Jesús vino al mundo en mí, pues es uno conmigo, tal como lo es contigo. Como se ha dado a entender, antes de la concepción virginal hubo un diálogo y en ese diálogo hubo un Fiat. Eso fue así para que puedas recordar a nivel de la conciencia que Dios, que es amor perfecto, siempre respeta la libertad. Cristo, que es la extensión del Padre, solo nace en ti cuando así lo dispones. No te olvides que la paciencia de Cristo es infinita y, por ende, bien pudo esperar eras geológicas completas para que la evolución de la conciencia en el plano físico llegará al punto exacto desde el que podía pegar otro salto cuántico, que es el paso de la conciencia puramente humana, a la conciencia humana cristificada. Esto no es algo tan difícil de entender si piensas en la creación material como un continuo de evolución de conciencia. La creación es el camino. Podemos decir también que es una historia que se va viviendo, una de amor. Historia que no terminará jamás. En ella se recorre un camino, o se manifiesta una evolución. Hay movimiento.
El camino de la creación es un camino evolutivo de toma de consciencia. Camino que va desde el estado de inconciencia plena, que es lo que se intentó expresar al decir "tierra yerma", hacia un estado de conciencia plena. Todo en el plano material es consciencia materializada. Es conciencia expresada en la forma. Desde aquellas formas que manifiestan de modo observable lo inconsciente. Hasta las que manifiestan lo que sí es consciente. Es decir, lo que tiene consciencia de ti mismo. Lo que está en la luz del autoconocimiento, caminando hacia el conocimiento perfecto del amor de Dios.
En el instante perfecto. Ni un minuto antes y ni un minuto después. Cuando tenía que ser. Se echaba a andar, por decirlo de algún modo, el movimiento de cristificación de la consciencia física. Comenzaba una nueva fase en la creación. Fase creada por el Padre en unión con el hijo. Ahora la micropartícula de agua cristalina estaba lista para regresar a la ola, conociéndose a sí misma. Y regresaba. Ya no se perdería en la nada de la inmensidad del océano de ser, en el que creía poder perderse.
Ahora la gotita de agua sabía con perfecta sabiduría que no sería engullida por el océano infinito de amor que Dios es. El todo no anularía jamás a la parte, ni la parte tenía por qué estar en pugna con la totalidad. Ahora la gotita retornaba a las serenas aguas de vida eterna, sin dejar de ser la que es. Ella regresaba siendo consciente de que era igual que el amor, es decir, que el océano, pues podía seguir extendiéndose a sí misma dentro del amor sin dejar de ser la que es. Ya no necesitaba abandonar al Padre para poder encontrarse a sí misma. Ahora comprendía que ser uno con el Padre no significaba que dejara de ser la que es. Pues ahora sabe que es eternamente libre. Ahora el miedo comienza a ceder. El miedo a no ser comienza a desvanecerse. Comienza así un nuevo movimiento. Continúa la historia de la creación. Ahora el alma emprende el retorno a la casa del Padre. No en soledad y con esfuerzo, sino en unión con Cristo, quien levanta al alma con toda su ternura y la carga en sus hombros gozosos retornándola al amor. Lo perdido es encontrado. Ahora el alma regresa a Dios.
VI. Maternidad divinizada
Si Cristo no se hubiera hecho uno con la naturaleza humana, jamás el hombre hubiera podido regresar a la casa del Padre. Esto es lo que se intenta dar a conocer cuando se utiliza la expresión "la montaña ha venido a ti y no tú a la montaña". Si bien esa es una expresión literaria, refleja muy bien la verdad. Dios viene al hombre en el día en que Cristo nace en la tierra. A partir de ese instante comienza una nueva fase de la evolución del plano de la consciencia en el mundo físico. Ya nada queda igual. Vuestros científicos han dado maravillosas pistas acerca de lo que estamos hablando, aunque sea en el plano de la materia. Ellos reconocen que la vida, tal como es concebida en eso que llamáis vuestro planeta, ha sufrido cambios, modificaciones, saltos evolutivos. También enseñan que, si bien en general esos cambios evolutivos suelen ser continuos e imperceptibles, existen saltos evolutivos que, por sus implicancias y alcances, pueden ser considerados como saltos cuánticos o disruptivos en la línea de la evolución.
