Marian Engel - Oso

Здесь есть возможность читать онлайн «Marian Engel - Oso» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Oso: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Oso»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Publicada en 1976 y adorada por Robertson Davies, Margaret Atwood o Alice Munro, Oso es una novela delicadísima y calculadamente transgresora, una auténtica parábola de la vuelta a la naturaleza.
La joven e introvertida Lou abandona su trabajo como bibliotecaria cuando se le encarga hacer inventario de los libros de una mansión victoriana situada en una remota isla canadiense, propiedad de un enigmático coronel, ya fallecido. Ansiosa por reconstruir la curiosa historia de la casa, pronto descubre que la isla tiene otro habitante: un oso. Cuando se da cuenta de que este es el único que puede proporcionarle algo de compañía, surgirá entre ellos una extraña relación. Una relación íntima, inquietante y nada ambigua. Gradualmente, Lou se va convenciendo de que el oso es el compañero perfecto, que colma todas sus expectativas. En todos los sentidos. Será entonces cuando emprenda un camino de autodescubrimiento. A pesar del impacto que causó su publicación, Oso se alzó con el Governor General's Literary Award en 1976 y está considerada una de las mejores (y más controvertidas) novelas de la literatura canadiense.

Oso — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Oso», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Lou se lo imaginó en una letrina militar, aquejado de disentería estival y soñando con un vaso de agua fresca. El alfiler sobraba. Tras una infructuosa búsqueda de empleo en Inglaterra, vendió las propiedades que le quedaban allí y, en 1826, se mudó con su familia a Toronto, en aquel entonces York.

Correcto. Estaba en los registros. Cary. Coronel John William. Shutter Street, número 22. Caballero.

No fue hasta 1834 cuando obtuvo permiso (El peticionario solicita humildemente…) para establecerse en la isla de Cary, tras haber prometido construir allí un aserradero y aportar un barco de vela para el comercio de la región.

«Sin embargo, mi abuela —había escrito su descendiente— se negó a internarse en las remotas tierras vírgenes y a enfrentarse a las inclemencias del Norte. Era de temperamento meridional, aunque no lo fuera por linaje. El coronel se vio obligado a dejarla en York con sus hijas y los hijos menores. Se marchó al Norte con el segundo de sus hijos, Rupert (creo que el primogénito, Thomas Bedford Cary, estaba delicado de salud, pues lo enterraron en 1842 en el cementerio Necrópolis), y vivió austeramente en la isla durante el resto de su vida.»

Las referencias oficiales a Cary eran escasas. Su solicitud de asentamiento en la isla y su posterior adquisición, financiada con la venta de su grado de coronel, constaban en los registros. Según los directorios de la ciudad, la señora Henrietta Cary siguió viviendo en respetables direcciones de York mucho después de que la ciudad se rebautizara como Toronto. El coronel fue nombrado juez de paz del distrito del Norte en 1836.

Y se le despidió en un funeral militar en Sault Ste. Marie en 1869, a la edad de noventa años.

Eran los años transcurridos en la isla de Cary los que Lou se disponía a investigar y descubrir. Ya que el instituto había ganado el juicio con costas incluidas, la enviarían a inspeccionar la propiedad ese mismo verano. Solo era cuestión, como recomendaron los abogados y los que cuidaban la propiedad, de esperar a que el buen tiempo facilitase su estancia en Pennarth, que nunca había tenido calefacción central.

2

El 15 de mayo Lou cargó carpetas, papel, fichas, cuadernos y una máquina de escribir en su coche. Había desenterrado su viejo equipo de acampada: chaquetones de lana a cuadros, botas de montaña y un saco de dormir juvenil. El director le estrechó la mano como despedida y retrocedió por el olor a naftalina.

—Tu hombre se llama Homer Campbell. Sales de la autopista 17 en Fisher’s Falls y continúas por la nacional 6 hasta un pueblo llamado Brady. Doblas a la izquierda en el cruce y sigues el río hasta llegar al puerto deportivo de Campbell. Homer te prestará una barca y te llevará a la isla. Hablé ayer mismo con él. Dice que ha instalado un nuevo depósito de propano y que ha hecho que alguien limpie la casa.

La carretera se dirigía al norte. Lou la siguió. Tras cruzar un Rubicón en la divisoria de aguas empezó a sentirse libre. Aceleró eufórica, rumbo a las tierras altas.

El inventario de la casa y de los anexos facilitado por los abogados indicaba que no necesitaba llevar muchas cosas. La casa no era una cabaña. Tenía seis habitaciones, entre las que se incluía la biblioteca. Había muchos sofás, muchas mesas, muchas sillas. Mientras pasaba revista al inventario, fue imaginándose aquellos muebles de patas amplias y separadas. Presentía que todo sería confortable.

