Un cuento búlgaro ilustra bien esta verdad. Un hombre había cometido toda clase de tropelías: raptos de mujeres seducidas, robos, asesinatos, etc. Finalmente, fue apresado y condenado a la horca. Cuando le ponían la cuerda al cuello, el Diablo se presentó ante él y le preguntó: “¿Ves algo allí abajo? – No. – Mira mejor. – Veo veinte mulos. – ¿Qué llevan encima? – Parecen sandalias, montones de sandalias. – Sí, pues bien, dijo el Diablo, son todas las sandalias que yo usé para llevarte hasta este cadalso en donde te van a ahorcar...” Aquél que no sabe resistirse a todas estas voces que hablan dentro de él para extraviarle, irá hasta el cadalso. Allí, el Diablo le mostrará todas las sandalias que usó para conducirle hasta ahí, y no le servirá de nada acusar al diablo, porque siempre es el hombre el que es considerado responsable de sus actos.
Es evidente que lo que comemos y bebemos tiene siempre consecuencias para nosotros. El que toma excitantes se agita; el que ha recibido un calmante está tranquilo; y el que ha tomado un somnífero se duerme. Igualmente, el pan enmohecido, los frutos estropeados o el vino malo con los que debe contentarse el mendigo, no sólo destruyen su organismo físico, sino que afectan también a su vida moral. Comer platos exquisitos o porquerías no puede producir exactamente los mismos efectos sobre nuestra salud física y psíquica.
Pero el estado en el que comemos es todavía más importante, porque también podemos envenenarnos con el alimento más sano y más suculento cuando no tomamos ciertas precauciones. ¿Cómo? Si al mismo tiempo que os lleváis a la boca los alimentos, estáis nerviosos por las preocupaciones, la cólera u otros estados negativos, estos alimentos se impregnan de los venenos de los que tales estados son portadores, y van a difundirlos en todo vuestro organismo. Sí, tenéis que saberlo: el alimento, a medida que lo absorbéis, se impregna con los elementos nocivos que vosotros estáis emitiendo, y os envenena. Evidentemente, lo inverso también es verdad.14
Es normal estar momentáneamente turbados o irritados por ciertos acontecimientos; pero entonces, aunque sea la hora de la comida, esperad un poco para comer hasta que hayáis vuelto a encontrar la paz y la armonía interiores. Y, si no podéis, si vuestras obligaciones os exigen comer en ese momento, haced al menos el esfuerzo de concentraron en el alimento impregnándolo con vuestro respeto y vuestra gratitud: estos sentimientos, de los que el alimento se vuelve soporte, al penetrar en vosotros, transformarán vuestros estados negativos.
Así que, ¿veis?, también ahí se verifican las palabras de Jesús: es lo que sale de nuestra boca, de nuestra boca astral (nuestros pensamientos y nuestros sentimientos), lo que ensucia al hombre, puesto que eso ensucia también aquello que entra en él: el alimento. Pero nada de lo que viene del exterior puede ensuciarle si él es verdaderamente puro. Incluso cubierto de barro, un diamante conserva su pureza y su belleza; bastará con limpiarlo para que brille de nuevo con todo su esplendor. Y el verdadero espiritualista es comparable al diamante: nada puede ensuciarle, salvo si él mismo renuncia a su cualidad de diamante y se deja ir hasta volver a convertirse en carbón.
A veces sucede que aquél a quien se le han hecho reproches y críticas exclama: “¡Lo que he tenido que tragarme!” ¿Verdad? Ésta es una expresión que todo el mundo conoce y utiliza. Todo el mundo sabe, pues, que existe una boca psíquica, una boca astral. Gracias a la fe, el amor, la sabiduría, la paciencia y todas las virtudes, nosotros podemos transformar la materia bruta, grosera e impura que recibimos, en alimento digerible para poder merecer el diploma de buen cocinero. Alguno dirá: “Pero un diploma de cocinero, ¡no es algo muy glorioso!” Digamos, entonces, si lo preferís, ¡un diploma de alquimista! Hay muchos puntos comunes entre la cocina y la alquimia.15
Os lo dije, la nutrición es un tema inagotable, porque concierne a la totalidad de nuestro ser. Todo lo que absorbemos nos enseña sus secretos. Conocer es introducir en uno mismo las cosas y los seres para estudiarlos. La nutrición es la llave del conocimiento: debemos empezar siempre por absorber aquello que queremos conocer. La boca es, pues, el principio, el primer órgano de la sabiduría.16 Ella responde a nuestras preguntas sobre la naturaleza de los alimentos que se nos presentan: ¿tienen gusto? ¿Son benéficos para nuestra salud?... La boca nos enseña, pues, el discernimiento.
