Adriana Patricia Fook - Conexiones

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Prepará tu corazón, observá a tu alrededor y conectá con tu mundo interior, no te olvides del amor que llevás dentro, fundite en un abrazo real. Conectate con las piedras y las flores del camino de muchas lunas y radiantes soles, que te transportarán a vivencias ilimitadas sin necesidad de soñar. Estarás despierto/a, descubrirás y sabrás que siempre hay una puerta a un mundo fascinante y así poder conectarte con todo lo que te rodea.El libro cuenta la biografía verídica de Adriana (una historia de superación); las conexiones son reales y están adaptadas dentro de las emociones con simpleza e intensidad.

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Lo que más les gustaba era bailar y disfrazarse de las personas que salían en las propagandas de televisión, todas les causaban risa.

Desde que la familia de María del Carmen se había mudado de Avellaneda a Merlo, Adriana se juntaba con su prima, Luisa. Era de su misma edad y muy traviesa, y ellas molestaban a sus hermanas mayores. Solamente con Kuky, como la llamaban a María Gabriela, su mundo era tierno y fantasioso.

¡Qué felices eran!, sobre todo María del Carmen. Cuando fueron a vivir su madre, sus hermanos y su familia a la localidad donde estaban asentados, con las hijas iban a jugar a la lotería a la casa de su abuela y tíos. María del Carmen era muy cariñosa con toda la familia y los ayudaba; siempre estaba pendiente en sus necesidades.

María del Carmen era superfeliz, no solo por haber encontrado un hombre que la amaba y era generoso, sino también por haber sido capaz de ayudar a su familia para que estuviese cerca de ella. Juan Carlos y Sam eran muy apreciados por todos. Como cada integrante de la familia tenía que hacer algo para todos, Sam era el que se encargaba de hacer la torta, era la más rica.

Con Kuky, varias veces fueron a la casa de su abuelito. Les encantaba la casa, pero más la huerta con árboles frutales. No podían creer las dimensiones del lugar, era aún más grande que la casa. Allí siempre jugaban a las escondidas; Sam las veía disfrutar y sonreía al observar cómo cuidaban solo en su casa las flores del jardín, como si conocieran las preferidas de Enriqueta. Las niñas quedaban hipnotizadas por la belleza de sus colores. Y qué decir de cuando les preparaba sus comidas y postres preferidos. Ellas volvían a sus casas felices y contando sobre su visita a la casa del abuelito de Adriana y Alicia.

A Adriana, de pequeña, no le gustaba estudiar, solo vivía en su mundo de fantasía. Era difícil saber qué le pasaba; muchas veces se escondía en su cuarto y le gustaba recitar la oración de San Francisco de Asís. En un principio quiso ser monja, pero luego, en su adolescencia, notó que le gustaban mucho los chicos y lo desestimó.

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz.

Donde haya odio, siembre yo amor,

donde haya injuria, perdón;

donde haya duda, fe;

donde haya desesperación, esperanza;

donde haya sombra, luz;

donde haya tristeza, alegría.

Oh, divino maestro,

concédeme que no busque ser consolado, sino consolar;

que no busque ser comprendido, sino comprender;

que no busque ser amado, sino amar.

Porque dando es como recibo;

perdonando es como tú me perdonas

y muriendo en ti nazco a la vida eterna.

Otras veces, escondía algún perrito. Varias veces su madre le hacía devolver el animal desvalido a donde lo había encontrado. O se quedaba jugando con su gato en la habitación mientras nadie la veía.

Las hermanas eran muy diferentes, aunque, como todos los chicos, hacían algunas picardías. Alicia nunca quedaba en evidencia, lo que no sucedía con Adriana, ella era a la que siempre le llamaban la atención.

