ETAPA 3: CONSCIENTE-CALIFICADO
El paso de la fase inconsciente-no calificado a la fase consciente-no calificado es el comienzo del crecimiento. Esta transición es importante, ya que solo crecemos una vez que hayamos tomado consciencia de lo que aún tenemos que aprender. Nos estamos dando cuenta de que no lo sabemos todo (casi siempre, al darnos cuenta de nuestras propias deficiencias, propias de los cocodrilos), pero aún no hemos adquirido el conocimiento y las habilidades que necesitamos para superarlo. No es sino hasta que llegamos a una encrucijada y tomamos la decisión deliberada de desarrollarnos más plenamente que comenzamos a pasar de ser conscientes-no calificados a ser “conscientes-calificados”. Necesitamos desarrollar la resolución interna para abordar por entero nuestra(s) área(s) de desconocimiento. Durante esa noche de insomnio sentí que, si quería volver a ser feliz, tendría que cambiar mi vida. Entonces, me decidí a encontrar una nueva forma de vivir, sin importar qué. Busqué libros, maestros y, por último, la meditación me encontró y, a través de ella, comencé a encontrar un camino de regreso a quien realmente era. Descubrí cómo dejar de lado las viejas creencias prestadas que me habían mantenido estancado, por ejemplo, como “debería ser reconocido”, “ser mejor que los demás”, “ser perfecto”, “saberlo y poderlo todo” y “tener todas las respuestas”. Dejar de lado todas estas creencias me llevó a percibirme y a comportarme de nuevas maneras y me ayudó a desarrollar las habilidades de las que antes carecía con respecto a mis relaciones interpersonales. Lo que esto significa es que nos convertimos en conscientes-calificados cuando comenzamos a adquirir nuevas capacidades, mentalidades y comportamientos y decidimos aplicarlos en nuestra vida diaria. Mi nueva habilidad de ser amable conmigo mismo, la cual he ido perfeccionando con ayuda de la meditación, me llevó a tomarme el tiempo para investigar sobre lo que en realidad quería hacer con mi vida. Esta investigación me llevó a convertirme casi en un monje y luego decidí dedicar mi carrera a ayudarles a otros a encontrar y aplicar en el campo del liderazgo la paz y la compasión que estaba encontrando en mi práctica de la meditación, convirtiéndome así en entrenador ejecutivo y facilitador de equipo.
El viaje de cada etapa de crecimiento a la siguiente es diferente para todos. Sin embargo, en general, cuando comenzamos a encontrar nuestra nueva forma de vida, este puede parecer un viaje desorientador. Quizá, sentimos que ya no sabemos quiénes somos. Si hemos vivido toda una vida basándonos en ser “el especial”, nos parecerá incómodo ser “solo” uno de los muchos contribuyentes que hacen parte de un equipo. Si ser “el más simpático” ha sido nuestro personaje prestado, la primera vez que decimos “no” sin pedirle disculpas a alguien que nos importa, lo más probable es que sintamos ganas de saltar de un avión. Si estamos acostumbrados a ser “los rescatadores”, permitir que alguien que está luchando por encontrar su propio camino sin que nosotros saltemos a arreglárselo nos parecerá algo así como una blasfemia. Al principio, esta forma de ser y hacer me pareció muy nueva e incómoda para mí. Todavía estaba en la etapa de consciente-calificado y tuve la tentación de volver a la forma de vida de rata que conocía tan bien. Ser consciente-calificado es como conducir un automóvil justo después de haber obtenido nuestra licencia de conducción; puede que esa todavía no sea nuestra segunda naturaleza, pero se está convirtiendo en una parte funcional de nuestra vida. Estamos comenzando a vivir y, poco a poco, nos estamos acostumbrando a nuestra nueva forma de ser y hacer. Ya no se trata solo de un susurro a lo lejos.
ETAPA 4: INCONSCIENTE-CALIFICADO
Pasamos de la habilidad consciente a la inconsciente cuando comenzamos a integrar sin esfuerzo nuestras aptitudes recién descubiertas en nuestra vida diaria: estas se convierten en nuestra segunda naturaleza. Entonces, conducimos el automóvil sin tener que pensar mucho en que lo estamos conduciendo. Nuestra consciencia recién descubierta se ha traducido en habilidades que realizamos de forma natural —como inhalar y exhalar.
