Relájense, abran la mente, disfruten y lo más importante, cuestiónense.
Como decía Antonio Machado: “¿La verdad? Dirás tu verdad, conmigo ven a buscarla, la tuya déjala atrás”.
Quizás podamos dar un pequeño pasito, redirigir nuestra mirada hacia un verdadero sentido.
SUEÑO DE UN ESCRITOR
El escritor miró su mundo interior. Tenía mucho que contar, aunque desconocía el mejor modo. En ese preciso instante cerró los ojos. Sintió como Morfeo le tocaba con su dedo índice; al instante, un agradable sopor rodeo su ser. Su esencia se conectó por un leve instante con un mundo mágico de hechos y palabras. El escritor experimentó un estado pleno de conciencia, por ello, las historias fueron brotando de su cabeza, como imágenes breves, cómo pequeñísimas anécdotas que llenaban su día a día.
El escritor las ordenó en su cabeza y se dispuso a plasmarlas como instantáneas fotográficas que bien observadas, podían describir un gran mundo plagado de vida y reflexiones.
Una mañana de septiembre, éste se dispuso a transformar sus ensoñaciones en realidad. Se sentó frente a su ordenador, miró la pantalla y el teclado. Las musas hicieron el resto.
Bienvenidos a estas palabras encadenadas con un único mensaje, éste es...
I
PERSONA DE ÉXITO
El estudiante de 4º de la ESO era un chico como cualquier otro: lampiño, desarrollado en altura y no en peso, con las hormonas revueltas y poco motivado para comprender a los adultos y el sentido de sus vidas.
Su aula del instituto X estaba situada en la tercera planta y era uno de sus lugares más odiados; cada vez que entraba en ella, respiraba la pesadez de un aire viciado que gritaba ¡ABURRIMIENTO! por las cuatro esquinas. Cuando se hallaba en esa aula de poco saber, este chico se mimetizaba con el mobiliario y se convertía en un camaleón cuya piel podía oscilar en mesa, silla, cartera... todo dependía de lo que tocara en ese momento.
Las siete de la mañana, vuelve a sonar el despertador que vaticina un día tedioso. Era un lunes frio y gris de otoño, una leve llovizna empapaba el asfalto convirtiéndolo en lágrimas de tristeza. Con ese panorama, el cuerpo del muchacho sólo anhelaba zambullirse entre las sábanas y no salir jamás.
La melancolía que se suele sentir a estas edades impregnaba cada célula del cuerpo de nuestro protagonista. No era un niño, no era adulto, no era nada. Sólo un tránsito hacia un mundo hostil que con filosófica reflexión consideraba una gran mierda.
A pesar de todo, sus resultados académicos eran notables y sus padres hablaban sobre lo que debía estudiar, llegar a ser en la vida. Como si los estudios obtenidos o el trabajo desempeñado mostraran su valía personal o lo convirtieran en una persona feliz, dichosa, triunfal.
El chico creció y pasó por todos los pasos de una vida consumista que merece ser vivida. Hasta se convirtió en un hombre de éxito, estudió en la universidad, logró un trabajo bien remunerado, casóse y tuvo la parejita soñada (niño y niña) y se desprendió de sus pensamientos de la adolescencia.
El adolescente convertido en hombre es exitoso, había logrado el sueño contemporáneo de ser un imbécil más del redil ovejuno de esta sociedad.
Mi enhorabuena a todos los que lo han logrado, tengo la suerte de ser uno de ellos.
Pero no se confíen, aquel adolescente sigue habitando en nosotros, escondido en la parte más lejana de nuestra mente y nos grita desde lo más profundo de nuestro subconsciente:
“¡ESTAS MÁS PERDIDO QUE ANTES!
¡TUS VALORES, EL ESQUELETO DE TU ALMA LO HAS RECUBIERTO DE UNA PIEL LLENA DE PODREDUMBRE!
II
ESPEJITO, ESPEJITO
¿QUIEN ES LA MÁS...
Todas las mañanas, ella se miraba al espejo y observaba su declive físico. Pasó de ser una treintañera atractiva, a una casi cincuentona regordeta, con algo de papada y muy ancha de caderas. Su vida había girado en torno al egoísmo más elevado. Carecía de familia propia, sus amistades eran igual de superficiales que ella. Estas le alagaban con una falsedad implícita: su nuevo atuendo, su nuevo corte de pelo y busto tras pasar por el mejor cirujano plástico de su ciudad... en cambio en el momento que se daba la vuelta la criticaban por haber cogido esos quilos de más que tanto la afeaban.
