No hay nada más enriquecedor en la existencia que aprender de lo que vivimos, sin juzgamientos que no le aportan a nuestra salud emocional. Por más doloroso que sea esta experiencia, siempre habrá una gran lección y el camino a seguir no es la amargura, sino ampliar nuestra consciencia.
Este libro es una invitación a la reflexión, al análisis y a la búsqueda de esas respuestas que no hemos podido encontrar sobre nosotros mismos y, ante todo, a ser honestos y encarar los problemas que tenemos, con aceptación, amor y sin juzgarnos.
La Sociedad Médica Estadounidense de Adicciones (ASAM) menciona que las adicciones son una enfermedad crónica del cerebro. Con esta definición se busca comprender los retos de este mal que tantos conflictos genera alrededor de las familias.
“Fundamentalmente, la adicción no es tan solo un problema social, moral o criminal. Es un problema del cerebro, cuyo comportamiento se manifiesta en otras áreas ”, explica el doctor Michael Miller, quien coordinó el esfuerzo de ASAM para desarrollar este informe.
El documento La adicción es una enfermedad cerebral , de la Sociedad Médica Estadounidense de Adicciones, plantea que esta nueva definición es el resultado de un proceso de cuatro años con más de ochenta expertos en medicina de adicción e investigadores de neurología de Estados Unidos 3.
A partir de mi realidad y en el proceso de hacerla consciente, encontré que hay un común denominador que nos une a los adictos y es la misión de encarar un demonio que tiene mucho poder sobre nosotros.
Hay adicciones que parecen ‘inofensivas’ pero generan ansiedad y desgaste emocional, ya que, al no volverlas conscientes, estamos evadiendo un conflicto interior que no sabemos cómo desahogar y se proyecta a través de su compulsión.
El caso que les quiero compartir es el de una persona que estaba obsesionada por las compras. A todos nos gusta darnos gusto, pero para él esto se convirtió en una repetición, donde compraba de manera compulsiva, sin reflexionar si necesitaba algo o no.
Su walking closet era impresionante: trescientos pares de zapatos, quinientas camisas, cuatrocientas camisetas, más de cien chaquetas de todos los estilos y doscientos vestidos de paño. En fin, su ropero se veía muy atractivo, pero lo triste es que era muy poca la ropa que usaba en realidad.
Esta persona tenía poder adquisitivo y, para él, comprar era en apariencia un placer; sin embargo, esto no era del todo cierto, ya que esa conducta se volvió repetitiva y hasta incitaba a su círculo más cercano a que lo hiciera. Si la persona se negaba, se molestaba muchísimo y la criticaba. En el fondo lo que buscaba cuando otros seguían sus insinuaciones de compra era sentirse bien consigo mismo, para negar la culpa que sentía al hacer compras absurdas, aunque tuviera los medios económicos para hacerlo.
Cuando uno tiene una adicción y no es consciente de la enfermedad, piensa que está actuando bien. Es más, esta nos permite disfrazar nuestros vacíos emocionales con una aparente alegría. En el caso de esta persona, esta alegría terminaba in so facto cuando salía de los almacenes con los paquetes.
El conflicto radica en que, al volver consciente su adicción, terminó aceptándola y, si bien en apariencia es inofensiva, esto le generó varios problemas de ansiedad más adelante, por lo que en estos momentos requiere de ayuda para controlar su enfermedad.
Incluso comenzó a sentir culpa cuando terminaba comprando y se decía a él mismo que no tenía sentido seguir adquiriendo cosas que no necesitaba.
Por desgracia esto le pasa a mucha gente: en vez de trabajar dentro su mal de manera interna, prefieren doparlo con medicamentos u otros tipos de realidades, pues no es nada fácil aceptar que se está enfermo y más cuando se trata de una adicción, ya que para nadie es un secreto que se trata de un tema que genera vergüenza y es rechazado por la sociedad.
