Incluso sin considerar los textos bíblicos específicos, el tema de la seguridad de la salvación ha demostrado ser un sendero peligroso hablando en términos teológicos. Hay muchas maneras de extraviarse. Por ejemplo, algunos cristianos a lo largo de la historia simplemente se han rendido, afirmando que no puede haber seguridad de salvación en absoluto. En ocasiones, dicha afirmación en el fondo ha sido de naturaleza epistemológica ―o sea, la idea es que finalmente no podemos saber si somos salvos de verdad―. En otras ocasiones, ha sido una afirmación más objetiva, según la cual de hecho podemos perder la salvación que una vez tuvimos. Por otro lado, incluso para los que creen en la sólida doctrina de la preservación de los santos ha sido difícil responder la pregunta de cómo exactamente los cristianos pueden llegar a tener un sentido de seguridad. Cuando buscamos tener seguridad, es fácil que nos salgamos del camino y caigamos en dos errores opuestos: el legalismo y el antinomianismo. Si tenemos una predisposición legalista, tenderemos a procurar la seguridad de la salvación enfocándonos en nuestras propias obras, lo que es peligroso en sí mismo, pues nuestra seguridad puede transformarse sutilmente en un asunto de poner la fe en nuestras obras y no en Jesús. Por el contrario, si tendemos a tener un espíritu antinomiano (que significa literalmente «contrario a la ley»), descartaremos por completo las buenas obras como confirmación de la salvación y nos veremos expuestos al peligro de presumir de la gracia del Rey. Estas dos trampas ―el legalismo y el antinomianismo― deben evitarse si queremos tener una seguridad de salvación profunda, sólida y bíblica.
Pero seamos honestos. En el caso de la mayoría de nosotros, la cuestión de la seguridad de la salvación no está en nuestras mentes debido a un concepto teológico particular, ni siquiera porque tenemos curiosidad respecto a un pasaje de la Escritura con que nos topamos. Está en nuestras mentes debido a nuestro pecado. Vemos nuestras vidas, observamos el pecado que sigue existiendo en nosotros y nos preguntamos si es posible que la vida y el corazón de un cristiano verdadero sean así. Para algunos, el problema es que no vemos el crecimiento en la santidad que nos gustaría ver, incluso a lo largo del tiempo. Para otros, es que no experimentamos la victoria que quisiéramos tener sobre un pecado en particular. Y para otro grupo de personas (como Trent), es que el fruto, el gozo, la alabanza, la paciencia y el amor, que pensamos que debería caracterizar al cristiano simplemente no parece caracterizarnos a nosotros, al menos hasta donde podemos ver. Así que tememos y a ratos incluso nos desesperamos.
Entonces, con todas estas complejidades y dificultades, ¿cómo hallamos la seguridad? ¿Es siquiera posible? Bien, pienso que lo es, y pienso que la Biblia también dice que lo es. De hecho, creo que la Biblia enseña que la seguridad ―en un cierto grado― es la herencia de todo cristiano en virtud del nuevo nacimiento e incluso es inherente a la naturaleza de la fe. Sí, algunos cristianos experimentarán una seguridad más profunda y arraigada que otros. Y sí, el sentido de seguridad varía con las circunstancias y el paso de los años de la vida. Sin embargo, la seguridad no es como la olla de oro al final del arcoíris, un tesoro que solo unos pocos cristianos pueden disfrutar. No, más bien es como Juan explicó: «Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios , para que sepáis que tenéis vida eterna» (1 Juan 5:13, énfasis añadido). Él no escribió para minar la seguridad, sino para establecerla y fortalecerla . Quería hacer eso con todos los que creen, no solo con algunos.
Nuestro objetivo en este libro es explorar la idea bíblica de la seguridad cristiana y hacer preguntas como las siguientes:
• Según la Biblia, ¿cuál es el fundamento correcto de la seguridad cristiana?
• ¿Qué papel desempeñan nuestras buenas obras en nuestra seguridad?
• ¿Qué mentiras que minan la seguridad tendemos a creer?
• ¿Cómo es que erramos al considerar nuestras buenas obras?
• ¿Cómo hacemos para fortalecer la seguridad o incluso recuperarla si se ha perdido?
Entonces, durante los siguientes capítulos, nuestra tarea principal será simplemente explorar juntos la arquitectura de la seguridad cristiana, es decir, cómo la Biblia busca que los cristianos estén seguros de su salvación en Cristo. Creo que la Biblia revela cuatro fuentes principales de seguridad: el evangelio de Jesucristo, las promesas de Dios, el testimonio del Espíritu y los frutos de la obediencia. Al hacer uso de ellas, estas cuatro realidades ―cada cual en su propia manera particular y todas juntas en armonía la una con la otra― crean un sentido de confianza y certidumbre en nuestros corazones de que de verdad somos hijos de Dios y herederos de la vida eterna. Sin embargo, el problema y la razón por la que la seguridad de muchos cristianos nunca despega es que estas cuatro fuentes de seguridad no funcionan exactamente de la misma manera en nuestras vidas; tampoco deberíamos tratarlas a todas de la misma manera. ¿Qué estoy tratando de decir?
La mejor manera de considerar el asunto es decir que la Escritura presenta dos de estas fuentes de seguridad, el evangelio de Jesucristo y las promesas de Dios, como fuentes impulsoras . Dicho de otro modo, son los manantiales donde se origina nuestro sentido de seguridad de salvación, y mientras más profundicemos en ellas con entendimiento y fe, mayor será nuestra sensación de seguridad. Con respecto a los frutos de la obediencia (nuestras buenas obras como cristianos), parece que las Escrituras no los presentan como una fuente impulsora de la seguridad, sino como una fuente confirmadora , es decir, no es una fuente en la que debamos poner la fe, pero así y todo, puede servir para confirmar nuestro sentido de que en verdad somos hijos de Dios o, en su defecto, para advertirnos de que nuestra sensación de seguridad en realidad es falsa. Por último, la mejor manera de describir el testimonio del Espíritu es como una fuente sobrenatural de seguridad, un don de Dios a través del cual el Espíritu Santo engendra directamente en nuestras almas un hondo y profundo sentir de comodidad, seguridad y certeza.
Tal vez una analogía nos ayudará a entender la diferencia entre las fuentes impulsoras, confirmadoras y sobrenaturales de la seguridad. Como es sabido, ninguna analogía es perfecta, pero esta tiende a ayudarnos especialmente a diferenciar entre las fuentes impulsoras y la confirmadora (o indicadora) de la seguridad. Considera esto: en el diseño de un automóvil, hay una gran diferencia entre lo que impulsa la velocidad y lo que confirma la velocidad, entre el acelerador y el velocímetro. Si queremos que el auto acelere, pisamos el acelerador; ponemos peso sobre él, y el auto anda. Ahora, por supuesto, cuando hacemos eso, uno de los resultados es que el velocímetro del panel indica, muestra o confirma que el auto se está moviendo. Pero el velocímetro es una muestra de la velocidad, no la fuente de la velocidad. Si queremos más velocidad, no basta con que metamos la mano en el panel y usemos los dedos para empujar la aguja a la derecha esperando que el auto vaya más rápido. Para aumentar la velocidad, tienes que enfocarte en la fuente de la velocidad y poner peso sobre ella, no sobre el indicador de la velocidad. Entonces ―puede que te preguntes―, ¿qué sentido tiene tener un velocímetro? Pues bien, el velocímetro puede mostrarnos con mucha rapidez si estamos poniendo el peso indicado en el acelerador. Si el velocímetro dice «0», es probable que derechamente no tengamos el pie en el acelerador.
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