Aristoteles Aristoteles - Obras Inmortales de Aristóteles

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El filósofo griego Aristóteles es considerado, al igual que Platón (de quien fue discípulo), pionero y padre de la filosofía occidental. Por lo sistemático de sus estudios, el rigor con el que los llevaba a cabo y la diversidad de los campos que abarcó, se considera también uno de los primeros investigadores científicos dentro del concepto moderno del término. Puede afirmarse que sus ideas han influenciado el pensamiento intelectual en occidente por más de dos mil años.El sistema aristotélico tuvo su punto de partida en el platonismo, pero sustituyó la visión idealista de su doctrina por una especulación realista que parte ante todo del sentido común. Aristóteles sistematizó el saber filosófico de su época según una división de las ciencias y una estructuración interna del saber científico que se constituyó en modelo para muchos siglos y que incluía la lógica, la psicología, la biología, la física, la política y la ética, además de la filosofía primera o metafísica que él mismo creó. Las obras contenidas en el presente volumen están consideradas como las más importantes e influyentes de Aristóteles y son: «Metafísica», «Ética a Nicómaco», «Política» y «Retórica».

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En los seres humanos la experiencia proviene de la memoria. En efecto, muchos recuerdos de una misma cosa constituyen una experiencia. Pero la experiencia, al parecer, se asimila casi a la ciencia y al arte. Por la experiencia progresan la ciencia y el arte en el ser humano. La experiencia, dice Polus, y con razón, ha creado el arte, la inexperiencia marcha a la deriva. El arte se inicia, cuando de un gran número de nociones suministradas por la experiencia, se forma una sola concepción general que se aplica a todos los casos semejantes. Saber que tal remedio ha curado a Calias aquejado de tal enfermedad, que ha producido el mismo efecto en Sócrates y en muchos otros considerados individualmente, constituye la experiencia; pero saber que tal remedio ha curado toda clase de enfermos atacados de cierta enfermedad, los flemáticos, por ejemplo, los biliosos o los calenturientos, se considera arte. En la práctica, la experiencia no parece diferenciarse del arte, y se constata que hasta los mismos que solo tienen experiencia logran mejor su objeto que los que poseen la teoría sin la experiencia. Esto prueba que la experiencia es el conocimiento de las cosas particulares, y el arte, por lo contrario, el de lo general. Ahora bien, todos los actos, todos los hechos se producen en lo particular. Porque no es al ser humano al que cura el médico, sino accidentalmente, y sí a Calias o Sócrates o a cualquier otro individuo que resulte pertenecer a él. Luego si alguno posee la teoría sin la experiencia, y conociendo lo general ignora lo particular en el contenido, errará muchas veces en el tratamiento de la enfermedad. En efecto, lo que se trata de curar es al individuo. Sin embargo, el conocimiento y la inteligencia, según la opinión general, son más bien patrimonio del arte que de la experiencia, y los hombres de arte pasan por ser más sabios que los hombres de experiencia, porque la sabiduría se encuentra en todos los hombres en razón de su saber. El motivo de esto es que los unos conocen la causa y los otros no.

En efecto, los hombres de experiencia saben bien que tal cosa existe, pero no saben el porqué; los hombres de arte, por lo contrario, conocen el porqué y la causa. Y así afirmamos con certeza que los directores de obras, cualquiera que sea el trabajo de que se trate, tienen más derecho a nuestro respeto que los simples operarios; tienen más conocimiento y son más sabios, porque conocen las causas de lo que se hace; mientras que los operarios se parecen a esos seres inanimados que obran, pero sin conciencia de su acción, como el fuego, por ejemplo, que quema sin saberlo. En los seres inanimados, una naturaleza particular es la que produce cada una de estas acciones; en los operarios es la costumbre. La superioridad de los jefes sobre los operarios no es debida a su habilidad práctica, sino al hecho de poseer la teoría y conocer las causas. Añádase a esto que el carácter principal de la ciencia consiste en poder ser transmitida por la enseñanza. Y así, según la opinión general, el arte, más que la experiencia, es ciencia; porque los hombres de arte pueden enseñar, y los hombres de experiencia no. Por otra parte, ninguna de las acciones sensibles constituye a nuestros ojos el auténtico saber, bien que sean el fundamento del conocimiento de las cosas particulares; pero no nos dicen el porqué de nada; por ejemplo, no nos enseña por qué el fuego es caliente, sino solo que es caliente.

