Omraam Mikhaël Aïvanhov - El amor y la sexualidad

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La sexualidad es una tendencia egocéntrica que sólo impulsa a buscar el placer, incluso si es en detrimento de los demás. Por el contrario, el amor piensa primero en la felicidad del otro, está basado en la abnegación y el sacrificio : sacrificio del tiempo, de fuerzas, de dinero, e incluso sacrificio de la propia satisfacción para ayudar al otro, para permitir su expansión y desarrollar todas sus posibilidades.Nada es más bello que el amor, cuando estáis dispuestos a privaros, a renunciar a todo lo que poseeis o a lo que más os gusta. Y la espiritualidad justamente comienza allí dónde el amor domina la sexualidad, cuando el hombre o la mujer quiere arrancar algo de si mismo para el bien de otro. Sólo el que es capaz de sacrificio es capaz de amar.

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Encontramos este mismo precepto expresado de un modo un poco diferente en los Evangelios: “Amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu pensamiento y con toda tu fuerza...” Lo que sobreentiende que sólo podemos comulgar con el Señor a través de nuestro ego superior. Es también lo que quería decir Cristo cuando decía: “Nadie puede ir hasta el Padre sino es a través mío...” Cristo es el símbolo de la Divinidad, del Verbo, del Hijo de Dios que está en cada alma como una chispa oculta en alguna parte, perdida, sepultada.4 Uniéndose a su alma superior, el hombre se une a este principio de Cristo, que está por todas partes, en todas las almas, y a través de él, se une a Dios. Únicamente podéis ir hasta Dios a través de vuestro ego superior, puesto que él lo contiene todo y representa lo mejor y más puro de vosotros mismos. Por eso, todas las prácticas de meditación aconsejan hacer un trabajo con el pensamiento, a fin de alejarse lo más posible del mundo físico, material y elevarse hasta el mundo más luminoso para alcanzar la Divinidad, el principio de nuestra alma superior. Y como existe siempre una polarización, se crea una afinidad, una simpatía, un vínculo con el principio complementario, ya que el masculino es siempre atraído por el femenino, y el femenino por el masculino.

Cada ser, teniendo el otro principio en él mismo, sólo puede encontrar a Dios a través del otro principio. Por esto la mujer encuentra a Dios a través del hombre, porque el hombre representa el otro principio y este principio la une al Padre Celestial. Y el hombre sólo puede encontrar la Divinidad a través del principio femenino, ya sea una mujer o la naturaleza misma (que es un principio femenino) o la Madre divina. Pero sin este principio femenino, no hay nada, ningún impulso, ninguna inspiración, ningún trabajo, nada. Y sin la presencia del principio masculino, el principio femenino queda informe, inerte, estéril. Estudiad cómo hace las cosas la naturaleza y veréis cómo el sol, que es el principio masculino, proyecta la luz y el calor, y todos se llenan de vida. En nuestra vida interior también debemos ser fertilizados, animados, vivificados por este principio divino del sol. Es más fácil para las mujeres porque ya son receptivas, pero los hombres, que son positivos, emisivos, deben cambiar su polarización para llegar a ser también receptivos.

Volvamos ahora a los tres grados del amor de los cuales he hablado antes. Si se reflexiona, estamos obligados a constatar que los humanos no saben amar, se destruyen incluso. ¿Es verdaderamente tener amor por sí mismo, comer y beber cualquier cosa, fumar y cometer locuras? Y cuando dejáis, por ejemplo, que estalle la cólera o el odio, ¿creéis que obráis bien? No, os estáis envenenando. Diréis: “Pero quiero envenenar a fulanito o a menganito. – De acuerdo, pero este veneno debe primero pasar a través tuyo antes de salir a envenenar al otro. Entonces, te envenenarás antes que él...” Ya lo veis, ¡cuánta ignorancia e incomprensión! Nos amamos muy mal y hay que aprender a amarse como es debido.

Suponed que no queréis dejar que entre nada impuro en vosotros... En ese caso, sí, os estáis amando, ya que con vuestra pureza, preparáis unas condiciones óptimas para que los ángeles vengan a habitar en vosotros. Cuando ponéis atención en no causar ningún mal con vuestros pensamientos, vuestros sentimientos y vuestras palabras, ya estáis preparando interiormente las condiciones para que el Señor venga a instalarse en vosotros. Este amor hacía sí mismo es algo divino y es de esta manera que debemos amarnos. Aquellos que no saben amarse, no aman a Dios, y no aman tampoco a los demás. El amor de Dios comienza por el amor a sí mismo, ya que el amor debe primero pasar a través de uno mismo para unirse al otro Yo, en lo alto: queréis vivir en la pureza y en la luz para complaceros a vosotros mismos, a la parte superior de vosotros mismos que os vigila. Es así como debéis amar, conservando todo intacto en vuestro interior.