Es como si los adictos estuviéramos condenados a ser quemados en la hoguera por el solo hecho de vivir en función de situaciones repetitivas que nos hacen sentir mal.
Más adelante les mencionaré cómo pude comprender la ansiedad, uno de los peores enemigos que tenemos los adictos y que debemos aprender a manejar a base de paciencia y constancia.
Pero, ¿qué es una adicción?
“El término ‘adicción’, según la ley romana, significa la sumisión o capitulación a un dueño o amo. De hecho, se apelaba a la misma como la justificación de la esclavitud. Quizá sea esta una de las acepciones que, por poco conocida, no deja de ser relevante, ya que incide en uno de los aspectos principales de los procesos adictivos, que es la dependencia de un ‘amo’.
El amo puede ser el alcohol, los opiáceos o el juego y se precisa de él para conseguir un estado de bienestar (físico o mental), aunque lo normal y adaptativo sería poder alcanzarlo sin necesidad de tan oneroso señor.
La dependencia se completa cuando el objetivo no es conseguir placer sino superar el malestar que se produce por la privación de ese hábito.
En definitiva (y este es un aspecto singular que nos gustaría resaltar en primer lugar) las adicciones representan una de las formas más absurdas de atentar contra la libertad personal. Con independencia de las posibles causas que originan o facilitan la adicción, finalmente uno es dependiente de sus propias acciones”. 4
Tenemos un amo y, tal como lo menciona el libro Adicción al juego de azar de Mariano Chóliz, somos esclavos dependientes de una repetición instalada en nuestras cabezas, a la que hay que volver conscientes luego de un enorme esfuerzo por salir de ahí.
Vicio no es una verdad absoluta pero sí se basa en un principio de realidad a partir de testimonios reales y con sustento investigativo para contar lo que significa vivir en el vicio.
¿Qué pensamos? ¿Qué sentimos? ¿Cómo vivimos la realidad adicta?
¿Cómo somos? ¿Es cierto que lo espiritual ayuda mucho? ¿El odio acompaña al adicto? ¿Hay una verdad sobre traumas de la niñez no resueltos? ¿Existen componentes genéticos presentes?
Las adicciones generan muchas preguntas, pero son más las dudas que las certezas y, en especial, cuando sigue siendo un problema de salud pública a nivel mundial.
Entender el mundo del adicto no es fácil. Me atrevo a asegurar que solo nosotros podemos comprenderlo, porque lo hemos vivido y sabemos lo que significa estar atrapado en ese enredo de pensamientos siniestros y malditos.
Con este libro, primero como autor, quiero agradecerle a la vida por permitirme sanar a través de contar la vida tan compleja que tuve que vivir al ser adicto.
Si volviera a nacer les aseguro que bajo ninguna circunstancia escogería serlo. Si bien esa experiencia me permitió trascender y buscar mi parte espiritual, salir de allí fue muy difícil, considerando también el dinero que perdí en mis adicciones, que no solo fue para alimentar mis compulsiones sino para buscar salidas, con psicólogos y psiquiatras, pues pensaba que solo ellos podían resolver mis angustias existenciales, que durante muchos años fueron permanentes.
El adicto nunca dejará de serlo y de eso soy consciente. Acepto mi realidad, convivo con ella y solo podré liberarme totalmente cuando muera. He aprendido a convivir con mis adicciones y ya logré ponerme de acuerdo con mis pensamientos repetitivos.
La sociedad juzga y es implacable con el adicto pero, como muchas cosas en este planeta, se analizan las situaciones y vivencias de una manera superficial, donde la mayoría de la gente no tiene ni idea de lo que significa y menos sabe qué hacer en caso de tener que ‘lidiar’ con una persona cercana que sea adicta.
Lo más sencillo es criticarlo, asediarlo con preguntas, hacerlo sentir culpable, estúpido y desadaptado y enviarlo a un psiquiátrico o a un centro de rehabilitación.
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