fromm llamó a este tipo de rebelión orgullosa “narcisismo maligno”; es decir una voluntad que no se somete. Todos los adultos mentalmente sanos se someten de una u otra forma a algo superior a sí mismos. Los cristianos, al Señor Jesucristo. Otros defienden y se someten a ideales bajo la denominación de verdad, amor o alguno otro. Aquellos de nosotros que nos sometemos a Dios, intentamos profundizar y rumiar el Evangelio para actuar consecuentemente. En vez, los que no están en el Camino, si están normalmente sanos, se someten a personas amadas, a objetivos profesionales-comerciales, en una palabra, a los dictados de su propia conciencia.
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