Guido Pagliarino - El Perro
Здесь есть возможность читать онлайн «Guido Pagliarino - El Perro» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: unrecognised, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Perro
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Perro: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Perro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Perro — читать онлайн ознакомительный отрывок
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Perro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
— Un error tremendo, señorita. Lo cierto es que los miembros de las Brigadas Negras estaban entre los fascistas más crueles y más odiados, no solo por los partisanos, sino también por buena parte de la población, por eso los encontrados después de la Liberación sufrieron unas represalias comprensibles e implacables, no solo por parte de miembros de las formaciones garibaldinas, sino asimismo por otros patriotas que, aplicando una justicia sumaria, los castigaron sangrientamente y, por desgracia, en la confusión de las primeras semanas después de la Liberación, se produjeron también injusticias debidas a errores de personas, como le pasó a su pobre abuelo, y es horrible. Pero dígame: ¿Al menos su abuela tenía otros hijos cercanos que pudieran consolarla?
—No, mamá era hija única y no supo nada durante mucho tiempo. La abuela Marianna sufrió sola su luto: una mujer fuerte, ¿sabe? Pero aquellos primeros días debieron ser horribles, aislada como estaba. Le comunicó a mi madre el desastre solo tiempo después, por carta, cuando se reanudaron los servicios postales regulares. De todos modos, señor Velli, las cosas fueron así y no se pueden cambiar. ¿Volvemos a hablar de Mangiaforni?
—Sí.
—En Turín, el ingeniero fue contratado casi de inmediato en Italiavolo. Hizo carrera en pocos años y ya en 1949 era un ejecutivo y pocos años después uno de los dos subdirectores, aunque en su documento de identidad no aparecía con esa categoría, sino como un simple empleado, 17 una categoría modesta que, por prudencia, Italiavolo había sugerido a su alta dirección, considerando el riesgo de las Brigadas Rojas. Además, su empresa se dirigió a nuestra Agencia de Seguridad e investigación confidencial para tener escoltas armados para sus directivos. Dos compañeros y yo estábamos asignados a su protección 24 horas al día, ocho horas de servicio cada uno.
—¿Para qué agencia trabaja, señorita?
—Es conocida: la Indagini Private e Servizi di Scorta Sam Buzzi .
—Que sería Samuele Buzzi.
—No, Samuel: el propietario es de origen estadounidense, de familia italoamericana. Llegó a Italia en 1943 con el Ejército de los Estados Unidos, siendo capitán de la OSS, 18 su servicio secreto militar. Durante un par de años, trabajó más allá de las líneas, desde la primavera de 1944 aquí en Piamonte, transmitiendo información y órdenes de los aliados a nuestros jefes partisanos y, en sentido contrario, mandando informaciones a la OSS sobre la producción bélica de nuestra industria y el desvío hacia Alemania, por orden de los propios alemanes, de aviones, tanques, medios motorizados construidos por la FIAT y por Italiavolo: aproximadamente el 90% de la producción. Italia le gustó tanto que, al acabar la guerra, decidió quedarse, también porque en nuestra ciudad conoció y tuvo relaciones con una abogada penalista 19 que formaba parte de los órganos directivos del Comité de Liberación Nacional de la Alta Italia en representación del Partido Liberal.
—¿Ha sabido estas cosas directamente de Buzzi?
—De su mujer, en cuyo despacho trabajé durante un tiempo, el Studio Legale Avvocata Margherita Valenti . Se casaron. Con el matrimonio, adquirió automáticamente nuestra nacionalidad, aunque sin renunciar a la estadounidense. Tras licenciarse, fundó la agencia. Un antiguo colega mío de la vieja guardia me dijo un día que Sam, para introducirse en el mercado, se publicitaba como un investigador grandioso, aunque no tuviese todavía ningún cliente: el método estadounidense, ya sabe, anuncios caros en revistas, folletos y cosas así, agotando sus pocos recursos y los considerables de su esposa, pero con gran éxito. La señora se asoció con él, aportando bastante dinero: dicen que tiene más acciones en la sociedad que su marido, aunque nunca se ha ocupado de su administración, porque tiene mucho trabajo en su despacho. No han tenido hijos, ambos están completamente volcados en sus respectivas profesiones.
—Entiendo. Ya conocía de nombre su agencia.
—Es la primera en Italia por volumen de negocio. Trabajamos también en otros países europeos.
—¿Desde cuándo trabaja en la Buzzi?
—Desde 1958, al dejar el despacho de la esposa de común acuerdo. Allí había trabajado como empleada para todo durante 14 años, con muchos encargos de recoger informaciones para los procesos en los que tenía que trabajar.
—Es decir, un trabajo casi igual que este.
—Más sencillo, no había que realizar trabajos de escolta, solo investigaciones privadas, pero el salario era menor. Así que un día pedí al marido que me contratara en su agencia después de haber hablado con la señora. Me aceptaron también gracias a los buenos informes de ella, que entonces se valía de la agencia conyugal y ya no tenía necesidad de mis investigaciones personales. Pero antes tuve que realizar un curso interno de formación que no podía haber sido más duro.
—Cuénteme algo más sobre esta noche, por favor.
—Sí. El ingeniero Mangiaforni, para que yo pudiera acompañarlo a la inauguración, había pedido una invitación para dos personas. Llevo debajo el vestido de noche y tengo la pistola en el bolsillo derecho del abrigo, que, obviamente, no dejé en el guardarropa, sino que mantuve sobre las rodillas durante el espectáculo y en el brazo en los intermedios entre los cinco actos; y sin embargo, cuando ese perro atacó rápido como una flecha, solo lo he visto en el último momento y no he podido disparar a tiempo, solamente poner las manos sobre elarma en el bolsillo. A pesar de toda mi preparación, no he podido salvar a quien tenía que proteger: ¿quién podía haber esperado algo tan inusual?
—¿Por qué no caminaba junto a Mangiaforni, sino unos metros más atrás?
—Sí, unos pasos a su espalda, para una mejor visualización: junto a una persona no se ve todo.
—¿Qué piensa de ese perro, señorita? A mí no me ha parecido un vagabundo rabioso, más bien, visto cómo se ha producido el ataque, yo diría que estaba entrenado para matar.
—Tampoco yo considero probable un accidente, señor Velli. Una acción demasiado eficaz de ese animal. Podría ser un homicidio premeditado. ¿Tal vez las Brigadas Rojas hayan ideado un nuevo método de ataque?
—Podría ser, pero me parecería más verosímil una acción de las Brigadas Negras. El ingeniero había sido un comandante partisano y por tanto enemigo de los fascistas, mientras que, por el mismo motivo, no me parece muy probable que las Brigadas Rojas hayan colocado en su punto de mira precisamente a un antiguo jefe partisano y no a otro directivo. De todos modos, creo que podremos saber algo más mañana: si se trata del homicidio de un directivo industrial por parte de brigadistas rojos, tendremos enseguida una reivindicación como es habitual en ellos; pero si se mantiene el silencio, la pista a seguir podría ser la fascista con el objetivo de un antiguo dirigente partisano con una medalla de oro de la Resistencia.
—Sí, señor Velli —Tras estas palabras, la señorita Manforti, debió sentir un deseo repentino e incontrolable de fumar—. Perdóneme —me dijo buscando en el bolsillo interior de su cómodo abrigo un paquete de cigarrillos. Sacó uno, se lo puso en los labios y lo encendió con un pequeño mechero sacado del mismo bolsillo inmediatamente después.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Perro»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Perro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Perro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.