En los catálogos que las fábricas valencianas empiezan a publicar a partir de la primera década del siglo XX, está fórmula se complica por la inclusión de tres hileras de molduras relevadas que separan el rodapié, el cuerpo y la cenefa de remate y que los fabricantes denominan simplemente molduras; ahora las tres partes se denominan “zócalo” (A); “fondo” (B) y “bordura” (C).
La azulejería sevillana por las mismas fechas lanza un tipo de arrimadero más complejo que en La Habana tiene una muestra importante aunque muy tardía en la iglesia del Carmen que estudiamos luego. No sólo es más alto sino que incluye más subdivisiones y varios tipos de piezas y molduras. El arranque se llama “punto” y está formado por una o dos hileras de azulejos lisos cuadrados; a continuación una moldura oscura o “tira lisa” y la “guardilla inferior” de una hilera de azulejos cuadrados; encima otra “tira lisa” y luego la zona más amplia, el “fondo”, que acoge los grandes cartuchos ornamentales que enmarcan frecuentemente escenas historiadas; el “fondo” se corona con otra “tira lisa” tras la que aparece la “guardilla superior” más ancha que la “inferior” a modo de friso corrido que se cierra de nuevo con una “tira lisa”, un “remate” (de otra única hilera de azulejos cuadrados) y, para terminar, de nuevo la “tira lisa”.
Arrimaderos A / B / C
La fórmula A / B / C es la más frecuente en La Habana; uno de los primeros ejemplos de gran amplitud son los arrimaderos del ingreso, patio, escaleras y dependencias de la planta baja de la casa-palacio de Mateo Pedroso en la calle Cuba 64; allí se ha cuidado el cromatismo –ya que no habría azulejos a juego– seleccionando piezas azules o con predominio de este color (cfr. 11 y 85) y rodapiés del mismo color; también es azul el arrimadero de Oficios 312, en muy mal estado de conservación (cfr. 201); en la portería del convento antiguo de Santa Teresa (cfr. 57), uno de los más antiguos conservados, la armonía se consigue mediante una misma estrecha banda púrpura que tienen cenefa y rodapié en sus bordes superior e inferior, lo que indica que se fabricarían para su instalación conjunta. Pero en la primera mitad del siglo XIX la producción de cenefas a juego con los azulejos reticulares del cuerpo es escasa y muchas veces se recurre a combinaciones estridentes como en los arrimaderos del patio y dependencias bajas de la casa de Alejo Carpentier en San Ignacio 509, donde la cenefa azul coincide con el rodapié de jaspes azules pero el cuerpo ocre y anaranjado no tiene nada que ver con ellos (cfr. 146 a 148). En los arrimaderos de Merced 120 sí se armonizan a juego cuerpo y cenefa superior (51 y 96) pero el jaspe del rodapié azul turquesa y blanco también parece ajeno al conjunto. Los altos arrimaderos (10 hileras en total) de las dependencias bajas del palacio Aldama o del Conde de la Bonilla (1890 c.) sí que fueron concebidos de forma unitaria y el azul de los jaspes inferiores resulta el más adecuado ya que el azul es el color dominante tanto en el cuerpo como con la cenefa a juego (cfr. 115 y 116). Lo mismo sucede en el arrimadero de la entrada de la casa de San Ignacio 554, con piezas muy similares a las anteriores. En otros muchos casos, el jaspe azul oscuro para los rodapiés se usa por inercia y porque casi siempre hay algún componente azul cobalto en los diseños de los cuerpos y cenefas; así en Tejadillo 5; en Salud 260; en Reina 363 (cfr. 237 y 238) o en San Ignacio 704 con modelos comunes; en cambio en Dragones 354 esos mismos azulejos tienen un jaspe canela en la base.
Cuando empiezan a aparecer en las fábricas valencianas molduras con relieve para los arrimaderos, a principios del siglo XX, se incorporan únicamente al lado superior de la pieza única –ahora de color uniforme– del rodapié; así sucede en el arrimadero de la escalera de Cuba 658 (cfr. 349 y 350); pero enseguida se añaden molduras abultadas e independientes en los remates superiores: así en Obrapía 55; Merced 153; Bernaza 164; Tejadillo 15, etc., en muchas ocasiones son éstas las únicas que se mantienen en el arrimadero, como sucede en Cuba 673. Hay que destacar la tendencia a simplificar las instalaciones evitando a toda costa los moldurajes de las zonas intermedias del arrimadero que proponen los catálogos de fabricantes y distribuidores; así puede verse en el arrimadero de la escalera de Teniente Rey 366, que en catálogo de Domínguez Hermanos y Trigo de Manises (Valencia) ofrece, como es norma, una moldura (con piezas independientes) de separación entre el cuerpo y la cenefa de remate, aquí sencillamente se ha pintado en el lado inferior de los azulejos que la componen (cfr. 371 y 372).
Arrimaderos exteriores A / B / C
Uno de los primeros arrimaderos ubicados en la fachada exterior de un edificio en La Habana es el de Manrique 557, del que sólo restan fragmentos muy deteriorados; aún sin molduras y chapando un muro liso, tiene un incipiente rodapié de jaspe azul recortado sólo para nivelar horizontalmente el cuerpo (cfr. 32 y 74). En general los chapados exteriores son más tardíos, ya moldurados y han de adaptarse a los planos que forman los plintos de las pilastras y otros moldurajes incluidos en las fachadas; es el caso del arrimadero de Aguiar 554.
Arrimaderos AA / B / C
Duplican la hilera inferior del rodapié casi siempre para horizontalizar el conjunto. U no de los ejemplos más antiguos es el de Merced 120 (cfr. 20, 59 y 346b) que utiliza en esa zona azulejos azules muy oscuros de color uniforme; puede hallarse también esta organización en San Ignacio 566 con jaspes azules que contrastan estridentemente con el ocre predominante en el resto del chapado (cfr. 41 y 42) o en Tejadillo 7, plenamente integrados en un arrimadero monocromo azul (225 y 226).
Arrimaderos AA / B / C / D
Hay algún ejemplo de arrimadero que añade unas tiras verticales (D) de azulejos diferenciados en el cuerpo como el de San Ignacio 214, muy tardío y de un eclecticismo de dudoso gusto (cfr. 289, 290 y 298).
Arrimaderos AAA / B / C
Los rodapiés más amplios llegaron a poseer hasta tres hileras de azulejos; así el del ingreso de la casa de Simón Bolívar en Mercaderes 158-160, donde se emplearon jaspes verde oscuro que contrastan vivamente con el predominio del blanco estamnífero de las piezas de cenefa y cuerpo, con lo que su protagonismo es más patente hasta dar la sensación de tratarse de un doble chapado: el bajo con la función práctica de protección efectiva del muro y el superior (cfr. 249 y 250) muy amplio (siete hileras) más bien decorativo.
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