Jesús Diamantino - Los que susurran bajo la tierra

Здесь есть возможность читать онлайн «Jesús Diamantino - Los que susurran bajo la tierra» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los que susurran bajo la tierra: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los que susurran bajo la tierra»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La infancia de Raimundo de la Cruz Leyton transcurre tranquila, ajena a los quehaceres políticos de su padre, diplomático de la Junta Militar, y los compromisos de su madre, quien debe acompañar la agonía del patriarca: don Leonidas Leyton. El resguardo militar de la Casa Roja los mantiene seguros, hasta que Raimundo descubre «algo» viviendo bajo la capilla… un ángel o un fantasma, una voz maldita que suplica: «Mátenme, por favor». Con ella entran en su vida el horror y la monstruosidad, que lo acompañarán a lo largo de los años, revelando los oscuros secretos de su linaje.

Los que susurran bajo la tierra — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los que susurran bajo la tierra», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

–La mamá quiere que le repartan a la gente estas tarjetitas –les dijo dulcemente.

–¿Qué son? –preguntó Celeste entusiasmada.

–Son regalitos para las personas que acompañan hoy a la familia –respondió Carmencita acariciando la cabellera lisa y rubia de la niña–. Ahora sean buenos y háganlo antes de que empiece la misa.

Raimundo asintió en silencio y Celeste se apresuró a obedecer con una gran sonrisa creyendo que la tarea era un juego más, una competencia con su hermano para ver quién terminaba primero. En la tarjeta aparecía la imagen impresa en relieve de San Antonio de Padua sosteniendo en sus brazos al niño Jesús (el santo predilecto de doña Catalina), y al reverso podía leerse la inscripción en letras góticas: Leonidas Leyton Montenegro. Querido padre, abuelo y amigo, quien goza ahora de la santa gloria de Dios.

Después de repartir las tarjetas a los asistentes, los niños volvieron al lado de la Carmencita frente al ataúd. María Gracia subió al altar para dirigirse a los concurrentes; sacó un trozo de papel y lo dispuso en el podio de madera de fresno que hizo construir especialmente para la ocasión. Traía puesto un elegante vestido negro con raíces bordadas que parecía adherirse a los finos contornos de su cuerpo. Su pulcra cabellera de tonos castaños se extendía hasta sus hombros; su rostro sutilmente demacrado irradiaba entereza y desolación al mismo tiempo. Desde la muerte de don Leonidas, María Gracia no había hablado con los niños ni con su marido; él, consciente del estrecho lazo que su mujer mantenía con su padre, se limitó a acompañarla en silencio.

–Mi padre fue un hombre práctico; un hombre que concebía el trabajo como el fundamento de la vida. Y nuestra familia fue su trabajo más perfecto –dijo esto último mirando con dulzura a sus hijos–. Mi padre fue consciente de que el legado es más trascendental que el amor, y luchó toda su vida para hacer valer esta idea. Por eso dedicó sus últimos días a la Patria. Es mi misión hacer prevalecer ese legado, para que mis hijos, y todos los hijos de Chile, puedan concebir un futuro próspero, sin la escoria marxista amenazando el patrimonio de la nación–. El General la observaba anonadado y doña Lucía dejó escapar forzosamente un par de lágrimas. María Gracia suspiró y luego remató diciendo que el nombre de Leonidas Leyton se estamparía en la historia. Su mirada se fijó en el presidente, consciente de que la formidable fortuna que ahora heredaba haría bailar a cualquier dictador.

Los asistentes vitorearon mientras el padre Giuseppe ordenaba sus ideas para hablar. Era la primera vez que se dirigiría a los altos mandos del país. Ensayó ese momento desde que María Gracia le comunicó su deseo de que él oficiara la misa para el funeral de su padre. Un inusitado terror lo invadió, quizás como consecuencia del estrés por ayudar a la Carmencita a limpiar las huellas ensangrentadas que dejó el monstruo aquella noche. Si bien había cumplido las tareas encomendadas por el padre Casablanca al pie de la letra, le fue imposible ocultar su repugnancia. Sabía que la Carmencita sospechaba de su debilidad y esa mujer, con su cándida sonrisa y mirada inquisitiva, le producía todavía más pavor que María Gracia. Pero se aferraba a la idea de que Dios lo ponía a prueba con esas atrocidades; lo que él hacía en las sombras de la Casa Roja era una cruzada contra el Demonio, y los privilegios de los que ahora gozaba era el santo premio por su entrega. En ese momento retumbaban en sus oídos las súplicas de aquellos infelices aglutinados en la oscuridad húmeda que habían vendido su alma a Satanás. Habló de la Resurrección, del sacrificio de Cristo, intentó enlazar las palabras de María Gracia con la intachable vida de Leonidas y su susodicho legado, pero su discurso sonaba errático y poco convincente; «las voces» alojadas en su cabeza lo interrumpían tenazmente. El presidente dormitaba, doña Lucía intercambiaba miradas con otras esposas de los altos mandos. Celeste empezó a gimotear porque quería ir al baño. Giuseppe no tuvo más remedio que anticipar la oración para terminar con el calvario.

La prensa elegida por los Leyton esperaba afuera de la Casa Roja para cubrir la salida del cortejo fúnebre, y en especial al presidente y los miembros de la Junta Militar hacia el Cementerio General. Los restos de don Leonidas fueron depositados en el mausoleo familiar de estilo neoclásico junto a su esposa. Raimundo sintió alivio al estar lejos de la Casa Roja y, muy a su pesar, no sintió mayor congoja por la muerte de su abuelo.

Carmencita, por su parte, no necesitó de las órdenes de su patrona para planificar la «desaparición» de Giuseppe Smith.

Конец ознакомительного фрагмента.

Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los que susurran bajo la tierra»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los que susurran bajo la tierra» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los que susurran bajo la tierra»

Обсуждение, отзывы о книге «Los que susurran bajo la tierra» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x