—Veo que siempre fuiste un tramposo, aunque no creo que la campera te entre de nuevo. –La acusación de Mica se refiere a cómo solíamos hacer trampa cuando jugábamos al Jodete escondiendo cartas. Sonríe mientras gira su dedo en las puntas de su pelo castaño.
—Bueno, en realidad sí, e incluso la traje –respondo con la mirada perdida en las ramas reunidas en el círculo de piedras, como si hubiera un fuego imaginario allí.
Mica pone una cara incrédula, por lo que Walter pasa a comentar más sobre la dichosa prenda.
—La campera no era de su talla, era enorme, fácilmente le entraba a mi padre, por lo que a él le iba como un saco de dormir con brazos. –Ríe con nostalgia–. Qué divertido era verte correr con esa campera que te llegaba a las rodillas.
—¿Verdad que sí?, ahora no puedo ir y ensuciarla indiscriminadamente, creo que la pobre ya aguantó bastante. –Al decir eso pasamos a una charla aún más antigua, comenzamos a hablar de las cosas que solíamos hacer de pequeños, o el campamento de verano de hace tres años. Uno donde Mica confundió un bote de champú con uno de pintura y todas las chicas terminaron con el pelo duro, por suerte era una témpera y se pudo quitar en unos días. También cómo Walter quiso hacer una bala de cañón en la gran pileta, pero cayó de panza y terminó todo rojo por el cachetazo que le dio el agua. Esas y más charlas tuvimos hasta que el sol comenzó a marcharse dejando un manto naranja en el cielo, señal de que la fogata tenía que reemplazar su luz o quedaríamos en un inmenso domo de oscuridad.
El fuego nos presta su calor y podemos ver las estrellas en el cielo, lo bueno de vivir en un pueblo es lo fácil que se advierten las constelaciones en la noche. Quizá por eso quisieron hacer un observatorio, pero debido a la falta de recursos y de gente para que lo use nunca lo terminaron. Estamos comiendo unas cuantas cosas que trajo Fabi en su mochila y que yo compré en el camino; hay papas (cómo no para Fabi), las gaseosas, algunas empanadas del súper, pizzetas, magdalenas, galletitas y otras cuantas cosas. Puede que les parezca raro, pero nunca nos importó mezclar los tipos de comida en un campamento, por eso siempre volvíamos muy mal del estómago, o al menos algunos.
Mica está comiendo también, tiene una sonrisa en el rostro mientras cada tanto pierde su mirada en los árboles empinados y los levanta suavemente para admirar el cielo. Fabi está más contento de lo usual, pues estas juntadas de botana son para él lo que para Walter es una temporada completa de Cold Case , y hablando de él… Está bastante alerta mirando a su alrededor cada tanto, sospecho que siquiera va a dormir un poco.
Ya estamos todos algo soñolientos y antes de retirarnos a dormir Walter se levanta en su típica pose de héroe, llevando sus brazos a su cadera.
—Propongo que hagamos turnos para dormir, de esta manera sabremos si pasa algo, y el vigía alertará a los demás. Tengo la Play portátil para que se entretenga y algunos juegos, solo hay un problema. ¿Quién será el primero? –dice eso mirándome a mí, casi como una orden silenciosa.
—De acuerdo, yo haré primero de vigía, después de todo me está buscando a mí. ¿No es así?
—Así me gusta, camarada, esa es la actitud, en cuanto a ti, Mica, asegúrate de que no haga nada raro y que se mantenga despierto. –Walter insinúa que compartiríamos la carpa, y resultó en una mirada incómoda entre ambos. Supongo que no por vergüenza, sino más bien porque ella no se siente segura sobre si las personas a su alrededor están seguras, y menos en una pequeña porción de espacio como la de una carpa, seguras de ella… No puedo decir que yo sea la excepción.
—Creo… que está vez tendrán que disculparme, pero dormiré sola si no es molestia… –La confesión de Mica carga algo de culpa.
—No… Lo entiendo, nos acomodamos en la carpa los tres, así que no te preocupes –comento con una sonrisa que ella me devuelve, aunque algo dolida, mientras se levanta del suelo y sacude sus ropas para así entrar a su correspondiente tienda.
