«Constituciones sinodales de la diócesis de Valencia», en La gloria del Barroco. València 2009-10 . Catálogo , Valencia, Generalitat Valenciana-La Llum de les Imatges, 2009, pp. 456-457. (En colaboración con V. Pons Alós).
«Cabreve de la Cofradía de Huérfanas a Maridar», en La gloria del Barroco. València 2009-10. Catálogo , Valencia, Generalitat Valenciana-La Llum de les Imatges, 2009, pp. 478-479. (En colaboración con A. García-Menacho Osset).
«Visitas Pastorales de la Diócesis de Valencia», en La gloria del Barroco. València 2009-10. Catálogo , Valencia, Generalitat Valenciana-La Llum de les Imatges, 2009, pp. 482-483.
CAPÍTULOS DE LIBRO
«Los fundamentos institucionales», en Historia de Valencia , Valencia, 1999, pp. 86-92. (En colaboración con V. Pons Alós).
«La organización de la iglesia valenciana», en J. Hermosilla Pla (coord.), La ciudad de Valencia. Historia, Geografía y Arte de la ciudad de Valencia , vol. 1, Valencia, Universitat de València, 2009, pp. 199-205. (En colaboración con V. Pons Alós).
DIPLOMÁTICA EPISCOPAL DE VALENCIA (1240-1300) *
INTRODUCCIÓN
En 1920 el canónigo Sanchis Sivera advertía acertadamente en la presentación de sus estudios históricos sobre La diócesis valentina :
En esta clase de obras precisa dar la importancia debida a la Diplomática. A falta de cartularios, se prestará un buen servicio a la diócesis con la publicación de documentos que, a más de ilustrar nuestra historia, desvanecer muchos errores y abrir nuevos caminos de estudio, nos muestran un ambiente donde palpita la vida de nuestros antepasados. 1
Para conocer la organización y el funcionamiento de la Iglesia valentina en la segunda mitad del siglo XIII, concretamente a partir de 1238, fecha de la conquista de la ciudad de Valencia, es fundamental, entre otras fuentes, la documentación en pergamino conservada en el Archivo de la Catedral de Valencia, profusamente utilizada por Burns en sus trabajos. 2Existe un catálogo de ese riquísimo fondo de pergaminos, 3pero todavía no se ha publicado la colección diplomática de dicho archivo, ni siquiera el diplomatario episcopal. 4
La presente comunicación pretende cubrir en parte el gran vacío existente para el siglo XIII en lo que a diplomática episcopal 5se refiere. Cierto es que el periodo que estudiamos –tan solo sesenta años– es muy corto para ver la evolución de los tipos documentales, del contenido de las actas episcopales y de su formulación, más teniendo en cuenta que estamos en los orígenes de una diócesis y por consiguiente en los inicios de una cancillería episcopal, si la comparamos con otras más antiguas de la Corona de Aragón o de fuera de la península. No obstante, estos condicionantes no son óbice para encontrarnos con unos tipos documentales que responden a las primeras y más inmediatas necesidades de unos obispos y un cabildo que tienen que poner en marcha una diócesis en un territorio recién conquistado al islam y que necesitan encontrar medios de financiación para ir consolidando las instituciones administrativas eclesiásticas: cabildo, curia episcopal, parroquias, etc.
He estudiado parte de la documentación producida a lo largo de cinco obispados, 6seleccionando aquellos documentos estrictamente episcopales, es decir, intitulados por el obispo o por este y el cabildo, incluyendo también aquellos otros en los que se requiere su suscripción autógrafa y su sello como forma de validación. Son documentos en su mayor parte muy semejantes a los documentos privados, tanto en su formulación como en los caracteres externos, tal vez por estar confeccionados por notarios públicos o porque los asuntos que se redactan todavía no son –como ocurrirá más adelante– los propios del gobierno y la acción pastoral de los obispos.
