Es, por tanto, evidente que siempre es uno de los contrarios la privación del otro. Bastará, por lo demás, que esto sea verdadero para los primeros contrarios, los mismos que son como los géneros de los otros, como la unidad y la pluralidad, porque todos los demás se reducen a estos.
Parte V
Siendo la unidad opuesta a una unidad, podría suscitarse esta dificultad: ¿Cómo la unidad se opone a la pluralidad? (porque todos los contrarios se reducen a estos). ¿Cómo lo igual se opone a lo grande y a lo pequeño? En toda interrogación de dos términos oponemos siempre dos cosas; y decimos así: ¿es blanco o negro, es blanco o no blanco? Pero no decimos es hombre o blanco sino en una hipótesis particular, cuando preguntamos, por ejemplo: ¿cuál de los dos ha venido, Cleón o Sócrates? Cuando se trata de géneros diferentes, la interrogación no es de la misma naturaleza; no es necesariamente lo uno o lo otro: aquí mismo, si ha podido expresarse de esta manera, es porque había contrariedad en la hipótesis, porque los contrarios solos no pueden existir al mismo tiempo, y esta es la suposición que se hace cuando se pregunta: ¿cuál de los dos ha venido? Si fuese posible que hubiesen venido al mismo tiempo, la pregunta sería absurda. Y sin embargo, hasta en este último caso habría también oposición, oposición de la unidad y de la pluralidad; por ejemplo: ¿han venido ambos o ha venido uno solo de los dos?
Si la interrogación de dos términos atañe siempre a los contrarios, ¿cómo se hace la interrogación relativamente a lo más grande, a lo más pequeño y a lo igual, y cómo entonces lo igual será opuesto a lo más grande y a lo más pequeño? No puede ser únicamente el contrario de uno de los dos; no puede serlo tampoco de ambos; porque, ¿qué razón hay para que lo sea más de lo más grande que de lo más pequeño? De otro lado, lo igual es opuesto también como contrario a lo desigual. De forma que una cosa sería lo contrario de muchas.
De otro modo, si lo desigual significa lo mismo que los otros dos términos, grande y pequeño, lo igual será opuesto a ambos, y entonces esta dificultad viene en apoyo de los que dicen que la desigualdad es la díada. Pero resulta de aquí que una cosa es lo contrario de dos, lo cual es imposible. Además, lo igual sería intermedio entre lo grande y lo pequeño; pero al parecer, ningún contrario es intermedio, porque esto no es posible conforme a la definición. La contrariedad no sería una diferencia perfecta si fuese un intermedio; es mucho más exacto decir que existe siempre intermedio entre los contrarios. Solo queda añadir que lo igual es opuesto a lo grande y a lo pequeño, como negación o como privación. En principio no puede ser opuesto así de uno de los dos únicamente, porque ¿qué razón hay para que lo sea más bien de lo grande que de lo pequeño? Será, por tanto, la negación privativa de ambos. Por esta causa, cuando se hace la pregunta es preciso siempre que haya comparación de lo igual con los otros dos términos, y no únicamente con uno de los dos. No se dirá es más grande o es igual, más pequeño o igual, sino que deberán encontrarse los tres términos reunidos; incluso así no habría necesariamente privación, porque lo que no es ni más grande ni más pequeño no es siempre igual: esto solo puede tener lugar respecto de las cosas que son naturalmente grandes o pequeñas.
