Mientras tanto, mi querido hermano distante, acepta mis deseos más calurosos y sinceros para el bienestar de las Sociedades y de ti mismo. Y mientras que transmites a tus colegas la expresión de mis respetos fraternos, asegúrales que, cuando les leas estos renglones, si estoy viva, me encontraré en espíritu, alma y pensamiento entre todos ustedes.
Siempre tuya, en la verdad de la gran causa por la cual todos estamos trabajando:
Helena P. Blavatsky
Londres, 3 de Abril de 1888.
1889
Amigos y hermanos teósofos:
7 de Abril, 1889
A ustedes, ahora reunidos una vez más en la Convención, les envío mis saludos y mis deseos más cordiales para que este Congreso resulte ser más exitoso que el anterior.
Hemos entrado en el décimo cuarto año desde que fundamos la Sociedad Teosófica en Nueva York; la cual, con una persistencia constante y una fuerza indomable, ha continuado su desarrollo entre las circunstancias adversas, la aprobación y la crítica. Nos encontramos en el último año de nuestro segundo periodo septenario, por lo tanto es conveniente, y justo, que todos examinemos la posición que hemos asumido.
En India, bajo el cuidado del coronel Olcott, las sucursales siguen formándose y, donde quiera que el presidente dé una conferencia, o haga una visita, es seguro que surgirá un nuevo centro de interés. Sus visitas, gracias al espíritu que lo anima, son como la lluvia para el suelo sediento y seco; las flores y la hierba florecen lozanas por haber sembrado la semilla de la vegetación sana. Ahora está visitando Japón, donde fue invitado por una delegación poderosa, e influyente, para que diera conferencias sobre Teosofía y Buddhismo, a un pueblo que desea ardientemente adquirir la civilización occidental y, según parece, ésta sólo se puede obtener por la adopción suicida del Cristianismo como religión nacional. ¡Ay, descuidan su religión nacional y natural a favor de un desarrollo parasítico y de la civilización occidental con sus (presuntas) bendiciones!
En verdad, la generación actual de japoneses es como la Grecia altiva ante Troya: “Nos ufanamos por ser mucho mejores que nuestros padres”.
Me he enterado, con decepción, que aunque se haya planeado una gira de conferencias en América, por parte del coronel Olcott, después de su visita a Japón, no pudo realizarse.
Aquí en Inglaterra, hemos trabajado duro, encarando y superando algunas dificultades; sin embargo, al igual que las cabezas de la Hydra, los obstáculos parecen multiplicarse a cada paso. Con todos estos problemas, una voluntad férrea y una devoción tenaz a nuestra gran causa, deben derrumbar, y derrumbarán, cada barrera, hasta que la corriente de la verdad irrumpa, arrastrando toda dificultad en su aluvión tumultuoso. Que el karma acelere la llegada de este día.
En el caso de América, su Karma nacional ha traído a la Teosofía a su casa. Muchos de ustedes son receptivos a la vida del alma, al aspecto psíquico de la naturaleza. Mientras la vida altruista no parece considerarse un ideal muy elevado, cuando se trata de ponerlo en práctica. Es natural que la Teosofía encuentre un nicho en muchos corazones y en muchas mentes y que suscite una armonía que resuene, tan pronto como alcance los oídos de los que están dispuestos a escuchar. En este caso, es su trabajo elevar la antorcha de la libertad del alma de la verdad, para que muchos la vean, beneficiándose de su luz.
Por eso la ética teosófica es más necesaria para la humanidad que los aspectos científicos de los hechos psíquicos humanos y de la naturaleza.
