Todo lo que habéis vivido en el mundo es neutro. No ha hecho nada en vuestro ser. Nunca habéis dejado de ser la perfecta creación santa que Dios creó desde toda la eternidad. Porque jamás habéis dejado de ser el Dios en vosotros es que no hay necesidad alguna de poseer nada. No hay necesidad alguna de buscar nada. No hay necesidad alguna.
Hermanas y hermanos en Cristo, amad lo que sois y lo que creéis ser, en todo momento y todo lugar. Amad todo lo que surja en vosotros, y veréis cómo ya no sentís carencias de ningún tipo. Al no sentir carencias, pues no las tenéis en verdad, no necesitaréis dedicaros a la desgastante actividad de la supervivencia, que es desde donde procede la compulsión de acumular. No necesitaréis poseer nada puesto que quien vive en el amor nada necesita.
Quizá te estés preguntando cómo dejar ir para siempre el miedo, y con ello el deseo de poseer, de tal modo que desde ahora y para siempre vivas en clave de dar y nada más que de dar. Es decir, cómo vivir una vida completamente carente de necesidades. A estas alturas, la respuesta es obvia. Si toda carencia es un eco de una carencia de amor percibida, entonces el camino para que no exista carencia alguna es simplemente dejarse amar.
Alma purísima. Deja que el amor de Dios y de la creación llene a raudales las arcas de tu ser. Déjate inundar por el amor. Déjate arrobar por la ternura de Dios. Permítele al universo que te muestre su benevolencia. Y a tus hermanas y hermanos también. Y retornarás a la verdad de lo que eres en verdad. Retornarás a la casa del Padre. En dos palabras: déjate amar. Esto es lo mismo que decir: únete al Cristo viviente que vive en ti y vivirás como lo que eres en verdad. Encontrarás tu ser. Encontrarás al amor que vive en ti. Y cuando lo encuentres, o mejor dicho cuando estés dispuesta a reconocerlo, tu corazón bailará de alegría y cantará un canto perfecto en el que se dice eternamente: "quien tiene a Cristo en su corazón lo tiene todo". Y tu mente se unirá a ese canto en la plenitud de la verdad y proclamará jubilosamente: "solo Dios basta".
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Madre del Cristo viviente
Un mensaje de la santísima virgen María
Amada del cielo, hija amantísima, hoy he venido en la persona divina de mi maternidad santa. Soy la madre de Dios. He venido rodeada del coro de ángeles, arcángeles, serafines y bienaventuradas almas que, en innumerables multitudes, te rodean de amor a ti que recibes mis palabras y a todo el mundo. Deja tus preocupaciones a un lado. Deja afuera las obligaciones del mundo. Deja todo pensamiento a un lado. Quédate conmigo en esta hora santa de unión, amor y verdad. Quédate un tiempo a solas con tu madre celestial. Esta madre que se deshace toda en amor hacia ti y hacia el mundo entero. Esta madre tierna como no la habido jamás en el mundo y nunca la habrá. Soy la ternura de Dios hecha maternidad. Soy María.
Hoy es preludio de la celebración de navidad. Antesala de la ceremonia de conmemoración de la divinización del universo físico y con ello de la naturaleza humana. Tiempo de alegría y de paz. Tiempo de remembranza del amor misericordioso del Padre para con sus hijos. Ya está a las puertas el recuerdo de la fiesta de la alegría del alumbramiento en la que toda la creación participa. He venido a invitarte a vivir esta navidad de un modo diferente. Quiero que en unión recordemos el amor y la gratitud que el alma siente ante semejante milagro del amor de Dios que es el nacimiento de Cristo. Hoy no celebramos el nacimiento de mi hijo Jesús propiamente dicho como persona histórica. Esta no es una fiesta de celebración de contenido social. No, eso ya lo sabes bien. Es una celebración precisamente porque en ella participa el amor. Haz que estas navidades sean para ti, y, por ende, para toda la humanidad, el medio perfecto para abrir tu mente y corazón a un mayor conocimiento del amor de Dios.
