Sin duda esto es verdad y refleja lo que siempre sintió Caspar ante Kepler y le llevó a identificarse con él y a dedicarse por entero al estudio, edición y traducción de su obra, como el lector de su Prólogo verá con toda claridad. El trabajo llevado a cabo por Gingerich y Segonds en la edición de 1993 de la traducción inglesa permitió recuperar para el lector «especialista» –y, en general, para todo aquel que, incitado por la biografía trazada por Caspar, quisiera ir más allá– las fuentes en que confirmar el relato y profundizar en su conocimiento de Kepler y su obra. Sin embargo, puesto que esta aportación –que nunca será suficientemente agradecida– se recoge, como hemos señalado, en un «Índice de fuentes» colocado tras la biografía, nada impide que también el «especialista» pueda disfrutar y enriquecerse con los estímulos y el cuadro biográfico-intelectual construido por Caspar, más allá de todo ulterior accessus ad fontes .
Creemos sin sombra de duda que el lector novel que haga la lectura de esta biografía experimentará en su fuero interno los sentimientos que Caspar menciona en el pasaje de su prólogo que hemos citado poco más
arriba. Porque Caspar aporta, desde una rigurosa y completa perspectiva interdisciplinar, un relato vibrante de lo que fue en Kepler una verdadera odisea intelectual en búsqueda de la verdad, de la estructura de la obra divina de creación – Opus Dei creationis , como rezaba el título de una obra publicada en 1597 por su amigo y detractor Helisäus Röslin, a quien el lector encontrará en diferentes momentos–, en medio de dificultades sin cuento: obstáculos de su misma alma mater –la universidad de Tubinga, que desconfiando de su ortodoxia, lo desvió del ejercicio de pastor luterano a la profesión de matemático y astrónomo-astrólogo–; obstáculos emanados de su condición de miembro de la minoría protestante de Estiria en los dominios de la católica Austria; obstáculos derivados de su difícil relación con Tycho Brahe –él, un joven copernicano convencido y confeso de la verdad del heliocentrismo y del movimiento de la tierra por profundas razones filosóficas, teológicas, matemáticas, cosmológicas y astronómicas, frente a un Tycho mayor, aristócrata con pretensiones de ser el indiscutido restaurador de la astronomía y la cosmología con su sistema geoheliocéntrico–; obstáculos procedentes, tras la muerte de Tycho en 1601, de la obstrucción de sus herederos, que pretendían que él limitara su trabajo a la confirmación del sistema de Tycho y le obligaron por tanto a un complejo y delicado equilibrio en la confección de su Astronomia nova
[es decir, causal] sive physica coelestis (1609), que confirmaba sin embargo definitivamente la verdad del cosmos copernicano y la función motriz del Sol, que con su «fuerza» ( vis motrix ) produce y causa el movimiento circunsolar de los planetas en sus trayectorias elípticas, tal como indican las dos primeras leyes del movimiento planetario; obstáculos derivados de los problemas materiales y económicos resultantes de las dificultades de cobrar su subsidio de matemático imperial en la corte de Rodolfo II en Praga; el drama de la excomunión de la iglesia luterana en 1612 por el pastor de Linz, Daniel Hitzler, por desviación calvinista en el dogma de la presencia real de Cristo en la eucaristía y más tarde el penoso drama del largo proceso judicial en Württemberg contra su madre, acusada de brujería, y a la cual Kepler consiguió finalmente liberar de la muerte; la tragedia final, a partir de 1618, de la Guerra de los Treinta Años. Que en medio de tantos obstáculos y dificultades –de los que solo hemos nombrado unos pocos– Kepler fuera capaz de mantener su vocación intelectual y llevar a cabo su enorme obra, no puede sino llenar de admiración y el lector la experimentará leyendo el documentado relato de Max Caspar. Y creemos no equivocarnos si sugerimos que, probablemente, la identificación con Kepler pudo motivar a Caspar la redacción de esta biografía en unas condiciones que quizá él sentía similares. Creemos intuirlo en las menciones que en su «Prólogo al lector» hace del Zusammenbruch (la «derrota» de Alemania en 1945) y de que «por entonces no se me permitía el acceso a las bibliotecas públicas». 7
Todo lector, pues, independientemente de sus motivaciones e intenciones últimas, obtendrá gran provecho de la lectura de esta obra. Para una posible profundización ulterior, especialmente de aquellos interesados en el papel y la función de Kepler en el desarrollo de la revolución científica contemporánea y en un conocimiento más profundo de su pensamiento, se nos permitirá, a modo de conclusión, efectuar unas rápidas consideraciones bibliográficas con vistas a remitir al lector a algunos de los más importantes resultados de la última investigación kepleriana, que no aparecen recogidos en la «Bibliografía» conclusiva, que en lo fundamental permanece anclada, como hemos adelantado, en la recogida por Gingerich en la traducción inglesa de 1993.
En el capítulo de traducciones, la «Bibliografía» merece ser completada, en lo que a traducciones alemanas se refiere, con dos importantes ediciones aparecidas en estos últimos años: Über den neuen Stern im Fuß des Schlangenträgers [trad. de De stella nova in pede Serpentarii , 1606], traducción de Otto y Eva Schönberger y Eberhard Knobloch, epílogo de E. Knobloch, Würzburg, Königshausen & Neumann, 2006; Kurze Darstellung der copernicanischen Astronomie [ Epitome astronomiae copernicanae , 1618-1621], traducción de Otto y Eva Schönberger y Eberhard Knobloch, epílogo de E. Knobloch, Würzburg, Königshausen & Neumann, 2010. A ellas se puede unir, Vom wahren Geburtsjahr Christi , traducción asimismo de Otto y Eva Schönberger, Rahden/Westfalia, Verlag Marie Leidorf, 2016, traducción del escrito cronológico con que concluía el De stella nova –omitido en la traducción anteriormente reseñada– y que demuestra que Cristo nació cinco años antes de la fecha tradicionalmente aceptada. Puede ser que el lector español encuentre por la red alguna mención de traducciones españolas de dos importantes obras de Kepler: Sobre la estrella nueva aparecida en el pie de Serpentario , Málaga, 2009, y Tres memoriales sobre los cometas [presunta traducción de De cometis libelli tres , 1619], Málaga, 2009. Es mejor que se olvide de ellas, pues se trata de un esfuerzo inútil que hubiera sido mejor que jamás se hubiera emprendido.
En lo que a monografías se refiere, dada la excepcional trascendencia de la Astronomia nova (1609), señalamos la existencia de un estudio hoy por hoy imprescindible para comprender el complejo proceso de gestación teórica y redaccional de esa obra y que por tanto complementa admirablemente la biografía de Caspar. Nos referimos a James R. Voelkel, The Composition of Kepler’s ‘Astronomia nova’ , Princeton University Press, Princeton y Londres, 2001. El volumen colectivo, editado por Edouard Mehl con la colaboración de Nicolas Roudet, Kepler. La physique céleste: Autour de l’Astronomia nova’ , Les Belles Lettres, París, 2011, recoge importantes contribuciones sobre el tema de diferentes estudiosos.
Sobre el Harmonice mundi (1619), la obra cumbre de Kepler desde su propia perspectiva, admirablemente presentada por Caspar ( infra , pp. 285-310), resulta asimismo imprescindible en estos momentos el libro de Bruce Stephenson –autor de una también fundamental Kepler’s Physical Astronomy , reimpresión Princeton University Press, Princeton, 1994–, The Music of the Heavens: Kepler’s Harmonic Astronomy , Princeton University Press, Princeton, 1994.
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