Es normal amarse, es la naturaleza la que ha dado a sus hijos el amor hacia sí mismos. Solamente, deben aprender cómo amarse respetando el orden y la armonía, teniendo conciencia de su dignidad, de su divinidad. La mayoría de gente comprende el amor como la satisfacción de sus deseos, la búsqueda del placer, mientras que en realidad, hay que comprenderlo como sacrificio, como inteligencia, como pureza, despojo, renuncia. Nuestra felicidad y nuestro desarrollo dependen de una correcta comprensión del amor. Pero la experiencia que los humanos tienen del amor hace que este tema no esté claro para ellos. Cuando un hombre ama a una mujer, por ejemplo, en lugar de comprender que hay allí algo divino y aprovecharlo para emprender realizaciones gigantescas, quiere de inmediato dar salida a sus deseos, para dañarlo todo, destruirlo todo. ¿Por qué no puede esperar y beneficiarse de esta atracción, de este amor? Si amáis a alguien, no lo demostréis, no lo digáis, solamente bendecid al Cielo por tener este amor. Sí, ¡ya que éstas son condiciones excepcionales que os han sido dadas para elevaros, tener coraje, impulso, inspiración y lograr victorias! No destruyáis estas condiciones queriendo de inmediato abrazar a esta mujer o acostaros con ella, ya que después, se acabó, aparecen complicaciones, historias: “Tu me has dicho eso... tu me has hecho aquello...” Y de repente la alegría, la felicidad y la inspiración desaparecen.

Amar es una bendición, por esto, proteged vuestro amor el mayor tiempo posible, porque el día que queráis darle rienda suelta, pasaréis a otra página donde están inscritos trastornos y catástrofes. El amor, es Dios mismo, os lo da todo: la vida, la felicidad, la inspiración, las riquezas... ¿Por qué tenéis tanta prisa en malgastarlo, deshaciéndoos de él en cualquier lugar en vez de vivir la vida eterna, la vida divina? Podéis vivir el amor día y noche, pero a condición de hacer intercambios con las regiones y las criaturas más sublimes y no estropearlo con actos prosaicos y vulgares, para que sólo quede de vosotros algunas cenizas. Así pues, amaos a vosotros mismos, pero a vuestra parte divina, y hacedlo todo por ella. Ningún sacrificio debe parecer difícil cuando se trata de conquistar a esta amada, de tenerla en vuestros brazos y que toda la naturaleza cante....

Todo nuestro éxito, toda nuestra felicidad dependen de este centro, de este punto que se llama Dios.5 Observad, tengo aquí una pluma estilográfica sobre la que hice grabar un símbolo que contiene toda la Ciencia iniciática: un círculo con un punto en el centro ¿Cómo interpretarlo? Habéis visto el aula de un colegio: cuando el profesor no está, todos los alumnos se alborotan, juegan, gritan, se pelean... Es normal, el profesor no está allí, hay que divertirse. Pero he ahí que el profesor llega: rápido, los alumnos saben donde tienen que colocarse. Y ahora, veamos un ejército: el jefe está ausente, los soldados corren en todas las direcciones, es la desbandada, retroceden y la batalla está perdida. Pero el jefe llega; todos están ahí para ejecutar sus órdenes y ¡obtienen la victoria!

Podría daros aún muchos otros ejemplos, pero lo esencial es que comprendáis que son las mismas leyes que existen en nuestro interior. El Señor es la cabeza, el jefe, el centro, y cuando no está allí, ya sabéis lo que se dice... Cuando el gato no está ahí, los ratones bailan... y se comen todo el queso. Por eso, cuando alguien dice: “No necesito al Señor, puedo desenvolverme sin Él”, puedo responderle que, en efecto, se desenvolverá, pero en su interior las ratas y los ratones bailarán, porque la cabeza no está ahí. La cabeza, el Señor, introduce el orden en nuestras células; cuando Él está ahí, todas trabajan en la armonía, en la paz, y la vida circula. Si la cabeza no está ahí, el hombre se desenvuelve igual, continúa atendiendo sus asuntos, pero interiormente se produce el desorden, y pronto la descomposición. Los humanos no han comprendido porqué es esencial introducir en su interior al Señor como centro, y en efecto, os lo digo: si queréis tener el orden y la armonía en vosotros, debéis encontrar la cabeza, el centro del circulo, porque es este punto, el centro, quien lo organiza todo. Ninguna verdad es superior a ésta.

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