La paradójica dimensión 89
Daniel V.
© Daniel V.
© La paradójica dimensión 89
ISBN: 978-84-18411-66-3
Editado por Tregolam (España)
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Ilustrador: Justiniano Lira
1ª edición: 2021
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Dago, la bendición del tolueno
El adicto
Te despertaste tosiendo, ahogado por una mezcla de sangre, bilis y saliva. Aún sientes las quemaduras del tolueno en tu faringe y ni siquiera sabes quién eras antes de esto.
No recuerdas qué pasó ayer, ni antes de ayer, menos el día anterior a ese, no sabes en qué año vives, tampoco qué día es hoy y, por sobre todas las cosas, no entiendes ni el hoy ni el mañana. Eres el desperdicio de una existencia fallida.
Solo retienes algunos recuerdos vagos, borrosos, lejanos y dolorosos, de aquellos tiempos en que aún te quedaba algo de mente. Tratas de sepultar esas visiones alegres porque te da pena al acordarte quién eras y seguramente te bajaría la angustia y las ganas de llorar, y esa sensación es mejor ahogarla en la bolsa, ya que la bolsa es lo único que sirve para detener el sufrimiento.
Ahora estás pensando en que no hay nada mejor que estar recostado aspirando neopren. No hay nada mejor que un par de aspiradas y dejar de pensar, porque pensar es pura tristeza y, además, hace rato que dejó de tener sentido el tratar de entender qué es lo que pasa. Sabes que lo mejor es dejar de sentir, dejar de existir por un rato, aspirar para pasar la angustia y olvidar toda la mierda de tu vida. Dago, solo necesitas aspirar de tu bolsa y dejar que este mundo sin sentido te pase de largo.
Has escuchado varias veces que te llaman Dago, y por eso crees que es tu nombre, pero podría ser cualquier otro; eres uno de tantos, un perdido de la sociedad. Pero ¿qué sabe el resto? Todos con su ropa limpia y su techo para dormir, con comida todos los días, de esa que no huele a podrido. ¿Qué saben ellos?, ¿qué?, ¿acaso han andado todo cagados por la calle pidiendo monedas?, con esa maldita vergüenza, todo el tiempo, con el alma encorvada de tanto tener que bajar la mirada, de tanto evitar esos ojos que te miran con asco, con ese mismo asco que te tienes tú mismo. No los culpas por despreciarte, porque tú te desprecias aún más; es esta mente traicionera que te hace pensar en puras cosas dolorosas. No es como la bolsa, la bolsa es buena, y cuando puede te da un par de aspiradas, te agarra y te vuelve poderoso; ahí ya no importa el resto. Si tú eres mejor que ellos, si quisieras los dejarías a todos botados llorando. Con un par de aspiradas a la bolsa, todos los problemas desaparecen.
Tratas de levantarte con algo de dignidad, estás todo mareado y con hambre, a esta hora ya está calando el frío. Revisas si le queda algo a la bolsa, pero en el fondo sabes que está todo seco y vas a necesitar pedir monedas para comprar un poco más; si fuera posible: un tarro. Esa mierda de tarro te dura por lo menos una semana y, además, te quita el frío y el hambre de una, no necesitarías nada más.
Pero no tienes plata ni siquiera para comer y te está sonando la guata, sabes que tienes que ir a buscar algo para llenarte; aunque, quién necesita comer si estando arriba eres invencible. Mejor consigue algo para aspirar, porque después te pega la sensación de soledad y vienen los escalofríos. No te preocupes de comer, busca mejor unas aspiradas de neopren que te llenen de verdad.
¡El zapatero del block 15! Él pega las suelas con neopren. Anda a pedirle un poco, el viejo no te lo va a negar, pero anda a pedirle pan duro primero, que crea que andas buscando comida; eso lo dejará tranquilo. Y ahí le dices que necesitas pegar unos palos para los muebles de tu vieja, que aproveche de darte un poco para eso, pídele pan y pegamento, pero no de la cola blanca, porque esa no pega.
¿Y si el viejo no quiere darte?, mejor vas y le robas el tarro grande. Total, él tiene dinero, tiene el departamento que le dio el SERVIU y trabaja todos los días del año, no lo necesita. En cambio, tú sí lo necesitas, estás botado en la calle y nadie te ha dado nada, mejor anda a robarle el tarro.
Acércate a su departamento, la puerta está abierta, está sacando unos pedazos de cueros viejos. Pasa de largo y devuélvete, que no te note angustiado, que no te note con los tiritones. Está descuidado. Aprovecha que salió y métete a su casa; agarra el martillo y pégale en la cabeza; que suene como una nuez, se lo merece por no darte el neopren.
¡Qué hiciste, Dago! ¡Lo mataste!
Las viejas sapas te van a acusar.
¡Arráncate, mierda!
Agarra el tarro y llévate el martillo, arráncate por la quebrada de atrás, que no te pillen. Llévate el neopren, si eso es lo único que importa. Corre para que no te lleven preso, Dago, escápate de todo.
El eufórico
Aspira fuerte, que eso se lleve todas las preocupaciones.
Si aspiras todo, estará bien. Otra aspirada profunda y comienza a sentir alivio, de a poco va llegando la euforia. Si igual el viejo tenía la culpa, tenía ese tarro grande solo para tentarte, él debió saber que pasaría eso. Si ellos saben que no deben dejarte las cosas a mano, no es tu culpa Dago. Además, valió la pena romperle la cabeza. Si con este tarro grande vas a tener para varios meses, solo no tienes que dejarlo destapado, si no esto se seca y pierde todo su poder.
Aprovecha y aspira hondo, absorbe toda la fuerza, vuélvete invencible, así nadie se va a meter contigo. Ese golpe que le diste al viejo fue algo especial, cayó muerto de una, con este martillo que te robaste puedes rajar a cualquiera. Pobres los que te busquen, ahora todos tendrán que respetarte, al que te encuentre lo agarras a martillazos y listo.
Caminaste toda la noche, ya no tienes ni frío ni hambre, con unas aspiradas y solo se siente el fresco de la noche, nadie te puede impedir hacer lo que quieras. Puedes ir de una ciudad a otra caminando, puedas dejar de dormir y si corres llegarás a otro país, a otros lados donde todos te van a ver y sentirán miedo, porque eres importante y ese martillo te hace imponente. Dale unos golpes al aire, para que vean lo fuerte que eres.
Allá en el puerto hay unas peleas callejeras, de esas que organizan los traficantes. Esas peleas son peligrosas, pero tú ya te rajaste a un viejo, y seguro puedes pegarles a todos. Si total, eres poderoso y ese martillo puede partirle la cabeza a cualquiera. Los narcotraficantes se reparten los barrios con las peleas, si los agarras a martillazos vas a poder quedarte con todo un barrio, y ahí no vas a tener más problemas, ahí sí la vida va a ser fácil. Solo oculta el martillo, porque si no, te van a tener miedo y no van a querer pelear; escóndelo y sácalo cuando ya esté arreglado, así no se podrán echar para atrás.
El peleador
Atrás de las bodegas del mercado, con el fétido olor a pescado podrido, allá te fuiste a meter, les ofreciste combos y ellos de burla te metieron en esto. No saben nada de lo que va a pasar, no importa cuánto se rían, si al final tú eres invencible, con el diablo metido adentro, puro poder de neo, un par de aspiradas y te vuelves fuerte. No importa que hablen, no importa que te crean tonto, un par de martillazos y los vas a dejar a todos callados, nadie te va a volver a faltar el respeto.
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