También podría plantearse: ¿a qué ciencia pertenece estudiar la materia de los seres matemáticos? No a la física, porque todas las elucubraciones del físico poseen por objeto los seres que tienen en sí mismos el principio del movimiento y del reposo. Tampoco corresponde a la ciencia que demuestra las propiedades de los seres que da por supuesta, funda sus investigaciones. Sobra decir que nuestra ciencia, la filosofía, es la que se ocupa de este estudio.
Otra cuestión es la de indagar si la ciencia que buscamos debe considerarse con relación a los principios que algunos filósofos llaman elementos. Pero todo el mundo admite que los elementos están contenidos en los compuestos. Ahora bien, la ciencia que buscamos parecería ser más bien la ciencia de lo general, porque toda noción, toda ciencia, recae sobre lo general y no sobre los últimos individuos. Constituirá, pues, la ciencia de los primeros géneros; estos géneros serán la unidad y el ser, porque son los que principalmente abrazan todos los seres, teniendo por excelencia el carácter de principios, porque son primeros por su naturaleza: suprimido el ser y la unidad; todo lo demás desaparece en el instante, porque todo es unidad y ser. Por otra parte, si se les admite como géneros, las diferencias participarán necesariamente entonces de la unidad del ser; pero ninguna diferencia participa del género, en vista de lo cual no debe considerárselos, al parecer, como géneros ni como principios.
Luego lo que es más simple es antes principio que lo que lo es menos. Las últimas especies comprendidas en el género son más simples que los géneros, porque son indivisibles, mientras que el género puede dividirse en una multitud de especies diferentes. Por consiguiente, las especies serán, al parecer, principios más bien que los géneros. Por otra parte, en tanto que la supresión del género lleva consigo la de las especies, los géneros tienen más bien el carácter de los principios, porque es principio aquello que todo lo arrastra tras de sí.
Tales son las dudas que pueden ocurrir y, como estas, otras muchas de la misma naturaleza.
Parte II
Fuera de esto, ¿deben o no admitirse otros seres además de los individuos? La ciencia que buscamos, ¿ha de recaer sobre los individuos? Pero hay una afinidad de individuos. Fuera de los individuos están los géneros y las especies; pero ni aquellos ni estos son el objeto de nuestra ciencia; y hemos dicho ya por qué era esto imposible. En una palabra, ¿es preciso admitir, sí o no, que existe una esencia separada fuera de las sustancias sensibles, o bien que estas últimas son los únicos seres, y ellas el objeto de la filosofía? Evidentemente nosotros buscamos alguna esencia distinta de los seres sensibles, y nuestro fin es ver si hay algo que exista separado en sí y que no se encuentre en ninguno de los seres sensibles. Después, si hay alguna otra esencia independiente de las sustancias sensibles, ¿fuera de qué sustancias sensibles es necesario admitir que existe? Porque ¿qué motivo habrá para decir que esta sustancia independiente existe más bien fuera de los hombres y de los caballos que de los demás animales, o en general de los objetos inanimados? Y, por otra parte, es contrario a la razón, según mi opinión, imaginar sustancias eternas semejantes a las sustancias sensibles y mortales.
Luego si el principio que buscamos ahora no se encuentra separado de los cuerpos, ¿qué principio podrá admitirse con preferencia a la materia? Pero la materia no se da en acto; no existe más que en potencia. Según esto, la forma y la esencia poseen según mi opinión, más derecho al título de principio que la materia. Pero la forma material es perecedera; de forma que no existe absolutamente ninguna sustancia eterna separada y en sí esto es absurdo. Evidentemente existe alguna, pues casi todo los espíritus más distinguidos se han ocupado de esta investigación, convencidos de la existencia de un principio, de una sustancia de este género. ¿Cómo, en verdad, podría subsistir el orden si no hubiese algo eterno, separado, inmutable?
