Quizás ya puedes ver cómo este ejemplo se aplica a la cuestión de la seguridad. Si queremos tener una seguridad mayor y más robusta, la forma de obtenerla no es manipular el indicador ―es decir, asegurarnos de hacer unas pocas buenas obras más y un menor número de malas obras para que podamos sentirnos más dignos del cielo―. Este es un punto importante porque, tristemente, es la manera exacta en que muchos cristianos reaccionan ante la falta de seguridad. Como muchas veces el sentido de duda y temor es producido cuando ven su propio pecado, piensan que por eso la solución es enfocarse en su pecado, en sus buenas obras o en su falta de buenas obras, lo que, desde luego, a fin de cuentas, es enfocarse en ellos mismos en lugar de enfocarse en Dios. Sin embargo, si esa es la manera en que reaccionamos ante la falta de seguridad, ¡podemos pensar también que la forma de responder a la falta de velocidad en nuestro auto es manipular el velocímetro! Eso es absurdo. La manera correcta de responder ante la falta de seguridad es enfocarnos en las fuentes impulsoras de la seguridad y poner peso sobre ellas: las promesas de Dios y el evangelio de Jesucristo. Si lo hacemos, el resultado será una mayor confianza respecto a nuestra salvación y un aumento en la clase de vida y obras santas que indican la existencia de la salvación verdadera.
Aquí va otra analogía que puede ser de provecho. El fruto de un árbol puede indicar la salud del árbol, pero si queremos conseguir un árbol más saludable, la solución no es hacer que el fruto se vea mejor. Más bien, hay que preocuparse de la raíz, que impulsa y crea la salud del árbol. De la misma manera, el fruto de nuestras vidas puede ser un indicador importante de nuestra salud espiritual, pero no lograremos aumentar nuestro sentido de seguridad y confianza respecto a nuestra salvación si solamente tratamos de hacer que el fruto se vea mejor. No lograremos mejorar la salud del árbol pegándole manzanas con cinta adhesiva ni pintando de rojo las manzanas podridas. No, tenemos que ocuparnos de la raíz, y luego el fruto, el indicador de la salud, mejorará.
¿Y qué del testimonio del Espíritu, la fuente sobrenatural de la seguridad? Bien, toda analogía se desmorona en un cierto punto, y este es ese punto. Me temo que el testimonio del Espíritu, que Dios imparte de manera directa y sobrenatural en el corazón del creyente, no tiene un buen elemento análogo en la imagen del auto. ¡En el mejor de los casos, podríamos pensar en él como una inyección de nitro casi totalmente inesperada directamente desde el cielo! Pero el punto es que cuando el Señor decide darle al creyente un sentido inusual de consuelo y seguridad, estamos frente a un regalo hermoso y tremendamente valioso, y por lo general llega con mayor poder justo cuando más se necesita.
Así pues, esta parece ser la arquitectura de la seguridad cristiana. Nuestra certeza de que en verdad somos salvos está basada y cimentada en la confianza inquebrantable en que Jesús salva a pecadores y en que el Padre honrará a Su Hijo cumpliendo Sus promesas. Mientras tanto, nuestras buenas obras (o la falta de ellas) funcionan como confirmación de que realmente somos salvos, o nos advierten de que algo no anda bien, de modo que podamos reaccionar como corresponde. Además, Dios, por Su Santo Espíritu, imparte en nuestras almas un sentido precioso, profundo y a veces intenso de nuestra redención y adopción como Sus hijos.
Probablemente no te sorprenderá que esta arquitectura de la seguridad refleje la arquitectura teológica de la salvación misma. Considera como muestra el pasaje de Tito 3:4–8:
Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador, para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna. Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras.