Un trabajo liberal bien remunerado, sexo con multitud de hombres de todas las apariencias, de todas las edades. Creyó haberse enamorado en un par de ocasiones, pero prefería romper corazones a que se los destrozaran a ella.
Esa mañana de lunes, después de un fin de semana de reuniones sociales y cubiteos en pub de maduros, ella se miró en el espejo y se horrorizó al ver esas ojeras y arrugas tan miserables. Después de pasar una hora maquillándose y eligiendo un vestido en el que no pareciera estar embutida como una morcilla, salió de casa muy preocupada:
“Tendré que pedir cita en el doctor Ramón- se dijo- necesito que sus manos obren un milagro en mi faz” Como si eso pudiera aportarle algo realmente gratificante en su vida.
Otra triunfadora más del redil.
No quiso abrir ventanas y que el oxígeno diera un sentido a su vida. Algo más trascendental, más rico. Lo decía Cohelet en el antiguo testamento: “Vanidad de vanidades” así es la vida, así es la vida de la mayoría de nosotros.
El yo, yo, yo,yo,yo,yo,yo,yo nos deja patológicamente solos, a pesar de nuestras amantes, amistades o los pocos referentes familiares que tengamos.
Venimos del polvo cósmico y a él volveremos. ¿Tan importante es nuestro aspecto?
“Y tu preocupado con como adelgazar
pensando todo el día en esos kilitos de más,
siéntate un poquito y ponte a pensar,
en cómo viven y mueren los demás”.
Canteca de Macao, grupo musical español.
III
LA CHICA DE MIRADA ATENTA AL SUELO
De niña era: alegre, pizpireta, expresiva, de ojos llenos de mágico asombro a todo lo que le rodeaba. Daba y recibía vida por los cuatros costados. Pero finalmente creció. Su primer desengaño llegó cuando la seño de infantil le dijo que así no se cogía el lápiz.
- ¡Sí pinta a mi manera! - Le respondió la feliz niña sorprendida-
- ¡Oye, no me respondas! -Dijo la maestra furibunda-. ¡El lápiz se coge así y punto! ¡Pinza, pinza y más pinza! En ese lugar lleno de amigos y sueños que era su escuela infantil, aprendió que siempre habría personas autoritarias y no siempre con manifiesta autoridad, que le dirían como vivir su existencia. Desde ese momento su espalda se fue encorvando conforme la vida la iba atizando de un sinsentido tras otro.
Años después, Paco, en sexto curso, le hacía sentir un bullir de sentimientos efervescentes, ese fue su primer amor, un amor platónico que le dijo a la cara que nunca besaría a esa jorobada Mirasuelos. Ese apodo la acompaño gran parte de su vida.
Su inocencia se iba quebrando, su autoestima herida sólo recibía paz en la soledad de su habitación escuchando el Sunday Bloody Sunday de U2 con las persianas bajadas y en la más dolorosa oscuridad.
El instituto fue un calvario, estaba sola, auténticamente sola y nadie quería saber nada de ella salvo para emitir algún comentario de la torcida columna de nuestra chica.
Todo eso pasó, sin poder aguantar más, abandonó los estudios secundarios bajo el pesar de sus padres que lloraban a viva voz que: ¿Por qué la vida le había dado una hija, si más que hija, suponía un gran pesar en sus trabajadores y amatorios corazones de padres volcados? “Nuestra niña es una ingrata, porque no actúa como todas las chicas de su edad, estudia y es feliz ¿Qué haremos con ella?” Pobres padres, aunque me pregunto: ¿Si estaban preocupados por su única niña, o por esa imagen derrotista que emanaba de este ser sensible, solitario y herido, que les harían ejercer de guías sin tener ni ganas de actuar con esfuerzo para que su hija encontrara su camino? No analizaban el porqué de la actitud de la jorobada, no sabían ni querían ayudarla. No era aceptada. Otro duro golpe y la espalda de la chica aún más torcida hacia delante. Sus ojos vivos y expectantes en un pasado, sólo reflejaban una muerta mirada hacia la absoluta nada.
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