Carlos Alberto Scarponi - Educar para amar

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Educar es enseñar a amar. En esta obra el autor vincula la sexualidad con el amor y con la educación. Su experiencia como sacerdote, consejero y docente enriquece el conocimiento teológico-psicológico-pastoral que forma parte de su contenido. La lectura atenta y detenida de ella será iluminadora y orientadora para la labor de padres, docentes, teóricos de la educación e instituciones eclesiales.

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La educación para el amor y la sexualidad tiene que fundamentarse a partir de la realidad originaria de nuestra existencia que nos proyecta hacia un auténtico desarrollo humano: somos creaturas, es decir, lo que somos y lo que estamos llamados a ser presupone un don que tenemos que acoger con gratitud y cuidar y cultivar con responsabilidad, esto es, sabiendo responder a Quien nos ha donado por amor nuestro ser varón o mujer en el cual se halla contenido el llamado a realizarnos en el amor y por el amor, de aquí que necesitamos aprender a amar.

13La educación de los hijos y el matrimonio, Ciudad Nueva, Madrid-1997.

14Obras que tratan sobre el Matrimonio: Comentario sobre el Génesis contra los maniqueos, Comentario literal sobre el Génesis, Discurso del Señor sobre la montaña, Ochenta y tres cuestiones diversas, El bien del matrimonio, La santa virginidad, Tratados sobre el Evangelio de Juan, La fe y las obras, El bien de la viudez, La continencia, La ciudad de Dios, La gracia de Cristo y el pecado original, Las nupcias y la concupiscencia, Los cónyuges adulterinos, Contra Juliano, Las retractaciones. Se puede ver el Estudio de: Dattrino, Lorenzo, Il Matrimonio secondo Agostino, Ares, Milano-1995.

15Como se deduce de un Decreto del Santo Oficio (actual Congregación para la Doctrina de la Fe) del 21 de marzo de 1931, “educación sexual” significaba “iniciación sexual”; en respuesta se propone “trabajar por una formación completa, firme, nunca interrumpida de la juventud de ambos sexos”.

16Casti connubi 118, el remarcado es mío; ver Ibidem 119-121.

17Discurso al vº Congreso Internacional de Psicoterapia y Psicología clínica, 13 de abril de 1953; el remarcado es mío.

18Gravissimum educationis 1; el remarcado es mío.

19Gaudium et spes 49; el remarcado es mío.

20Gaudium et spes 52; el remarcado es mío.

21Juan Pablo II, Familiaris consortio 37; el remarcado es mío.

22Francisco, Amoris laetitia 280; el remarcado en cursiva es mío; dedica los números 280-286 a la educación sexual.

23Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Persona humana, 29 de diciembre de 1975, 1; el remarcado es mío.

24Congregación para le Educación Católica, Orientaciones educativas sobre el amor humano, 1 de noviembre de 1983, 4; el remarcado es mío.

25Francisco, Amoris laetitia 56.

26Ibidem.

27Ibidem.

1 Capítulo IVOCACIÓN AL AMOR¿Cuál es el fundamento primero y permanente de una auténtica educación sexual? El fundamento hay que buscarlo en aquella realidad que constituye lo esencial del ser humano, varón y mujer: la vocación al amor.El ser humano, varón y mujer, creado a imagen y semejanza de Dios Amor, es portador en su humanidad sexuada de una única vocación: el amor. El hombre, varón y mujer, está llamado a realizarse en su existencia en el amor y por el amor. Existimos para amar y ser amados.“Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza (cf. Gén. 1, 26s): llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. 28El hombre, en cuanto imagen de Dios, ha sido creado para amar. Esta verdad ha sido revelada plenamente en el Nuevo Testamento junto con el misterio de la Santísima Trinidad y de su vida íntima.“Dios es Amor (1Jn. 4, 8) y vive en sí mismo un misterio de comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del varón y de la mujer la vocación y consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión (cf. Gaudium et spes 12). El amor es por tanto la vocación fundamental e innata de todo ser humano. 29Todo el sentido de la propia libertad y del autodominio consiguiente está orientado al don de sí en la comunión y en la amistad con Dios y con los demás.

28Familiaris consortio 11.

29Familiaris consortio 11; el remarcado es mío.