Al poner en todas las criaturas, incluso en las más ínfimas, la obligación de alimentarse, la Inteligencia cósmica las obliga a adquirir al menos un saber rudimentario: al comer empiezan a estudiar la naturaleza de las cosas. Para desarrollarse y aprender, hay que empezar siempre por saborear. Y lo que es cierto para los microbios lo es todavía más para los humanos. Pero para ellos, evidentemente, comer ya no se limita al plano físico. Su corazón, su intelecto, su alma y su espíritu tienen también necesidad de alimento. Cuando rezáis, meditáis, leéis, estudiáis... cuando contempláis los colores, las bellezas de la naturaleza, cuando escucháis música, ¿qué hacéis sino alimentaros en los planos superiores? Ahí también, si no comemos, nos debilitamos y, después, morimos. Los que no quieren estudiar, rezar, meditar, están abocados a la anemia y, después, a la muerte espiritual. Éste es el argumento que hay que dar a los perezosos que no quieren salir de su inercia psíquica: “¿No quieres comer? Pues bien, morirás...”
Pero volvamos de nuevo a las dos funciones esenciales de la boca: la nutrición y la palabra. El alimento entra en nuestra boca y la palabra sale de ella. Pero ¿acaso no hay una relación entre el alimento y la palabra? Sí, y esta relación es particularmente clara en la figura de Cristo. Cristo, es el Hijo, la segunda persona de la Trinidad, el Verbo creador proferido por el Padre. Y se manifiesta igualmente como comida, cuando Jesús dice: “Yo soy el pan bajado del cielo. Si alguno come de este pan, vivirá eternamente...” O también, en el momento de la Cena, cuando da el pan y el vino a sus discípulos diciendo: “Tomad, comed, esto es mi cuerpo... Bebed, ésta es mi sangre...”17
Hasta podemos encontrar en los Evangelios un pasaje en el que el pan es claramente identificado con la palabra. Cuando, después de haber ayunado cuarenta días en el desierto Jesús tuvo hambre, el diablo vino a tentarle sugiriéndole transformar las piedras en pan. Pero Jesús le rechazó diciendo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios...” 18
En el plano espiritual, Cristo es el Verbo de Dios, está conectado con Dios lo mismo que la palabra está conectada con el hombre que la pronuncia; y, en el plano físico, es el pan. He ahí otro aspecto de las relaciones que existen entre el mundo de abajo y el mundo de arriba, entre el mundo físico y el mundo espiritual.
10El yoga de la nutrición, Col. Izvor n° 204, cap. V: “El vegetarianismo”.
11Los dos árboles del Paraíso, Obras completas, t. 3, cap. III: “Lo que revela el rostro humano”.
12Los frutos del Árbol de vida, Obras completas, t. 32, cap. XI: “El Verbo vivo”.
13El árbol del conocimiento del bien y del mal, Col. Izvor n° 210, cap. I: “Los dos árboles del Paraíso”.
14La vía del silencio, Col. Izvor n° 229, cap. IV: “Un ejercicio: comer en silencio”.
15El trabajo alquímico o la búsqueda de la perfección, Col. Izvor n° 221.
16El segundo nacimiento, Obras completas, t. 1, cap. V: “El amor escondido en la boca”.
17“Buscad el Reino de Dios y su Justicia”, Parte VI, cap. 2 III; “El que coma mi carne y beba mi sangre”.
18“Sois dioses”, Parte II 3: “Las tres grandes tentaciones”.
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