Con tales condiciones favorables para la Teosofía, como las que se encuentran en América, es natural que su Sociedad creciera rápidamente, dando nacimiento de una sucursal tras otra. Mientras la organización para la difusión de la Teosofía se amplía, debemos tener presente la necesidad de consolidación. La Sociedad debe crecer proporcionalmente y no demasiado rápido, para que no le suceda lo que ocurre con ciertos niños, que crecen excesivamente a menoscabo de su fuerza y, por ende, llega un momento de dificultad y peligro en el cual el crecimiento natural se detiene, para impedir el sacrificio del organismo. Este es un hecho real en el desarrollo de los seres humanos y debemos estar alerta para que el “niño más grande”, la Sociedad Teosófica, no sufra por la misma causa. Ya en el pasado, el desarrollo se detuvo en relación a los fenómenos psíquicos y todavía puede llegar un momento en que se arruinen, de manera análoga, los cimientos morales y éticos de la Sociedad. Lo que se puede hacer para prevenir algo similar, es que cada miembro de la Sociedad convierta la Teosofía en un factor viviente en su vida, haciéndola real, integrando firmemente los principios teosóficos en su existencia; en pocas palabras: que haga la Teosofía propia y que trate a la Sociedad Teosófica como si fuera sí mismo. El corolario de lo siguiente es la necesidad para la solidaridad entre los miembros de la Sociedad; la adquisición de tal sentimiento de identidad con cada uno de nuestros hermanos, pues, un ataque a uno de ellos es un ataque a todos. Entonces, consolidados y unidos en tal espíritu de hermandad y amor, no nos hará falta un punto de apoyo ni una palanca, como en el caso de Arquímedes, para levantar al mundo.
Necesitamos toda nuestra fuerza para encarar las dificultades y los peligros que nos rodean. Tenemos enemigos externos, a quienes combatir, en la forma de materialismo, prejuicio y obstinación; los enemigos disfrazados en la costumbre y las formas religiosas; enemigos demasiado numerosos para enumerarlos, pero tan densos como las nubes de arena que el viento Siroco levanta en el desierto. ¿Acaso no precisamos de toda nuestra fuerza contra estos enemigos? Sin embargo, existen enemigos más insidiosos quienes asumen nuestro nombre en vano, haciendo de la teosofía una palabra ridiculizada en las bocas de los hombres y de la Sociedad Teosófica, un blanco al cual tirar basura. Denigran a los teósofos y a la Teosofía, convirtiendo la ética moral en una capa con la cual cubrir sus objetivos egoístas. Y como si esto no fuera suficiente, existen los peores enemigos, los que vienen del mismo hogar: los teósofos desleales con la Sociedad y consigo mismos. En realidad, nos encontramos en medio de enemigos. Ante nosotros y a nuestro alrededor se extiende el “Valle de la Muerte” y debemos acometer a nuestros enemigos directamente si queremos vencer en la batalla. A la caballería, constituida de hombres y caballos, se le puede entrenar para que galope como si fuera un hombre en una acometida en el plano terrestre. ¿No deberíamos luchar y ganar la batalla del alma, pugnando en el espíritu del Ser Superior, para ganar nuestra herencia divina?
Echemos, por un momento, una mirada retrospectiva al camino recorrido. Como ya dijimos, tuvimos que mantenernos firmes contra los espiritistas, en el nombre de la verdad y de la ciencia espiritual. No me estoy refiriendo a los estudiantes del verdadero saber psíquico ni a los espiritistas iluminados, sino al orden ínfimo de los amantes de los fenómenos, los adoradores ciegos de fantasmas ilusorios de los muertos. Hemos luchado contra ellos por el bien de la verdad y también por el del mundo que ellos estaban extraviando. Lo reitero: nunca se ha librado una “batalla” contra los verdaderos estudiantes de las ciencias psíquicas. El año pasado, el profesor Coues se ocupó de hacer clara nuestra posición en su discurso a la sociedad occidental para la investigación psíquica. Expuse, de manera clara, la importancia real de los estudios psíquicos, haciendo un excelente trabajo en subrayar las dificultades, los peligros y, sobre todo, las responsabilidades de su búsqueda. Como él mostró, no sólo existe una similitud entre estas investigaciones y la producción de explosivos peligrosos, especialmente en manos inexpertas, sino que los experimentos se conducen sobre, con y por medio de, un alma humana, como dijo verídicamente el profesor. El experimentador, si no se ha preparado atentamente mediante un curso de estudio largo y especial, pone en riesgo, no sólo el alma del médium, sino la suya. Los experimentos hipnóticos y mesméricos actuales, son experimentos de magia negra inconsciente, si no es que consciente. El camino que conduce a tal destrucción está abierto, amplio y muy fácil de encontrar. Y muchos son los que, no sabiendo, se encaminan hacia su destrucción. La cura práctica de esto yace sólo en el curso de estudio que he mencionado anteriormente. Parece muy simple, pero es profundamente difícil, pues el remedio es el “altruismo”, la tónica de la Teosofía y la cura para todos los males. Esto es lo que los verdaderos Fundadores de la Sociedad Teosófica promueven como su primer objetivo: la hermandad universal.
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