La tierra era un frenesí de verde reciente. Al cruzar la bahía en la cubierta del transbordador que comunicaba el arco fragmentado de islas calizas, se estremeció. Las gaviotas sobrevolaban en círculos la embarcación y a lo lejos sonó una sirena. Pasó ante una isla grande donde había querido vivir toda su vida y ante una pequeña, que los indios suponían hechizada, donde la habían llevado de niña. Recordaba que había llegado en un gran barco y que al bajar a tierra encontró todos los senderos cubiertos de hiedras venenosas tan altas como ella. Sus padres buscaban gencianas azules y hepáticas blancas. Entretanto, Lou se quedó fascinada por el esqueleto de la libélula más grande del mundo; estaba atrapada en una telaraña, en la ventana de una cabaña, y la habían succionado hasta secarla.

Las islitas flotaban inocentes entre las olas, mecidas por las boyas.

En esa época del año no solía haber muchos pasajeros a bordo: unos pocos cazadores, una pareja de indios con chaquetas de esquí color magenta, una pareja de ancianos que leía en lo alto de la escalera de cubierta y una familia francófona con ropa deportiva nueva en tonos pastel. La tradición de que todo lo destinado a la vida al aire libre debía estar manchado, lleno de pelusa y tener al menos cuarenta años de antigüedad parecía obsoleta, salvo para ella. Pensó en un conocido suyo que afirmaba que hoy en día era imposible encontrar una mujer que oliese a sí misma…

Ya anochecía cuando atracaron en el muelle. Conservaba nítidos recuerdos de su estancia allí. Recordaba una playa, un lago plateado y que había pasado algo triste. Sí, algo había pasado cuando era pequeña, alguna muerte. Le extrañó no haber regresado nunca a aquella parte del mundo.

Mientras esperaba para desembarcar el coche, vio que los indios subían a una furgoneta blanca.

Era demasiado tarde para llegar al puerto deportivo antes de que oscureciese; el trayecto en transbordador había llevado su tiempo, como era de esperar. Reservó una habitación en el motel de una playa desierta y se dedicó a deambular por la orilla hasta el anochecer, escuchando los pájaros.

«Tengo la extraña sensación de haber vuelto a nacer», escribió en una postal al director.

A la mañana siguiente, mientras cruzaba la isla en coche, el corazón le dio un vuelco al ver las montañas peladas de Algoma. ¿Dónde he estado?, se preguntó. ¿En una vida que ahora podría considerarse una ausencia de vida?

Durante un tiempo las cosas le habían ido mal. No podía mencionar ningún problema en concreto; más bien era como si la vida, en general, la tuviese tomada con ella. Todo se empeñaba en volverse gris. Aunque al principio se había divertido en la reclusión erudita del trabajo, en la protección que le daba frente a las vulgaridades del mundo, después de cinco años sentía que su empleo la había envejecido desproporcionadamente, que ahora era tan vieja como los papeles amarillentos que se pasaba los días desplegando. Si muy de vez en cuando alzaba la vista del pasado y miraba el presente, este se esfumaba ante sus ojos, tan inaprensible como un espejismo. Pese a haberlo comentado con el director, que rebajó aquel estado mental a simple gaje del oficio, seguía sin satisfacerle que fuera así como debía vivirse la única vida que se le había brindado.

Ya era tarde cuando aparcó junto al puerto. Entró en la tienda, una construcción de cemento, y preguntó por Homer Campbell. El tendero de cara redonda admitió que era él.

—Debes de ser la dama del instituto, el señor Dickson me ha escrito al respecto. Has llegado pronto. Podemos salir esta noche.

Llamó a su hijo y juntos empezaron a descargar el coche de inmediato. Cuando Lou se inquietó un poco por la máquina de escribir, él la fulminó con una mirada compasiva.

Homer Campbell era un hombre alegre de mediana edad. Su hijo Sim, de cabello y ojos pálidos, un fantasma, un albino, cargó silenciosamente una segunda barca con cajas de provisiones que ya le habían preparado. Homer se dirigía a su hijo con silbidos y cloqueos, como haría con un animal. El hijo tenía los pies grandes, era tímido y pasivo; quince o dieciséis años como mucho, concluyó Lou.

Se notó extraña al sentarse en la embarcación; era como si ya no fuera capaz de doblarse. Homer intentó enseñarle a arrancar el motor, pero ella se sentía muy lejos de todo aquello.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Oso»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Oso» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Oso»

Обсуждение, отзывы о книге «Oso» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x