Sarai Walker - Bienvenidos a Dietland

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Novela en la que se basa la 
serie de televisión
Dietland emitida por AMC Plum hace todo lo posible para pasar desapercibida porque cuando estás gorda todo el mundo te juzga.Y para evitar el juicio de los demás, decide trabajar desde su casa respondiendo el correo de la directora en una revista de moda para adolescentes. Mientras, sueña con ahorrar para reducirse el estómago y así convertirse en una mujer atractiva y deseada. Pero un día conoce a una misteriosa chica que la introduce en el círculo de Calliope House, una comunidad de activistas que luchan por cambiar las reglas que la sociedad impone a las mujeres, e inicia un descenso por una madriguera de conejo de pesadilla que la lleva a ser consciente de los costes reales de ser aceptada socialmente. Además, Plum se verá envuelta en el siniestro plan de una guerrilla de mujeres que deciden tomarse la justicia por su mano, aterrorizando e imponiendo duras penas a los hombres que las desprecian y maltratan."Es muy raro encontrar una novela que se parezca tanto a la maligna «chick-lit», y que en ocasiones se lea de la misma manera, pero que celebre abiertamente censurar la cultura de la violación. Si usar la sátira puede llamar la atención, es solo porque en la vida real, cuando hablas de los abusos a mujeres, hay tal cantidad de basura con la que lidiar que difícilmente se puede recurrir a la sátira". —Lydia Kiesling, The Guardian"
Hilarante, surrealista y tremendamente original. El ambicioso debut de Walker evita las trampas moralistas para lograr algo mucho más escaso de ver: una genuina novela subversiva que a la vez es muy divertida. Con un poco de
El club de la lucha y otro poco de manifiesto feminista, esta novela es una curiosidad que retuerce las etiquetas de género. Un debut que apunta alto y consigue llegar a la diana". —Kirkus"
Sarai Walker ha escrito un llamamiento a las armas.
Bienvenidos a Dietland es una narración tortuosa, subversiva y muy entretenida. Es un «Manifiesto de la Escoria Humana» añadido a un beat de música pop, y Plum Kettle es la perfecta heroína feminista para los tiempos modernos". —Alice Sebold, autora de "
Desde mi cielo"

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Entre el turno de comidas y el de cenas el restaurante estaba prácticamente vacío. Delia y yo nos sentábamos en un reservado de vinilo rojo al fondo, ella con sus papeles, yo con mis tareas, las dos bebiendo refrescos de cola light con hielo y limón. Me pasaba las horas haciendo ejercicios de geometría y leyendo gruesas novelas rusas para mi clase de literatura avanzada. Algunas veces Nicolette se nos unía y las dos trabajábamos en proyectos de química o hablábamos en francés.

Llevaba yendo al restaurante un par de semanas cuando se me ocurrió una idea. Había estado pensando en cómo financiarme el Plan Baptista y me pregunté si podría aprovechar el restaurante para mis fines. Empecé a meterme en la cocina y observar a la chef Elsa preparar las cosas para el turno de cenas, a expresar interés, a preguntar cosas. Tal como esperaba, me permitió ayudar, enseñándome a cortar y a saltear. Cuando le pedí un trabajo a Delia estuvo de acuerdo, así que durante un par de horas por las tardes trabajaba en la cocina, escuchando ópera en la radio.

Después de un mes, con la escuela a punto de terminar debido al verano, tuve suficiente dinero para unirme a los baptistas. Cuando se lo conté a mi madre, tuvimos una discusión. «Es demasiado radical», dijo. Escuchando tras las puertas, oí cómo mi madre y Delia hablaban de ello. «Sé razonable, Constance. La vida no es fácil para ella», argumentó Delia. Hubiera ido aun sin el permiso de mi madre. Tenía diecisiete años y ella no podía impedírmelo.

Había un centro de Pérdida de Peso Baptista ©cerca del restaurante, que tenía las ventanas cubiertas con cortinas blancas para que nadie pudiera ver lo que pasaba dentro. Tenía que pasar por delante de dos gimnasios y un par de clínicas de adelgazamiento para llegar allí, pero yo no estaba interesada en ninguno de ellos. El Plan Baptista era el adecuado para mí. El primer día de las vacaciones de verano, con el salario del primer mes metido en mi bolsillo, abrí la puerta de la clínica baptista y me encontré con un retrato a tamaño real de Eulayla Baptist sosteniendo sus famosos y enormes vaqueros. Dos campanas sonaron cuando entré, anunciando el comienzo de mi nueva vida.

Me llevaron a una habitación a oscuras junto a los otros nuevos miembros, donde nos pusieron un documental acerca de Eulayla llamado Renacida. Se veían imágenes de Eulayla como Miss Georgia 1966 y de ella compitiendo en el concurso de Miss América. Cuando se casó y tuvo una hija ganó un montón de peso, que después no pudo perder. Intentó todas las dietas posibles, incluso bordeó la anorexia, pero nada funcionaba a largo plazo. En el quinto cumpleaños de su hija, pesaba más que nunca. La antigua reina de la belleza se había convertido en una depresiva con tendencias suicidas y le suplicó a su marido que le pagara una operación de reducción de estómago, pero él se negó. Una vecina suya había muerto por hacerse esa misma cirugía, no dejaría que Eulayla arriesgara su vida.