Pablo hace aquí dos afirmaciones con respecto a las buenas obras. La primera es que las buenas obras no son la base, la razón, el fundamento ni la causa de nuestra salvación. «Nos salvó», escribe Pablo, «no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia». No obstante, la segunda es que una vez que hemos creído y hemos llegado así a ser herederos de la vida eterna, debemos «procurar ocuparnos en buenas obras». Ahora, la mayoría de los cristianos reconocen de inmediato la importancia de esas dos afirmaciones para la cuestión de la salvación: no somos salvos por obras, sino que las obras fluyen de la salvación. Dicho de otro modo, el orden correcto es salvación y luego obras. De hecho, si invertimos el orden, si pensamos que es «obras y luego salvación», hemos puesto de cabeza todo el evangelio. Esa «arquitectura teológica», por llamarla de algún modo, es clave para entender correctamente la salvación.
Bien, la misma arquitectura parece ser aplicable no solo cuando se trata de recibir la salvación, sino también cuando estamos buscando la seguridad de nuestra salvación. Si queremos aumentar o fortalecer nuestro sentido de confianza respecto a nuestra propia salvación, la manera de hacerlo es aplicar presión sobre nuestra fe y confiar en las promesas inquebrantables del Dios Trino en el evangelio de Jesucristo, no simplemente hacer un mayor número de buenas obras para que podamos decir: «¡Vaya! Ahora me siento bien con respecto a mí mismo». Si hiciéramos eso, de hecho, estaríamos desviando nuestra fe, nuestra confianza y nuestra dependencia, sacándolas de Jesús y llevándolas a nosotros mismos.
Nuestro propósito en los próximos capítulos es entender mejor las fuentes de nuestra confianza: el evangelio de Jesucristo, las promesas de Dios, el testimonio del Espíritu y los frutos de la obediencia. A lo largo del camino, consideraremos unas pocas mentiras específicas que tendemos a creer, falsedades respecto a Dios y el evangelio que de forma lenta pero profunda corroen nuestra seguridad. También consideraremos algunas maneras específicas en que tendemos a usar indebidamente el indicador de las buenas obras y veremos cómo podemos asegurarnos de usarlo de forma correcta , como la Biblia indica, y no de una manera que mine sin razón nuestra seguridad o (¡incluso peor!) desvíe nuestra fe sacándola de Jesús y poniéndola en nuestras propias obras. Por último, cerca del final del libro nos volcaremos a algunas preguntas prácticas: cómo debemos pensar respecto a lo que los cristianos hemos denominado «pecados asediantes» y qué podemos hacer para fortalecer nuestra seguridad o incluso recuperarla si se ha perdido.
Entonces, para allá nos dirigimos. No sé exactamente por qué elegiste este libro y lo comenzaste a leer, pero supongo que es porque quieres tener un sentido de confianza profundo y robusto en que las bendiciones de la salvación en Cristo de verdad son tuyas. Quizás no estás luchando con una crisis de dudas en particular. Si eso es cierto, espero que este libro te anime a volver a enfocarte en las promesas del Dios Trino, que te ayude a regocijarte aún más en Su bondad para contigo y que te incentive a seguir creciendo en amor y buenas obras.
Sin embargo, quizá en tu caso la elección de este libro tuvo tintes de urgencia. Después de todo, una cosa es leer un libro sobre la seguridad de la salvación cuando te sientes bien asentado en la fe, y es otra totalmente distinta cuando el corazón está lleno de dudas y temores. Amigo, si es así como te sientes, quiero que me entiendas con claridad desde el principio: este libro es para ti. Estoy convencido de que nuestro bondadoso y amoroso Señor no desea que vivamos esta vida cristiana en un sentir perpetuo de preocupación y miedo, sino más bien con gozo, amor y la determinación piadosa de correr bien la carrera, y, a fin de cuentas, con una confianza deleitosa en que lo que nos espera en la meta es Su fuerte abrazo. Mi esperanza es que de aquí a que terminemos de considerar este tema juntos, habrá una nueva chispa de esperanza, certeza, confianza y seguridad ardiendo en tu corazón, una chispa encendida por un nuevo aprecio por las promesas de Dios en el evangelio y un renovado enfoque en ellas. Espero que también estés mejor equipado para cuidar tu propio sentido de seguridad de forma bíblica y fiel, reconociendo las mentiras que más tienden a minar tu confianza y aprendiendo a usar la evaluación de tu vida y tus obras para animarte en la fe.
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