Lo que ahora presento no es un trabajo definitivo y estoy segura de que la publicación del diplomatario episcopal enriquecerá y matizará muchas de las ideas aquí expuestas, pero, al menos, este breve análisis pretende ser el comienzo –desde los orígenes bajomedievales de la diócesis valentina– de una serie de estudios continuados sobre diplomática episcopal de Valencia.
LA DIÓCESIS DE VALENCIA Y SUS OBISPOS EN EL SIGLO XIII
El protagonismo de la Iglesia fue indiscutible en el lento proceso de conquista de Valencia –ocupada desde hacía siglos por los musulmanes– por parte del rey Jaime i de Aragón, que tuvo lugar según tradición inmemorial el 9 de octubre de 1238. Tras la conquista comenzó la compleja disputa sobre la posesión eclesiástica de la ciudad y diócesis por el metropolitano de Toledo y por el de Tarragona, que terminó con la anexión por parte de Jaime i a su patrimonio del nuevo reino y a la mitra tarraconense de la diócesis de Valencia. 7
La diócesis valentina centrada de nuevo en su provincia eclesiástica de origen comenzó un camino pastoral, que no se ha interrumpido hasta nuestros días, aunque en los primeros años no faltaron tensiones provocadas por la querella que el arzobispo de Toledo presentó a Roma contra sus derechos violados y por el recurso del nuevo arzobispo contra el metropolitano de Tarragona por las actuaciones que este había tenido con la reconquistada ciudad de Valencia. 8
Los límites de la diócesis valentina tras la conquista coincidieron en gran parte con los de la actual provincia civil, penetrando en las de Castelló y Alacant, siendo limítrofe por el norte de Tortosa y Segorbe, por el oeste de Cuenca y por el sur hasta una línea que partía desde Calp en la costa, y más tarde Vila Joiosa adentrándose hacia Xixona y Biar, subiendo por el noreste hacia Xàtiva, prosiguiendo por Enguera y algún tiempo también Aiora y por último hasta Cofrentes. Era pues un territorio vasto, razón por la cual Jaime II, a principios del siglo XIV, intentó la creación de una segunda metrópoli en sus dominios, proponiendo al papa la creación de un obispado en Xàtiva.
Sin embargo, la única división que se hizo en 1248 fue la de los arcedianatos de Xàtiva y Valencia, novedad importante para la estructura diocesana porque los arcedianos eran poderosos e influyentes y además gozaban de cierta autonomía en sus respectivas jurisdicciones. En 1279 se crearon otros dos arcedianatos en Sagunt y Alzira, al norte y sur, respectivamente, con el fin de planificar mejor las iniciativas pastorales, cuidar directamente las necesidades espirituales del pueblo y coordinar las actividades del clero.
Otro aspecto importante de la organización de la nueva diócesis fue el económico. 9Don Jaime se había comprometido en las Cortes de Monzón a financiarla convenientemente, pero sus promesas no fueron mantenidas porque las campañas militares hacia el sur le ocasionaron enormes gastos, y por ello el papa Gregorio IX le llamó solemnemente la atención. El monarca, en 1241, ante las insistencias del clero, aumentó la ayuda, que al principio había sido muy escasa, y dotó debidamente al cabildo catedral, repleto de canónigos adictos a su persona para evitar futuros conflictos. A pesar de estas dificultades iniciales, pasados cuarenta años, las finanzas de la catedral y diócesis eran bastante sólidas, de modo que Jaime II pudo informar a Roma diciendo que la diócesis de Valencia era tan rica como la de Tortosa.
También fue un buen método de financiación la administración e inversión de posesiones y fincas procedentes de donaciones, legados, herencias, etc., aunque a veces este tipo de actividades era contrario a la legislación civil y en concreto a una constitución de 1240 que prohibía a la diócesis heredar o adquirir tierras. Esto habría reducido sus posibilidades económicas, pero el clero se opuso a tan gravosa limitación, que el mismo rey no había conseguido imponer a otras diócesis más antiguas.
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