Llegar a este punto requiere, por lo menos, tres cosas de parte nuestra. La primera, es la práctica repetida. La segunda, es hacer uso de nuestro arrojo, de nuestra capacidad de ser sinceros y de no rendirnos sean cuales sean los obstáculos que encontremos en el camino. La tercera, es la humildad. Las dos primeras, práctica y arrojo, son bastante intuitivas. La última, humildad, tiende a ser menos fácil de entender y, sin embargo, es un ingrediente crucial en todas las etapas de crecimiento. Exploremos a qué nos referimos cuando decimos que debemos ser humildes para aprender.
CULTIVANDO EL CRECIMIENTO A
TRAVÉS DE LA HUMILDAD
La palabra humildad tiene una raíz muy hermosa —proviene de la palabra humus, que significa “suelo”—. Humildad significa estar dispuesto a aceptar que no sabemos. Significa disponermos a cuestionar todo en nuestras vidas en aras de la verdad. Necesitamos estar dispuestos a decir: “He vivido mi vida basándome en creencias que no sé si son ciertas. Sin embargo, si descubro que no lo son, estoy dispuesto a cuestionarlas y a abandonarlas. Dejaré todo lo que no sea cierto con respecto a mí para hacer espacio para lo que sí es”.
Para evolucionar y ver cambios reales necesitamos encontrar los medios que nos permitan analizar de manera meticulosa y continua todas esas creencias y motivaciones mediante las cuales nos guiamos y que todavía no hemos examinado. La humildad nos permite seguir creciendo hasta llegar a ser quienes somos y alejarnos de lo que no somos. En mi historia de vida, comprendí que, para lograr evolucionar y crecer, yo tenía que estar dispuesto a cuestionar mis creencias, por ejemplo, sobre ser especial, ser mejor que los demás y saberlo todo. Según Gandhi, “los instrumentos que intervienen en la búsqueda de la verdad son tanto sencillos como difíciles. Parecerán bastante complicados para los arrogantes, pero lo más naturales del mundo para un niño. El buscador de la verdad debería ser más humilde que el polvo. El mundo aplasta el polvo bajo sus pies, pero el buscador de la verdad debería humillarse tanto que incluso el polvo pueda aplastarlo. Solo entonces, y no hasta entonces, vislumbrará la verdad”.
La humildad no es un evento único. Es una práctica continua. ¿Te atreves a ser tan humilde que admites que todavía no lo sabes todo? ¿Estás dispuesto a cuestionar tus arraigadas creencias sobre ti mismo y sobre el mundo siendo capaz de tomar los momentos desafiantes de cualquier área de tu vida como oportunidades para la autorreflexión?
PRÁCTICA DE LA QUIETUD
Al reflexionar sobre los despertares que he presenciado en mí y en otros, surge otro aspecto de la humildad. Se trata de la quietud. Todo indica que crecemos a pasos agigantados cuando nos permitimos quedarnos quietos. Cuando dejamos de lado nuestras actividades y las charlas del pensamiento cotidiano, nos volvemos más abiertos a vernos desde un ángulo diferente. A veces, la vida nos arroja a una quietud a la que podríamos llamar la noche del alma, cuando no tenemos otra opción que no hacer nada y reflexionar, como esa noche mía en Ameland, en que mi insomnio me despertó para que me detuviera y mirara mi vida con honestidad. En el momento que lo queramos, tenemos la opción de elegir entrar en esa quietud, pausar todo lo que estamos haciendo y permitirnos callar. Hacerlo significará tomarnos un instante para detener lo que estamos haciendo, dar un paseo o mirar al cielo. Entonces, podremos preguntarnos, sin expectativa alguna sobre la respuesta, ¿cómo estoy creciendo? ¿Qué me dicen los susurros? ¿Qué creencias que he sostenido como verdaderas no lo son? ¿Qué es verdad sobre mí ahora? O tal vez, dejemos de lado todas las preguntas para rendirnos al momento dejando que fluya lo que tenga que fluir. La quietud hablará cuando tengamos la humildad de escucharla. Quizás, ahora mismo sea un buen momento para hacerlo. Tómate un momento para estar contigo mismo, dejándolo todo. Quédate quieto.
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