Observa al mundo en estos tiempos de la navidad y verás cómo los ánimos cambian. Multitud de seres humanos se mueven por el mundo para reunirse en la noche buena. Gran parte del mundo queda afectada por esta celebración. Esto no se debe a cuestiones sociológicas ni psicológicas exclusivamente, sino más bien a un afecto de la conciencia universal. El nacimiento de mi divino hijo Jesús no fue un nacimiento en la forma que no tuviera impacto en la totalidad. Su nacimiento fue la manifestación física del nacimiento de Cristo en la conciencia del universo material. Lo cual incluye a la conciencia humana y a cada aspecto de la creación material e inmaterial. Esto incluye desde luego al tiempo, al espacio, a las infinitas relaciones que existen y dan forma al universo físico. Nada quedó igual desde ese momento en la dimensión del tiempo y espacio.
La ansiedad y el crecimiento en el ajetreo que se manifiesta claramente en el mundo durante lo que los hombres llaman el tiempo de la navidad, estado emocional que se puede comparar al movimiento ondulante de un oleaje de sentimientos, que se eleva hasta llegar muchas veces a su cenit en noche buena. No es otra cosa que un movimiento del alma universal y particular. Movimiento que procede del recuerdo del movimiento creativo inefable que ha sido el acto creador de Dios, que llevó a la divinización de la humanidad. Dios, por puro amor de gratuidad y en el eterno gozo de crear en el amor, crea ahora al Dios humanado en el nacimiento de Cristo. Mantén el recuerdo de que somos una sola mente, un solo corazón. Recuerda que se ha dicho que somos el amor del Padre extendiéndose eternamente. Y que todos unidos somos océano insondable de amor y verdad.
Precisamente desde las profundidades del océano de amor infinito que es el ser, cuya vastedad no tiene principio ni fin y es pura potencialidad sin límites, es desde donde surge el Cristo viviente en el plano físico. O, dicho de otra manera, se extiende hacia la forma la identidad crística. Desde las profundidades del ser que Dios es, Cristo se extiende y esa extensión es la forma de Jesucristo. Este movimiento de expresión o manifestación ocurrió hace dos mil años en el tiempo, pues así debía ser. Ocurrió en el momento perfecto, en el lugar perfecto y en la forma perfecta, conforme lo establecía el plan de Dios en unión con todos nosotros. Nada sobra, y nada falta en la creación de Dios. Nada ocurre antes, ni después de la hora señalada. Dios no hace nada en vano. Esto es lo que se quiso dar a entender cuando se dijo que hay un tiempo para todo. No existe un solo aspecto del plan divino que no sea perfecto. Recuerda que en Dios todo es unión, por lo tanto, nada ocurre en la creación universal, incluyendo en tu vida como parte de ella, que no esté sujeto a su voluntad divina, es decir, al amor. Esto es lo mismo que decir que no cae ni un solo cabello de vuestras cabezas sin el consentimiento del Padre celestial. Dicho llanamente, no hay dos voluntades. No hay dos planes. Solo existe una totalidad de la cual tú, en unión con tus hermanas y hermanos, sois una parte inseparable. Recuerda una vez más que la voluntad de Dios no impone, dispone.
Dentro del plan de Dios existía desde siempre el plan del nacimiento de Cristo en la forma. Es decir, la extensión del "yo soy divino" en el plano de la materia, el tiempo y el espacio. El amor extendiéndose en la forma es parte del designio del Padre. El plan no quedó alterado por el hecho de que sus hijos se hubieran dispersado y buscado maneras contrarias al diseño original para llegar al mismo destino. En primer lugar, porque la idea de la separación o de la rebelión es simplemente una idea que, aunque haya tomado forma y haya costado tantas lágrimas, no es la totalidad de lo que el hijo de Dios es, ni tiene el poder de trastocar la verdadera creación. En efecto, esa parte de ti que pensó la separación y buscó experimentar un ser separado y lo opuesto al amor es una diminuta y casi imperceptible parte de ti. Esa idea es, a la mente de Cristo, menos de lo que es una minúscula gotita de agua en comparación con el océano. O si prefieres, es menos, mucho menos, que un granito de arena en relación con todos los desiertos del mundo juntos. El otro motivo por el que esa idea de separación no pudo alterar nada del plan de Dios en verdad es simplemente porque no ocurrió, salvo en sueños.
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