¿Cuál ha sido el día más feliz de tu vida?
Es difícil escoger un día, porque sí lo asocio definitivamente a cuando me casé y cuando nacieron mis hijos. Pero no dejan de ser procesos, porque llevaba ocho años de novio con mi esposa y la boda se planea con tiempo. La boda es el momento en el que se sintetiza ese amor de novios extraordinario y el nacimiento de los hijos es el inicio de la parte más bonita de la vida. A mí no me ha pasado algo mejor, a lo mejor habrá quien diga: “El día que gané una elección”. No, para mí, por encima de cualquier logro profesional, está el tema de la familia. Después de esos dos, probablemente el día que fui electo presidente nacional del pan, porque es la responsabilidad más importante que he tenido en términos públicos y es la responsabilidad más grande que he tenido para poder construir el bien común que es a lo que siempre he aspirado.
¿El más triste?
Cuando se murió mi abuela materna, la quise muchísimo, fuimos cercanísimos, fue una mujer a la que le tuve una profunda admiración, siempre he creído que estaba adelantada a su tiempo, era una profesionista, una mujer muy brillante, arquitecta. Murió a los 80 años, todavía con una obra pendiente, ella seguía yendo a supervisar sus propias obras y fue un poquito trágico porque estaba muy bien de salud. Estaba fumigando su casa, porque hacía todo por su cuenta, se cayó y a mí me tocó encontrarla, el impacto fue muy fuerte, lo recuerdo como un día muy duro. Era un domingo e íbamos a ir a comer, fui a recogerla y cuando entré la encontré.
¿Y qué hiciste?, ¿le hablaste a la ambulancia?, ¿ya sabías que había fallecido?
No falleció en el momento, estaba completamente inconsciente, pero llamamos a la ambulancia y llegó al hospital, fue un proceso difícil de unas cuantas semanas, ya nunca recuperó bien la conciencia y finalmente se nos fue. Pero la recuerdo con enorme gusto y como alguien que fue un ejemplo de tenacidad y sobre todo de honradez, una mujer verdaderamente de primera en términos de valores.
Completa esta frase, Ricardo Anaya es…
Muy apasionado. En lo que creo que debo hacer, pongo todo mi esfuerzo, todo mi entusiasmo. Y alguien que trata de superarse todos los días.
Óscar Arias
Premio Nobel de la Paz y ex Presidente de Costa Rica
El estratega de la paz
¿Cuánto tiempo se tardaron en salir?
Fueron horas de mucha discusión. Estábamos los cinco presidentes solos, no había cancilleres, teníamos que ceder, nosotros; teníamos que ser flexibles, saber transigir; porque teníamos el destino de 40 millones de centroamericanos en nuestras manos. Yo apelé a esa responsabilidad y les dije: “Si fracasamos, si no llegamos a un acuerdo, la guerra continúa, y ya han muerto suficientes hermanos centroamericanos, es hora de que firmemos un plan de paz para comenzar a negociar ceses de fuego”. Creo que toqué la conciencia, la responsabilidad, el corazón de cada uno de ellos como para no salir de ese cuarto sin haber llegado a ese acuerdo.
Guillermo Arriaga
Escritor y guionista
Letras de un espíritu cazador
Escritor, guionista, periodista, has trabajado en México, en Estados Unidos, con los artistas más importantes. ¿Dónde nació Guillermo Arriaga y cómo fue su infancia?
Crecí en una familia en la que mis padres tenían dos obsesiones: la cultura y la naturaleza. De chicos, para nosotros los sábados eran eventos culturales, y los domingos eventos de naturaleza, de montañismo o de pesca, siempre había un equilibrio entre las dos cosas y eso me marcó. Mis padres, que aún viven, son gente muy culta, que ha viajado mucho, que está al tanto de lo que sucede en el mundo. Te pueden hablar del concepto de Roger Waters o de Katy Perry, luego te hablan de personajes como Kant, o de Le Hussard o de un restaurante en Nueva Zelanda. Son personas que tienen un gusto natural por la cultura, y parte de mi amor por la naturaleza viene de ellos. Mis padres siempre nos empujaron a leer, a ir a museos, galerías, conciertos. Y la naturaleza es fundamental en mi vida, yo sin salir a la naturaleza realmente me siento muerto.
¿A qué se dedicaba tu padre?
Mi papá trabajaba como comerciante, y mi mamá tenía una empresa que importaba máquinas de tejer. Cuando mi papá se retiró se dedicó a ser director de un centro de cultura en un pueblito en el Estado de México, el Centro Cultural Sor Juana Inés de la Cruz, donde nació Sor Juana.
La primaria, ¿dónde la hiciste?
En la Escuela Moderna Americana.
¿Cómo un niño con déficit de atención entra a la Moderna Americana?
Por eso me reprobaban en todas las materias. La Moderna Americana para mí fue una muy mala experiencia, realmente no es una escuela que a me haya gustado. Me expulsaron y de ahí me pasé a la Mexicana Americana y esa sí fue una gran escuela para mí.
Tú que eres maestro sabes que hay escuelas para todo tipo de niños. Me decías que en tu casa había muchísima cultura, a tus papás les encantaba leer, pero tu amor a la lectura empieza en la universidad.
Mira, a mí de chico, como tenía déficit de atención, me costaba muchísimo trabajo leer libros completos, pensaban que necesitaba una escuela de educación especial, porque no entendía nada, nada, nada; reprobaba todas las materias. Lo que sí me fascinaba desde chiquitito era leer como loco enciclopedias y compendios.
Porque eran fragmentos cortos y muy concisos.
Yo aprendí a jugar ajedrez a los ocho años, nada más viendo cómo se movían las piezas en la enciclopedia, a mí no me enseñaron. Entonces la enciclopedia se convirtió en una fuente importante para mi conocimiento, pero no fui de esos niños que dicen que leían muchos libros y que eran muy nerds, yo realmente era bastante desmadroso.
Te puedo decir que de las mejores clases que tuve en la Ibero fue tu clase, que era una clase de literatura, donde aprendías a leer, aprendías a devorarte los libros, y nunca voy a olvidar que nos decías: “lean ahora, si dicen ahora que no tienen tiempo, después menos tiempo van a tener, porque van a iniciar una vida laboral, una vida personal, mucho más complicada”. ¡Qué gran consejo!
La carrera es un momento para absorber, para absorber puntos de vista de tus compañeros; la universidad, más que lo que ofrecen los profesores, es un espacio de reflexión con los libros que te dan a leer o que te recomiendan los mismos compañeros y los diálogos que tengas. Un momento importante para leer, es cuando estás en la preparatoria y en la universidad. Luego viene esta vorágine de cosas y ya no tienes el tiempo para sentarte a leer con calma. Yo sí lo busco, por lo menos busco media hora al día para leer.
Y ahí leíamos una de tus primeras novelas: Un dulce olor a muerte .Nos las dabas de tarea y luego ya uno estaba feliz leyendo la novela de su maestro.
No, no la dejaba de tarea, nunca les iba a dejar de tarea un libro mío, se la daba a gente de la que yo quería saber su opinión, como tú. Estaba todavía en manuscrito, ¿no?
Pero era espectacular. Y aparte de todo nos llevabas escritores, ese fue mi primer acercamiento con la literatura y los escritores, porque llegaban grandes escritores a dar la clase contigo.
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