1 El amor humano como don de síLa persona humana es capaz y está llamada a un tipo de amor superior: no el simple amor de concupiscencia que sólo ve objetos con los cuales satisfacer sus propios apetitos o deseos, sino el amor de amistad y de entrega (oblatividad) capaz de conocer y amar a las personas en sí mismas y por sí mismas.El amor de amistad y de entrega (oblatividad) es un amor generoso a semejanza del amor de Dios: se ama al otro porque se le reconoce digno de ser amado. Es un amor de comunión interpersonal, ya que cada uno busca el bien del otro como propio. Es un amor oblativo o de donación de sí mismo al otro a quien se ama y porque se lo ama como es, a pesar de lo que es y lo que puede llegar a ser.Todo hombre es llamado al amor de amistad y de oblatividad. Y todo hombre es liberado de la tendencia al egoísmo y la agresividad por el amor de otros hacia él: en primer lugar de sus padres o de quienes ocupan ese lugar, y, de Dios, de quien procede todo amor verdadero y en cuyo amor el hombre descubre plenamente en qué medida es amado.De aquí se sigue la inmensa fuerza liberadora y educativa del amor, en especial, del amor de Dios: “¡El hombre es amado por Dios! Este es el simplicísimo y sorprendente anuncio del que la Iglesia es deudora respecto del hombre” 30.De este modo, podemos hablar del círculo liberador y educativo del amor: el hombre es creado por amor, es a su vez liberado de sí mismo al ser amado por otros, sobre todo, por Dios en Jesucristo, y es así llamado e impulsado a vivir el amor como don total de sí a los otros y a Dios. El amor como donación es el origen de la existencia del hombre, es la fuente de la libertad en el hombre, y es su vocación fundamental.La revelación y la realización histórica y concreta de este amor de amistad y de oblatividad se han realizado definitivamente en la encarnación y en la vida de Jesús de Nazaret, y, de un modo pleno, en su Misterio Pascual, es decir, en su donación total en la Cruz. Por eso, este amor es sumamente exigente, es decir, crucificante; y su belleza y felicidad están precisamente en el hecho de ser crucificante, esto es en el hecho de exigir la muerte total a uno mismo para poder donarse totalmente a sí mismo.

2 El amor y la sexualidad humanaSi el fundamento primero y permanente de la educación sexual es la vocación al amor, tenemos que ver la relación que existe entre el amor, al que estamos llamados, y la condición sexuada del hombre, en cuanto varón y mujer.“En cuanto espíritu encarnado, es decir, alma que se expresa en el cuerpo informado por un espíritu inmortal, el hombre está llamado al amor en esta su totalidad unificada. El amor abarca también el cuerpo humano y el cuerpo se hace partícipe del amor espiritual.” 31El hombre está llamado al amor y al don de sí en su unidad corpóreo-espiritual. Femineidad y masculinidad son dones complementarios, en razón de lo cual la sexualidad humana es parte integrante de la concreta capacidad y vocación de amar que Dios ha inscrito en la humanidad, corpórea-espiritual, del varón y de la mujer.Esta capacidad de amar como don de sí tiene, por lo tanto, su “encarnación” en el carácter esponsal del cuerpo, en el cual está inscrita la masculinidad y la femineidad de la persona.“El cuerpo humano, con su sexo, y con su masculinidad y femineidad, visto en el misterio mismo de la creación, es no sólo fuente de fecundidad y de procreación, como en todo el orden natural, sino que incluye desde el «principio» el atributo «esponsalicio», es decir, la capacidad de expresar el amor: Ese amor precisamente en el que el hombre-persona se convierte en don y —mediante este don — realiza el sentido mismo de su ser y existir.” 32De aquí se sigue que toda forma de amor tiene esta connotación masculino-femenina, es decir, es un amor sexuado aunque no necesariamente sexual-genital.De todo lo que venimos diciendo se sigue que la sexualidad humana sólo adquiere su verdadera cualidad humana en la medida en que está orientada, elevada e integrada en el amor y por el amor.En el cuadro del desarrollo biológico, psíquico y espiritual de la persona, la sexualidad crece armónicamente y sólo se realiza en sentido pleno con la conquista de la madurez afectiva, que se da cuando la persona adquiere la capacidad de amar desinteresadamente y de donarse totalmente a sí misma.La sexualidad humana es un bien donado por Dios en la creación (cf. Gen 1, 27). En cuanto modalidad de relacionarse y abrirse a los otros, la sexualidad tiene como fin intrínseco el amor como “donación y acogida”, como “dar y recibir”. En el centro de la conciencia cristiana sobre la sexualidad está presente una verdad y un hecho fundamental: la vida humana es un don de Dios para ser a su vez dado. 33“El don revela, por así decirlo, una característica especial de la existencia personal, más aún, de la misma esencia de la persona. Cuando Yahveh Dios dice que «no es bueno que el hombre esté solo» (Gen 2, 18), afirma que el hombre por sí «solo» no realiza totalmente esta esencia. Solamente la realiza existiendo «con alguno», y más profunda y completamente, existiendo «para alguno».” 34

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