XPM - Detrás de la máscara
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Detrás de la máscara con su esperada segunda parte… Cuando la esperanza se tambaleó, solo necesitaba a alguien para recordarle porqué seguía luchando…
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—Por allí, hay una abertura en la pared, cuando salgamos, iremos a un centro médico que creo que estaba cerca y te lo coseré… Tranquilo, colega, hemos salido de muchas peores
—¡Ni lo sueñes, no me vas a coser nada!
Charles hizo caso omiso a la réplica de su amigo, su semblante era tan serio que dio a su figura una imagen de líder tal que ninguno pensó en las objeciones que suponía salir por la estrecha abertura con picos metálicos que parecían propensos a cortarlos por todo el cuerpo.
Miraban a su alrededor y a Lewis, oían cómo la estructura se resentía y cada vez bajaba más para poco a poco aplastarlos sin compasión. Lewis miró a Charles a la vez que apretaba los dientes con fuerza, asintió y dijo sin casi abrir la boca.
—¿En qué raja has dicho que entre?
Por unos instantes estuvieron perplejos. Charles le esbozó una media sonrisa, se giró encaminado hacia la supuesta salida y empezó a reptar como un soldado, los demás iban detrás. Shamsha estaba en último lugar, era la primera vez que no sentía nada.
Avanzaron hasta casi llegar a la grieta del vehículo, lo que se veía a través de la abertura era desolador, más aún de lo que era normalmente, reptaban entre palés, las astillas se les clavaban en las piernas; a veces se oía algún gemido causado por el dolor, trozos de escombro les arañaban la piel, estaban por todas partes, veían ya el final del camino, la grieta dejaba ver los rayos del sol, cuando de repente, Charles paró en seco y todos chocaron contra los pies del que tenían delante.
—¿Qué coño pasa ahora? —pregunta Callia.
—Jodidos monos… —contesta Charles entre dientes.
Alzaron la vista, allí estaban. Se asomaban con disimulo, escondidos entre unos escombros que había de frente, vigilaban, sabían que estaban allí, atrapados, solo tenían que esperar a que sus presas cayeran en sus fauces…
—He visto cómo uno se asomaba desde arriba, saben que necesitamos salir, están esperándonos… ¡Call, ¿cuántas armas llevamos?! —pregunta Charles.
—Las que llevemos encima, el fusil lo perdí cuando el techo del camión se vino abajo…
—Lo tengo yo.
—Bien, Sham, ¿puedes pasármelo?
—No es buena idea, podrás cargarte a uno o dos, pero cazan en manada y ponen trampas, no sabemos cuántos hay, solo he visto uno frente a la grieta escondido. —Charles respira con dificultad.
—Joder con los putos monos, no he llegado hasta aquí para ser su comida, mi pierna, ¡DIOSSSSSSS! —se queja Lewis apretando los dientes.
—Podemos salir por la parte delantera, la puerta de la cabina estaba atascada, pero haciendo un poco de palanca se abrirá, la he visto combada. ¡Sham, ve hacia atrás! —Callia repta hacia atrás con cuidado de no pisarle la cara a Shamsha.
—Ok.
«Vaya con el trasero de la griega, hablar con su culo es algo extraño, está… ¡joder, Sham!, una situación extrema y tú pensando en la forma del culo de tu amiga, pero ¡qué culazo!, yo ni en sueños tendría eso, es como… un globo duro, qué pena que podamos morir en breve…». Shamsha se ruboriza y sigue reptando hacia atrás.
Retrocedían reptando de espaldas, ahora Shamsha estaba a la cabeza de la fila (mejor dicho, a los pies de la fila), sus pies chocaron con algo, encorvó su cuerpo haciendo una «U» y ahí estaba la puerta. Callia se había equivocado, estaba totalmente combada, no hacía falta hacer palanca, lo que iba a ser más difícil sería introducirse por la abertura empezando por los pies.
Subió una pierna, la metió y luego la otra, cuando casi había introducido todo el cuerpo, se asustó. Una cara de mono con los ojos enrojecidos, desprendidos de las cuencas y abiertos como platos estaba aplastado contra la luna delantera. Abrió lo que pudo la puerta del piloto, pero era insuficiente para salir, probó con la otra y por suerte, haciendo fuerza cabrían a duras penas, pero era la única escapatoria que les quedaba.