—Ah, como en los viejos tiempos, amigos, será divertido, muchachos. –Walter pasa una mano en mi hombro y la otra en el de Fabi, quiere alegrar el ambiente a su manera, pero estoy seguro de que en su cabeza aún no termina de digerir lo que está pasando. Creo que la ignorancia es un método de defensa psíquico muy útil y que muchas veces tachamos como malo, pero creo que todos muchas veces preferimos no saber nada antes que conocer la verdad tan perturbadora.
—Claro, y el que intente ponerme pasta dental mientras duermo lo haré correr el pueblo entero como en los viejos tiempos. –Fabi hace su inocente amenaza y partimos en risas, eso es también una anécdota de las travesuras que nos hacíamos entre nosotros de pequeños. Nos acomodamos en la carpa, ellos dos están acostados con la cabeza en la dirección opuesta a la entrada, y yo sentado de piernas cruzadas a sus pies, justo en el medio, dividiendo el espacio.
—Oye, Paul, además del incidente con Germán, ¿hay algo más que pasó entre ustedes? –Fabi rompe el silencio mientras se acuesta boca arriba con sus manos detrás de su nuca, acto seguido Walter lo imita y se une a la conversación sin dejar de mirar el techo de la tienda.
—No… Creo que ella al igual que yo tiene miedo de que… me ataque o de que pierda su propia voluntad… Además aún no llegamos tan lejos como para dormir juntos, sabes… Y hablando de eso, ¿por qué no trajeron la otra carpa? Siempre había tres, una para Walter y yo, en la otra Fabi y las provisiones y, por último, Mica y las mochilas. –Mis compañeros desvían la mirada intentando sacarse culpa.
—Bueno, le dije a Fabi que no la trajera, vi cómo estaban ustedes dos y por lo que habían pasado, así que supuse que necesitarían algo de tiempo entre ustedes, no de distancia. Tienen que acercarse entre ustedes, creo que más que nunca Mica necesita el apoyo de todos a quienes quiere. –Walter suena muy serio, incluso Fabi le da la razón asintiendo con la cabeza.
—Creo que eché la oportunidad a perder… –Suelto un gran suspiro y dejo caer mi cabeza en el suelo de cuero–. Ah, esto es demasiado extraño como para saber llevarlo bien.
Iba a decir algo, pero algo rompió el silencio antes que nosotros, los tubos de metal que antes había preparado Walter comienzan a sonar y provocan que nos miráramos entre nosotros en blanco, quedamos un segundo así y luego le grito a Walter.
—¡La linterna! En mi mochila rápido, ¡rápido! –Walter se mueve con prisa y rápidamente saca la linterna, dejando fuera en el proceso la campera blanca de la que antes habíamos hablado.
—¡Vamos, Mica, rápido! –Walter se encarga de dar el aviso a Mica que ya tiene media cabeza fuera de su carpa, mientras que él sale disparado hacia el sonido. Lo sigue Fabi y luego último yo, viendo cómo también Mica sale con una linterna en sus manos y esperándome para seguir los pasos de nuestros amigos.
Nos acercamos a donde estaban sonando los tubos, parece que se alertó e intenta escapar, dirigimos nuestras linternas hacia donde proviene el sonido y vemos un pelaje blanco y ojos rojos… Era un conejo que se atascó en la tanza de hilo. Primero quedamos medio decepcionados, de pie frente al asustado animal, mientras Mica se acercó para ayudar al roedor a salir.
—Ja… Un conejo, qué suerte la nuestra –dice Walter mientras se ve interrumpido nuevamente por otro sonido, esta vez fue el cerrar de una trampa de oso, de las pequeñas, y el aullido de lo que parecía un lobo, era algo distinto, pero se sentía su semejanza. Nuevamente nos miramos entre los cuatro y salimos corriendo hacia el sonido animal, y esta vez cuando llegamos vimos la majestuosa bestia blanca, un zorro, sus ojos violetas brillaban con el alumbrar de las linternas y su pata estaba manchada en sangre. Además de eso estaba mordiendo la trampa, nos pareció curioso, pero más aún nos sorprendió, pues de unos dos o tres mordiscos partió la mandíbula de acero y comenzó a alejarse.
Читать дальше