Allen Baptist, fundador de un culto evangélico en las afueras de Atlanta (al que no le habían permitido llamar baptista por razones obvias), quería muchísimo a su esposa y estaba desesperado por poder ayudarla. Contrató a su prima para que se mudara a vivir con ellos, cocinara para Eulayla y se asegurara de que no comiera demasiado. Decidió que necesitaba apartarla completamente del mundo de la comida. Su prima preparaba todas las comidas de Eulayla, así que ella no tenía que ir a la compra ni meterse en la cocina. Allen Baptist incluso tomó la tajante determinación de ponerle un cerrojo a la nevera. No llevaba a Eulayla a cenar fuera, y ella dejó de quedar con amigos e incluso de ir a la iglesia. Los rumores de que Eulayla estaba muerta se extendieron por el vecindario.

Después de nueve meses de infierno, comiendo solo huevos cocidos, carne magra y queso blanco con melocotones de lata, Eulayla perdió los cincuenta y dos kilos que estaban arruinando su vida, y comparó su proceso con el nacer de nuevo. En ese momento sintió que su misión sería ayudar a otros a controlar su apetito y a aprovechar todo su potencial, igual que ella había hecho.(2)

Con el reacio apoyo de su marido, a Eulayla se le ocurrió la idea de empezar una clínica de control de peso que ofrecería a sus clientes batidos bajos en calorías, cenas congeladas y un plan de ejercicios especial. Los baptistas no cocinarían ni irían a hacer la compra, no tendrían ni que pensar en la comida, excepto cuando llegara la hora de beber o calentarse la siguiente. El primer centro de Pérdida de Peso Baptista ©abrió las puertas en Atlanta en 1978. Para finales de los noventa, cuando yo me apunté, ya había más de mil centros en varios países.

Cuando el documental se acabó y encendieron las luces, empezó la orientación. Mientras tanto, los anuncios en los que rasgaban las fotos del «antes» se repetían en bucle.(3)

Solo había mujeres en el grupo de la presentación y muchas estaban bastante delgadas. No entendía por qué estaban allí, pero todas se mostraron agradables conmigo, comportándose como si tuviéramos algo en común.(4)

Gladys, la jefa de nuestro grupo, se presentó. Era una mujer negra con un moño muy cardado al estilo antiguo. Llevaba puestos unos tacones con los que hacía un chirrido al caminar. Sonreía sin cesar mientras nos ofrecía los archivadores, los cuadernos y las tarjetas plastificadas con el Juramento Baptista. Se suponía que las teníamos que llevar dentro de la cartera y colocar en el frigorífico:

Los baptistas deben tratar sus cuerpos como a templos. Los baptistas que quieran tener éxito deben seguir los Tres Mandamientos en su vida diaria. Primer Mandamiento: no contaminaré mi cuerpo con comida grasienta o poco saludable. Segundo Mandamiento: haré ejercicio de manera regular. Tercer Mandamiento: propagaré el mensaje baptista a los demás.

© Pérdida de Peso Baptista, S.A.

Recogí todas las tarjetas y panfletos y los metí en mi nuevo archivador, emocionada por ser parte de la familia. Así era como Eulayla nos llamaba: su familia.

Ya llevábamos con la orientación un buen rato cuando una mujer entró apresurada, disculpándose por llegar tarde y sentándose junto a mí en la fila de detrás. Janine era alta y robusta, con el pelo rubio platino, y su aspecto nos sorprendió igual que si hubiera ido desnuda. Llevaba un vestido muy llamativo, con estampado de flores, medias rosas y zapatones de tacón, similares a los de Minnie Mouse. Nadie más en el grupo de baptistas novatas llevaba colores vivos, solo las deprimentes tonalidades de un día nublado. Mirar a Janine era como mirar directamente al sol.

Deseé que no se hubiera sentado junto a mí, puesto que las dos juntas parecíamos dos huevos de Pascua. En la parte en la que se suponía que teníamos que charlar con nuestra compañera, Janine se comportó como si fuésemos iguales. Incluso me invitó a tomar un café después de la presentación, pero le dije que tenía cosas que hacer. Nunca había tenido una amiga gorda y no quería empezar ahora.

A lo largo de la orientación, Janine dijo unas cuantas cosas como: «Toda mi familia está gorda y piensan que las dietas son una pérdida de tiempo». Gladys se estremeció ante los términos de Janine y no hacía más que corregirla. Aprendimos a decir obesa o con sobrepeso, pero no gorda. Tampoco podíamos pronunciar dieta, sino usar otras palabras como el plan, el programa o comer saludablemente.

Al acabar el encuentro, Gladys nos dio un cuaderno en cuya portada ponía: CUANDO SEA DELGADA™. La imagen mostraba dos mujeres sonrientes con un montón de bolsas de diferentes tiendas. Gladys dijo que teníamos que escribir en nuestro diario todas las semanas. Dentro, en la primera página, se podía leer: CUANDO SEA DELGADA™, y después había cinco líneas en blanco con los temas sugeridos como romances, moda y trabajo. Gladys nos mandó que cerráramos los ojos y nos imagináramos a nosotras mismas, pero delgadas. Nos dijo que escribiéramos cinco cosas que nuestras «yo» delgadas podrían hacer mientras que nuestras «yo» con sobrepeso no podían.

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