No pocas veces estos cambios tienen incluso impacto a nivel cósmico. Esos grandes saltos de la evolución siempre han sido como consecuencia de un acontecimiento cuya magnitud hace que todo quede transformado. Imagínate por un instante el impacto cósmico que podría haber si tu sistema planetario dejara de existir súbitamente. Bueno, un impacto de mucha mayor escala es que el nacimiento de Cristo generó en la consciencia universal y particular. El impacto fue de tal magnitud que no quedó ni un solo rincón del universo sin ser iluminado por el estallido de luz de consciencia divina que acaeció en el momento del alumbramiento de mi divino hijo Jesús. Un resplandor sin igual iluminó al universo.
Hoy, amada humanidad. Quiero pediros en amor perfecto que os sumerjáis en las profundidades del misterio del nacimiento de mi divino hijo Jesús. Aquel que es vuestro más íntimo amigo, vuestro salvador y el amor de vuestras almas. Aquel que es vuestro ser verdadero.
Quiero invitaros a sumergiros en los abismos insondables del amor misericordioso del Padre y comencéis a recordar aquella melodía de amor perfecto que fue cantada por los ángeles hace dos mil años, cuando brotó en la tierra el bendito retoño del amor, que es el Cristo viviente. Trascended las formas e id conmigo hacia la verdad que los símbolos sagrados representan. Recordad y sentid en vuestros corazones la inefable verdad de que Cristo ha nacido y con ello ha nacido una nueva humanidad. Y no solo eso, sino que en el nacimiento de Cristo nació la maternidad divinizada. Os estoy invitando a que a partir de ahora comencéis a vivir la nueva vida que se os ha dado, en el pleno conocimiento de vuestra unión con el espíritu, en la que vuestro ser vive para siempre. Ya no sois la estéril. Ya no sois tierra yerma. Ya no sois la embarazada que va a dar a luz. Ya no sois la mujer en cinta que va a engendrar al hijo. Ya no sois el sol que concebirá a la luz del mundo. No. Desde ahora, sois la madre.
Hijos e hijas mías. Os invito a que, a partir de hoy, comencéis a vivir como la madre del amor que también vosotros sois. Sois madre. Sí, lo sois porque yo soy. Y no hay nada en mí que no sea de mis hijos. Haceos conscientes de vuestra maternidad espiritual. Dejad que el espíritu de Dios os fecunde. Dejaos penetrar por el amor. Dejaos amar y dad a luz lo santo, lo perfecto, lo bello siempre. Meditad acerca de esto y cantad un himno de alabanza al Cristo de Dios. Dad gracias a Dios por la maternidad divinizada que os ha sido dada. Vosotros dais a luz al Cristo viviente que vive en vosotros. Vosotros sois la pura potencialidad del amor. Hija de Dios, haz valer tus derechos como madre del amor.
3
El desposorio espiritual
Un mensaje de la santísima virgen María
Amadísimos hijos de la madre de Dios. Hoy comienza un nuevo año en vuestro calendario humano. Una convención de la que el universo no se hace eco, pero vuestras mentes humanas sí. De tal modo que, desde ese lugar de vuestra humanidad, que es el aspecto práctico de vuestras mentes, podemos movernos hacia la verdad que no tiene límites y que, por ende, es pura abstracción. Hoy, siempre hoy, y en todo tiempo, es un tiempo perfecto para comenzar de nuevo dejando atrás todo lo vivido y renacer a la verdad increada que es siempre eterna novedad. Tal como vosotros hacéis en vuestro mundo, que celebráis la despedida del viejo año y abrazáis de algún modo el nuevo que llega. Haced eso todos los días de vuestras vidas en el mundo, mientras estéis en él. Hacedlo incluso a cada instante de vuestra existencia en el plano físico. Renaced a la gracia cada día. Renaced al amor a cada instante. No os olvidéis nunca de vuestra maternidad divinizada. Se os ha dicho que sois madres.
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