La historia de Naomi Striemer
Noami Striemer
Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires, Rep. Argentina.
Índice de contenido
Tapa
Dedicatoria Dedicatoria Quisiera dedicar este libro a mi esposo, Jordan, quien me inspira constantemente a enfrentar mis dudas y miedos, a fin de lograr cualquier cosa que me proponga. A mis padres, Glen y Lorraine, por ser una parte esencial en este viaje; sin ellos, esta historia nunca podría haber sido posible. A Darlene Schacht, por ayudarme con los dos primeros capítulos y por enseñarme muchísimo sobre cómo escribir un libro. Y, lo más importante de todo, a mi Señor y Salvador Jesús, por amarme, morir por mí y nunca abandonarme.
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Galería de fotos
Detrás de escena
La historia de Naomi Striemer
Naomi Striemer
Título del original: BACKSTAGE PASS: The Naomi Striemer Story . Pacific Press Publishing Association, Boise, ID, EUA, 2013.
Dirección: Martha Bibiana Claverie
Traducción: Natalia Jonas
Diseño del interior: Giannina Osorio
Diseño de tapa: Gerald Lee Monks
Ilustración del interior: Naomi Striemer
Libro de edición argentina
IMPRESO EN LA ARGENTINA - Printed in Argentina
Primera edición, e-book
MMXX
Es propiedad. © 2013 Pacific Press Publishing Association.
© 2016, 2020 ACES.
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723.
ISBN 978-987-798-311-1
Striemer, NaomiDetrás de escena : La historia de Naomi Striemer / Naomi Striemer / Dirigido por Martha Bibiana Claverie / Ilustrado por Naomi Striemer. - 1ª ed. - Florida : Asociación Casa Editora Sudamericana, 2020.Libro digital, EPUBArchivo digital: online Traducción de: Natalia Jonas.ISBN 978-987-798-311-11. Autobiografías. 2. Cristianismo. I. Claverie, Martha Bibiana, dir. II. Jonas, Natalia, trad. III. Título.CDD 286.7092 |
Publicado el 20 de noviembre de 2020 por la Asociación Casa Editora Sudamericana (Gral. José de San Martín 4555, B1604CDG Florida Oeste, Buenos Aires).
Tel. (54-11) 5544-4848 (opción 1) / Fax (54) 0800-122-ACES (2237)
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Quisiera dedicar este libro a mi esposo, Jordan, quien me inspira constantemente a enfrentar mis dudas y miedos, a fin de lograr cualquier cosa que me proponga. A mis padres, Glen y Lorraine, por ser una parte esencial en este viaje; sin ellos, esta historia nunca podría haber sido posible. A Darlene Schacht, por ayudarme con los dos primeros capítulos y por enseñarme muchísimo sobre cómo escribir un libro. Y, lo más importante de todo, a mi Señor y Salvador Jesús, por amarme, morir por mí y nunca abandonarme.
–¿Puedes cantarme uno de tus temas en vivo? –preguntó.
Llena de nervios, pero haciendo mi mayor esfuerzo para parecer tranquila, me puse de pie, abrí mi boca y comencé a cantar “¿Are You Ok?” Esto era algo que nunca antes había experimentado: tener que cantar para una multitud de uno; y no solo una audiencia de uno sino, potencialmente, frente a la persona más importante para mi carrera hasta el momento.
Traté de imaginar dónde enfocaría su mirada un profesional. ¿Dónde se supone que debo mirar? ¿Directamente a sus ojos? ¿Sobre su cabeza? O ¿más allá del vidrio de la ventana que nos separa del mundo? Insegura, elegí los tres y, de tanto en tanto, daba un vistazo a lo que podría ser su sonrisa. No quería revelar la verdad en mis ojos: que esta joven de 18 años, tan confiada y segura de sí misma, en realidad, estaba pretendiendo ser algo que quería ser... hasta que alguien reconociera lo que realmente era y lo que siempre había soñado que sería.
Mientras el resto de la ciudad de Nueva York seguía con su ajetreado trajín más abajo, nosotros estábamos sentados en una de las oficinas de altos ejecutivos en el vigesimosegundo piso de la Sony Tower [Torre de Sony]. Aunque la mayoría del espacio estaba ocupado por ventanas, no se podían dejar de notar las paredes cubiertas de discos de platino y los estantes llenos de premios de aquellos artistas que yo había admirado a lo largo de los años. Parecía algo irreal .
También, noté las dos o tres pequeñas pilas de CD sobre su escritorio. Eran CD de “demos”, que artistas enviaban luego de lo que, seguramente, habían sido meses agonizantes de preparación, de sangre, sudor y lágrimas; y que esperaban tener una oportunidad de estar en el lugar en el que yo me hallaba en ese momento. El 99% de esos artistas nunca se sentaría en esta oficina, sino que recibirían una amable carta de “No estamos interesados en este momento”. Esos pocos afortunados eran quienes habían sido seleccionados, por personal entrenado, de entre los cientos que enviaban sus demos cada semana, y habían llegado al escritorio del vicepresidente.
Y aquí estaba yo, frente a frente con él, en su oficina.
Había visto este momento mil veces en mi imaginación, pero ninguno de esos sueños me había preparado para experimentar la garganta seca, las manos transpiradas y la intimidación abrumadora que experimentaba. Me sentía intranquila, pero no permitiría que el miedo se interpusiera entre mi sueño y yo. Esta era la oportunidad que había esperado toda mi vida, ¡y no iba a dejarla pasar!
Cuando terminé la canción, Dave se excusó y salió de la oficina. De hecho, había salido de la oficina varias veces durante la entrevista, dejándome con la duda de si había estropeado todo. Mi única conclusión era que, o estaba increíblemente aburrido, o era increíblemente descortés. De cualquier manera, había algo mucho más interesante del otro lado de la pared, que llamaba su atención una y otra vez.
Durante esas dos horas, me hizo todo tipo de preguntas sobre mi vida personal y mis sueños para el futuro. Me pidió que cantara una segunda canción y, luego, la primera una vez más, hasta que finalmente me dijo:
–No puedo fingir más. He estado yendo y viniendo hablando por teléfono con la presidente de la firma.
Podía sentir cómo mi corazón retumbaba en mi pecho.
–Ella está en una exhibición en este momento –me dijo, inclinándose sobre su escritorio–; pero la he estado instando a venir para conocerte. Por esa razón, estuve tratando de hacerte quedar aquí por tanto tiempo.
La oficina quedó en silencio durante un par de segundos, mientras absorbía lo que me acababa de decir. Mi mamá estaba sentada al lado mío y, aunque no la estaba mirando, sentía su entusiasmo.
–No hay nada más que pueda hacer hoy –concluyó Dave–. ¿Estarás aquí mañana?
Había un problema con decir que sí: uno de ellos era que mi mamá y yo teníamos un vuelo reservado para el día siguiente; y el segundo era que mis padres no podían costear este viaje, sin contar el dinero que se requeriría para otro día de hotel y las tarifas de cambio de vuelo.
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