Súmase a esto que si existe un principio, una sustancia de la naturaleza que buscamos; si es la sustancia única de todas las cosas, sustancia de los seres eternos y perecederos a la vez, aparece otra dificultad: siendo el principio el mismo, ¿cómo unos seres son eternos y otros no? Esto es absurdo. Si existen dos sustancias que sean principios, la una de los seres perecederos, la otra de los seres eternos, y si al mismo tiempo la sustancia de los seres perecederos es eterna, la dificultad no es menor. Porque si el principio es eterno, ¿cómo lo que procede del principio no es eterno también? Si es perecedero, tiene por principio otro principio, este otro, y se ascenderá hasta el infinito.
Y si se admiten por principios la unidad y el ser, que son, al parecer, por excelencia los principios inmóviles, y si al propio tiempo ninguno de estos dos principios es un ser determinado, una ciencia, ¿cómo existirán separados y en sí? Porque estos son los caracteres que perseguimos en los principios eternos y primeros. Si, por otra parte, la unidad y el ser son el ser determinado y la esencia, entonces todos los seres serán esencias; porque el ser se refiere igualmente a todos los seres y la unidad de un cierto número. Pero sostener que todos los seres son esencias, es defender una falsedad.
Por otra parte ¿cómo pueden estar en posesión de la verdad los que dicen que el primer principio es la unidad, y que en este concepto la unidad es esencia, que engendran el primer número por medio de la unidad y de la materia, y dicen que este número es la sustancia de los seres sensibles? ¿Cómo comprender que haya unidad en la díada y en cada uno de los otros números compuestos? Nada dicen sobre esto, y no sería fácil que ofrecieran una explicación satisfactoria.
Si se toman como principios las líneas, o lo que depende de las líneas, y por esto entiendo las superficies primeras, no serán sustancias separadas; no serán más que secciones, divisiones, las unas de las superficies, las otras de los cuerpos, los puntos de las líneas. No serán más que los límites de estos cuerpos; pero semejantes seres existen siempre en otros seres; ninguno de ellos se ofrece separado. Además, ¿cómo concebir una sustancia en la unidad y en el punto? Toda sustancia se halla sujeta a producción, y el punto no se genera; no es más que una división.
Otra dificultad es que toda ciencia recae sobre lo universal, sobre lo que abarca la multiplicidad de las cosas, mientras que la sustancia no es algo general, sino más bien el ser determinado y separado. Y, por consecuencia, si la ciencia trata de los principios, ¿cómo concebir que el principio sea una sustancia?
Además, ¿existe o no algo independientemente del conjunto? (entiendo por conjunto la materia unida a la forma). Si no existe nada, todo es material, todo es efímero; si existe algo que sea independiente, será la forma y la figura. Pero ¿en qué caso la forma es independiente, y en qué caso no lo es? Esto es difícil de solucionar. Sin embargo, en ciertos casos la forma, está claro que, no está separada; en el de una casa, por ejemplo. Finalmente, ¿los principios son idénticos en cuanto a la especie, o en cuanto al número? Si son idénticos en número, todo será idéntico.
Parte III
La ciencia del filósofo es la ciencia del ser, en tanto que ser en todos estos significados, y no desde un punto de vista particular. El ser no posee una acepción única, sino que se entiende de muchas formas: si solo hay analogía de nombre, y no hay en el fondo un género común, el ser no es privativo de una sola ciencia, puesto que no hay entre las diversas clases de seres unidad de género; pero si existe también entre ellas una relación fundamental, entonces el estudio del ser pertenecerá a una sola ciencia. Lo que hemos explicado que tenía lugar respecto de lo medicinal y de lo sano se ofrece igualmente, al parecer, en cuanto al ser. Lo medicinal y lo sano se toman ambos en muchos significados: se dan estos nombres a todo lo que puede referirse de tal o cuál manera, ya a la ciencia médica, ya a la salud; pero todas las acepciones de cada una de estas palabras se refieren a una misma cosa. Se da el nombre de medicinal a la noción de la enfermedad y al escalpelo, porque la una viene de la ciencia médica y el otro es útil en esta ciencia. Lo mismo respecto a lo sano: este objeto recibe el nombre de sano porque es la prueba de la salud, aquel otro porque la produce; y lo propio sucede con las cosas análogas. En fin, lo mismo ocurre con todos los modos del ser. A cada uno de estos modos se llama ser, o porque es una cualidad, un estado del ser en tanto que ser, o es una disposición, un movimiento u otro atributo de este género.
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