No sin razón, el primero que inventó un arte cualquiera, por encima de las nociones vulgares de los sentidos, fue admirado por los demás, no solo a causa de la utilidad de sus descubrimientos, sino a causa de su ciencia, y porque era superior al resto. Las artes se multiplicaron, aplicándose las unas a las necesidades, las otras a los placeres de la vida, pero siempre los inventores de que se trata fueron considerados como superiores a los de todas las demás, porque su ciencia no tenía la utilidad por fin. Todas las artes a las que nos referimos estaban inventadas cuando se descubrieron estas ciencias que no se aplican ni a los placeres ni a las necesidades de la vida. Nacieron primero en aquellos puntos donde los seres humanos gozaban de reposo. Las matemáticas fueron inventadas en Egipto, porque en este país se dejaba un gran esparcimiento a la casta de los sacerdotes.

Hemos asentado en la Moral la diferencia que hay entre el arte, la ciencia y los demás conocimientos. Todo lo que sobre este punto nos proponemos decir ahora, es que la ciencia que se llama Filosofía es, según la idea que por lo general se tiene de ella, el estudio de las primeras causas y de los principios.

Así pues, como acabamos de señalar, el hombre de experiencia parece ser más sabio que el que solo tiene conocimientos sensibles, cualesquiera que ellos sean: el hombre de arte lo es más que el hombre de experiencia; el operario es aventajado por el director del trabajo, y la especulación es superior a la práctica. Es, por tanto, evidente que la Filosofía es una ciencia que se ocupa de ciertas causas y de ciertos principios.

Parte II

Puesto que esta ciencia es el objeto de nuestras investigaciones, examinemos de qué causas y de qué principios se ocupa la filosofía como ciencia; cuestión que se aclarará mucho mejor si se analizan las diversas ideas que nos formamos del filósofo. En principio, concebimos al filósofo principalmente como conocedor del conjunto de las cosas, en cuanto es posible, pero sin tener la ciencia de cada una de ellas en particular. De inmediato, el que puede llegar al conocimiento de las cosas difíciles, aquellas a las que no se llega sino venciendo graves dificultades, ¿no le llamaremos filósofo? En efecto, conocer por los sentidos es una facultad común a todos, y un conocimiento que se adquiere sin esfuerzos no tiene nada de filosófico. Finalmente, el que tiene las nociones más rigurosas de las causas, y que mejor enseña estas nociones, es más filósofo que todos los demás en todas las ciencias; aquella que se busca por sí misma, solo por el ansia de saber, es más filosófica que la que se estudia por sus resultados; así como la que domina a las demás es más filosófica que la que está supeditada a cualquiera otra. No, el filósofo no debe recibir leyes, y sí darlas; ni es necesario que obedezca a otro, sino que debe obedecerle el que sea menos filósofo.

Tales son, en suma, los modos que tenemos de concebir la filosofía y los filósofos. Ahora bien; el filósofo, que posee a la perfección la ciencia de lo general, posee por necesidad la ciencia de todas las cosas, porque un hombre de tales circunstancias sabe en cierta manera todo lo que se encuentra comprendido bajo lo general. Pero puede decirse también que es muy difícil al ser humano llegar a los conocimientos más generales; como que las cosas que son objeto de ellos se encuentran mucho más lejos del alcance de los sentidos.

Entre todas las ciencias, son las más estrictas las que son más ciencias de principios; las que recaen sobre un pequeño número de principios son más estrictas que aquellas cuyo objeto es múltiple; la aritmética, por ejemplo, es más estricta que la geometría. La ciencia que estudia las causas es la que puede enseñar mejor, porque los que explican las causas de cada cosa son los que con certeza enseñan. Finalmente, conocer y saber con el solo objeto de saber y conocer, tal es por excelencia el carácter de la ciencia de lo más científico que existe. El que desee estudiar una ciencia por sí misma, escogerá entre todas la que sea más ciencia, puesto que esta ciencia es la ciencia de lo que posee de más científico. Lo más científico que existe lo constituyen los principios y las causas. Por su medio conocemos las demás cosas, y no conocemos aquellos por las demás cosas. Porque la ciencia soberana, la ciencia superior a toda ciencia subordinada, es aquella que conoce el porqué debe hacerse cada cosa. Y este porqué es el bien de cada ser, que tomado en general, es lo mejor en todo el conjunto de los seres.

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