Lewis perdía mucha sangre. Les extrañaba que aún permaneciera consciente, fuera del camión los escombros lo cubrían todo. Observaron que realmente no eran escombros como tal, era la estructura del edificio que había caído a plomo sobre el camión, este había aguantado milagrosamente el impacto, pero no resistiría por mucho tiempo.
Formaba una especie de triángulo, tráiler, suelo y edificio. Estaba oscuro, analizaron los escasos dos metros cuadrados que tenían a su alrededor, buscaban una línea de luz que les indicara que era la salida, no había ninguna. Callia miró debajo del camión y en el otro lado lo vio, un halo de luz, que para ellos significaba esperanza.
Se deslizó bajo la estructura de tráiler, estaba complicado, tenía que esquivar partes que ahondaban ya en el suelo; unas habían atravesado el asfalto, otras se encontraban suspendidas y solo rozarlas significaría un profundo corte. Observó que la abertura era apta para poder salir, no había monos a la vista, sabía que estaban ahí, pero como a cada momento caían escombros del edificio lo más lógico es que hubieran huido del lugar, volvió a por ellos.
—Vamos, por allí se puede salir —dice Callia.
—Puede que los monos se hayan asustado y no estén —comenta Shamsha esperanzada.
—Nunca se van, son demasiado ambiciosos para poner su vida a salvo, compartimos código genético, ¿recuerdas? —responde Charles con sarcasmo.
—No tenemos otra opción, ¡vamos! —Callia agarra a Shamsha de la muñeca, tirando de ella.
Entre todos sujetaban a Lewis. Callia hacía de mula de carga; estaba semi tumbado sobre ella, Shamsha y Charles lo sujetaban por los brazos, estaba muy pálido, la sangre le mojaba toda la pierna. Era fuerte, se había hecho un torniquete y ayudado por un trozo de palé caminaba torpemente sujetado por Shamsha y Charles, pero al agacharse bajo el tráiler, cayó al suelo, entre todos lo ayudaron. Tenían que ser cautelosos, les acechaban dos peligros mortales: ser devorados por los monos o aplastados por el edificio. Pasaron bajo el camión, estaba oscuro, tenían que ser cuidadosos al extremo para no salir malheridos.
Charles salió en primer lugar, después Callia sosteniendo a Lewis; cuando le tocó el turno a Shamsha y salió a la luz, no vio a nadie, había soltado a Lewis para que saliera hacía solo unos segundos, su estómago se encogió, hasta que una mano le agarró de la muñeca y tiró hacia debajo de ella.
—Agáchate, iremos a gatas hasta el edificio de enfrente, pasaremos entre los escombros, no por encima —dice Charles en un susurro.
Callia avanzaba. Charles la seguía y la griega sabía muy bien cómo moverse para no ser vista. Miró hacia atrás, con el dedo índice y corazón, se señaló cada uno de los ojos, luego hizo un círculo por encima de su cabeza, señales inequívocas de que estuvieran atentos a todo lo que hubiera a su alrededor. Shamsha asintió, empuñaba el arma mientras avanzaba casi en cuclillas; sabían perfectamente que los monos les acechaban, esperando cualquier oportunidad, los oían impacientarse para que salieran de una vez del estrecho pasillo de roca, se peleaban entre ellos. Los escombros habían aplastado a algunos, parecía que aquellos seres no tenían sentimientos, Shamsha se sorprendió al ver la frialdad de estos. «Charles tenía razón, otra vez».
Dejaban los escombros y uno a uno se erguían y corrían sin parar, controlándose mutuamente para que ninguno se quedara atrás y controlando posibles amenazas. Lewis era arrastrado semiinconsciente sujeto por Callia y Charles.
Llegaron hasta el edificio que había al frente, el ruido era tan intenso y el caos era el rey supremo del lugar.
De repente, Callia miró para cerciorarse del bienestar de su amiga asustándose al ver que un mono se había abalanzado sobre ella. Soltó a Lewis que cayó violentamente sobre sus rodillas, corrió con todas sus fuerzas; al llegar a socorrerla, se percató de que el pesado mono estaba muerto sobre Shamsha, esta le había clavado una vara metálica atravesándole el cráneo a través de la cuenca ocular, pesaba tanto que luchaba por quitárselo de encima, pero las escasas fuerzas con las que ya contaba hacían que la tarea fuera difícil. Perpleja por la brutalidad y la mirada de ira de la doctora, Callia la ayudó a quitárselo, corriendo los escasos metros que les separaban de Lewis y Charles.
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