Así pues, lo igual es lo que no es grande ni pequeño, incluso teniendo naturalmente la propiedad de ser grande o pequeño. Se opone a ambos como negación privativa, y en este concepto es un intermedio. Igualmente, lo que no es malo ni bueno se opone a lo bueno y a lo malo, pero no se le ha dado nombre; y esto procede de que el bien como el mal se admiten en muchos sentidos, de que el sujeto no es uno; habría más bien un sujeto único para lo que no es blanco ni negro; y, sin embargo, en esto mismo no existe realmente unidad, porque solo a ciertos colores determinados se aplica esta negación privativa de negro y de blanco. En efecto, es necesario que el color sea moreno o amarillo, o cualquiera otra cosa determinada. Según esto, no tienen razón los que pretenden que lo mismo ocurre en todos los casos; existiría, pues, entre el calzado y la mano un intermedio que no sería ni el calzado ni la mano, porque entre el bien y el mal está lo que no es ni bien ni mal. Habría intermedios entre todas las cosas; pero esta consecuencia no es inevitable. Puede haber negación de dos opuestos a la vez en las cosas que admiten algún intermedio, y entre los cuales existe naturalmente un cierto intervalo; pero en el ejemplo que se cita no hay diferencia. Los dos términos comprendidos en la negación común no son ya del mismo género, no existe unidad de sujeto.
Parte VI
Puede plantearse idéntica duda relativamente a la unidad y a la pluralidad. En efecto, si la pluralidad es opuesta totalmente a la unidad, se derivan de aquí dificultades insuperables: la unidad será entonces lo poco o el pequeño número, puesto que la pluralidad está opuesta también al pequeño número. Además, dos es una pluralidad, puesto que el doble es múltiple: en este sentido dos es doble. La unidad es, pues, lo poco, porque ¿con relación a qué sería dos una pluralidad si no es con relación a la unidad y a lo poco? No existe duda de que sea más pequeña que la unidad. Además, existe lo mucho y lo poco en la multitud, como lo largo y lo corto en las longitudes; lo que es mucho es una pluralidad; toda pluralidad es mucho. A no ser, pues, que se trate de un continuo indeterminado, lo poco será una pluralidad; y entonces la unidad será asimismo una pluralidad porque es un poco. Esta consecuencia es inevitable si dos es una pluralidad. Pero puede decirse que la pluralidad es lo mismo que lo mucho en ciertas circunstancias, y en otras no; y así el agua es mucho y no es una multitud. En todas las cosas que son divisibles, mucho se dice de todo lo que constituye una multitud desmesurada, sea absolutamente, sea relativamente a otra cosa; lo poco es una multitud falsa o insignificante.
Multitud se refiere también al número, el cual es opuesto solo a la unidad. Se habla de unidad y multitud en idéntico sentido que se diría una unidad y unidades, blanco y blancos, medido y medida; y en este sentido toda pluralidad es una multitud. Todo número, en efecto, es una multitud, porque está compuesto de unidades, porque se puede medir por la unidad; es multitud en tanto que es opuesto a la unidad y no a lo poco. De esta forma el mismo dos es una multitud; pero no lo es en tanto que pluralidad excesiva, sea absolutamente, sea relativamente: dos es la primera multitud. Dos es el pequeño número: absolutamente hablando, porque es el primer grado de la pluralidad falta o defectuosa. Anaxágoras se ha equivocado, por tanto, al decir que todo era igualmente infinito en multitud y en pequeñez. En lugar de y en pequeñez, debía decir y en pequeño número; y entonces hubiera visto que no había infinidad, porque lo poco no es, como algunos quieren, la unidad, sino la díada.
He aquí en qué se fundamenta la oposición. La unidad y la multitud son opuestas en los números; la unidad es opuesta a la multitud, como la medida a lo medible. Otras cosas son opuestas por relación; en este caso se encuentran aquellas que no son relativas esencialmente. Hemos visto anteriormente que podría haber relación de dos maneras: relación de los contrarios entre sí, y relación de la ciencia a su objeto; una cosa en este caso se considera relativa en tanto que se la refiere a otra cosa.
Nada impide, sin embargo, que la unidad sea más pequeña que otra cosa, por ejemplo, que dos. Una cosa no es poco por ser más pequeña. En cuanto a la multitud, es como el género del número; el número es una multitud medible por la unidad. La unidad y el número son opuestos, no en concepto de contrarios sino como hemos dicho que lo eran ciertas cosas que están en relación; son opuestos en cuanto son el uno la medida, el otro lo que puede ser medido. Por esta razón, todo lo que tiene en sí la unidad no es número, por ejemplo, si es una cosa indivisible.
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