Una vez al mes, cuando su padre cobraba el sueldo, el día se convertía en una fiesta. Lo iban a buscar a la oficina en tren. Allí, escribían a máquina, luego iban a un lugar muy grande parecido a un súper, almorzaban y, como el padre llevaba el auto, después se iban a un sitio con casas precarias para comer allí un superpostre argentino de maní. El panorama no era muy lindo, pero Juan Carlos quería demostrarles la importancia de estudiar para tener una casa propia. Él, que prácticamente no había tenido un techo fijo y que de pequeño hacía pantallas con papel de arroz con Sam para vender en la plaza, quería inculcarles a sus hijas el valor del esfuerzo, el estudio y el trabajo.

No había época más hermosa que cuando iban de vacaciones, siempre al mar. Jugaba con su padre a hacer castillos de arena. Era difícil cuando Juan Carlos iba a nadar, pues Adriana Patricia no veía el peligro y lo seguía a todos lados, mientras que a Alicia no le gustaba acercarse a la orilla.

Cuando venían los barquilleros, comían una galletita dulce y rica. Juan Carlos sabía la manera de conseguir mayor cantidad, pues había que mover una ruleta y, de acuerdo con ese movimiento, las niñas obtenían una o más galletitas.

Cuando bajaba el sol, las llevaba a la calesita, donde, si tomaban la sortija, les regalaban muchas golosinas. Como iban muy seguido, las niñas volvían llenas de caramelos, que sus padres iban fraccionando pues les cuidaban la salud; solo comían algunos dulces cuando estaban de vacaciones.

Un lugar que les gustaba mucho visitar era la gruta de la virgen de Lourdes, un santuario ubicado en la ciudad de Mar del Plata1, inspirado en el original, que se encuentra en Francia. En este, se destaca una réplica a escala de las ciudades de Belén y Jerusalén, donde se observan animaciones y efectos especiales con colores alucinantes. Las niñas quedaban admiradas cuando se iluminaba la maqueta en su totalidad.

Las hermanas iban creciendo y, cuando salían de vacaciones, Alicia iba con su padre a pescar, pues todos los hermanos mayores lo hacían y así veían los amaneceres más hermosos. Mientras ellos pescaban, Adriana se quedaba inmersa en su propio mundo, leyendo o pensando en chicos.

Nunca veían a su padre de mal humor; solo una vez, en un camping de Chapadmalal (ciudad a unos kilómetros de Mar del Plata), hubo un temporal muy fuerte, y los padres llevaron a todos los hijos a la confitería del lugar, mientras ellos se quedaban cuidando y protegiendo las carpas. Los chicos salieron de allí, sentían que iban a vivir una aventura… ¿a quién se le podía ocurrir armar un fogón en un día como ese? No lo hicieron, pero tuvieron que caminar y volver a la confitería. Cuando se iban acercando, vieron que todos los autos habían salido a buscarlos. Esa fue la única vez que se lo vio a Juan Carlos enojado, y les propinó un reto que jamás olvidarían; nunca se sintieron tan avergonzados.

Antes de llegar a la adolescencia, la diferencia entre las hermanas se hacía abismal. Mientras que la mayor era excelente alumna, la menor se zambullía en la despreocupación. Ya no se juntaba con María Gabriela, pues ella no solo había pasado al siguiente grado, sino que además tenía novio. Adriana no quiso estudiar, pero su padre y la mamá de Inés, Mary, que ayudaban a los compañeros que tenían dificultades, la convencieron para que siguiera estudiando. Al comienzo fue difícil hacer amigos, pues todos sus compañeros se conocían, a pesar de eso, comenzó a socializar un poco más.

1Mar del Plata, también conocida como la Feliz o la perla del Atlántico, es una ciudad ubicada en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, Argentina, sobre la costa del mar Argentino. Es la cabecera del partido de General Pueyrredón, un importante puerto y balneario y la segunda urbe de turismo más importante del país tras Buenos Aires, ya que en época de verano su población puede aumentar en alrededor de un 300 %, por lo que cuenta con una gran oferta de infraestructura de hoteles y distintos servicios para que el turista viva unas vacaciones a pleno (Wikipedia: la enciclopedia libre. «Mar del Plata», disponible en https://es.wikipedia.org/wiki/Mar_del_Plata).

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