Susana García Nájera
SAUDADE
© Susana García Nájera
Foto de portada: Antonio Faci
© Corrección de ortotipografía: Álvaro Martín Valcárcel
© de esta edición: Olé Libros, 2021
ISBN: 978-84-18759-47-5
Producción del ePub: booqlab
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Para mis hermanos, Lydia, Begoña, Modes, Mónica y Pedro .
Porque menos por menos es más .
Saudade es un vocablo de difícil definición que expresa un sentimiento afectivo primario, próximo a la melancolía, estimulado por la distancia temporal o espacial a algo amado y que implica el deseo de resolver esa distancia. A menudo conlleva el conocimiento reprimido de saber que aquello que se extraña quizá nunca volverá .
La corteza terrestre está formada por placas tectónicas que se mueven constantemente aunque no lo notemos. Sin embargo, hay lugares donde esas placas encuentran algún obstáculo en su movimiento y al chocar se produce el terremoto .
Adiós ríos, adiós fontes adiós, regatos pequenos; adiós, vista dos meus ollos, non sei cándo nos veremos .
ROSALÍA DE CASTRO
Cantares gallegos , 1863
La felicidad es más rara que un cuervo blanco. Eso es lo que decían en el pueblo, pero aun así, desde que era una niña, Antía siempre miraba al cielo con la esperanza de divisar alguno. Según fue creciendo dejó de buscar cuervos blancos por todas partes y cuando menos se lo esperaba, por ser el día más triste de su vida, vio uno.
Eso no sucedió hasta muchos años después, justo uno antes de su muerte.
Ahora Antía tiene veintisiete años y está junto a la ventana, en camisón y con el pelo suelto, sin recoger. Faltan muchas horas para que amanezca. La luna está llena y su luz es tan intensa que clarea toda la habitación, caldeada por la respiración tibia y el sueño que nunca llegó. Vuelve a tomar la carta y mira de nuevo la fecha.
En los cinco años que Xaime llevaba en Argentina, le había escrito muy pocas veces. La primera carta la recibió unos meses después de irse y así se enteraron ella, su familia y el resto del pueblo de que había llegado a tierra sano y salvo; pero cuando recibió las siguientes, Antía las fue rompiendo una por una en mil pedazos e imaginó no haberlas recibido jamás. Sin embargo, esta última carta no la ha podido romper. Está sobre el aparador y en ella su marido escribe, con letra temblorosa, que por fin regresa a su hogar, aquel del que nunca debió haberse marchado.
Las gentes de Cambados, extrañadas ante la falta de noticias, inventaron toda clase de historias acerca de la suerte que Xaime pudo haber corrido allá, en Buenos Aires. Como la fama de pendenciero le precedía desde bien joven, eran muchos los que rumoreaban que habría acabado muerto en una trifulca de borrachos en algún bar porteño. Otros, que se había hecho rico y había desaparecido con su dinero y el de los otros dos hombres de O Grove con los que había embarcado en el puerto de Vigo. Y un tercer rumor decía que había formado su propia familia allí y no quería saber nada de la que dejó en tierra gallega. Ahora, Antía mira la carta en medio de la oscuridad, como un lobo a su presa, y hubiera preferido cualquiera de las tres historias a la real: su marido volvía a casa y, por la fecha del matasellos, su llegada era inminente.
A Antía le viene a la cabeza la poesía que cantan las mujeres en la playa mientras cosen las redes por las tardes, cuando los barcos vuelven de faenar:
«Este se va y aquel se va,
y todos, todos se van.
Galicia, sin hombres quedas
que te puedan trabajar».
Como si no fueran suficientes todos aquellos rumores, Antía comenzó a vivir con Zaquiel al año escaso de la partida de Xaime, quien, vivo o muerto, decían, a los ojos de Dios aún seguía siendo su marido. ¡Y encima en su propia casa! ¡Y además con sus hijas delante! Así que el marido ausente se convirtió en un mártir y ella no se libró del escarnio y la humillación por parte de los vecinos de Cambados: unos apenas le dirigían la palabra, otros le volvían la cabeza cuando pasaba, negándole el saludo, y las mujeres callaban sepulcralmente en cuanto ella se acercaba. Pero se vivían tiempos de penuria, por lo que los cambadeses tenían otras cosas mucho más importantes en las que pensar, sobre todo en cómo sobrevivir, y eso, la supervivencia, los igualaba a todos, por lo que, pasados unos meses, el agravio de Antía se transformó en indulgencia.
— Pois ¿qué va a hacer la mujer si el otro se ha ido y la ha dejado sola con duas fillas pequenas ? —decía una en un corrillo de la plaza de Abastos.
— Antía é fermosa e xoven aún —respondía otra.
— E traballa como unha mula, a pobriña —añadía una tercera.
—Zaquiel é um bo home —sentenciaba la última, y el grupillo se dispersaba y emprendía la vuelta a casa, siempre con prisas, para hacer la comida porque la hora se les había echado encima.
Y eso era verdad: Zaquiel era un buen hombre. Además, era el maestro del pueblo y, para muchos, la persona más culta que conocían, un hombre de letras. En poco tiempo, enseñó a todos los chavales a leer y a escribir y ya solo con eso los chicos habían alcanzado y sobrepasado de lejos la formación de sus propios padres y generaciones previas, la mayoría analfabetos. Las madres, como todas las madres, deseosas de un futuro mejor para sus hijos, habían acogido de buenas maneras las enseñanzas de Zaquiel:
—¡Que nuestros muchachos aprendan ahora! Ya tendrán tiempo para echarse a la mar —se decían las unas a las otras.
Tienes, en cambio, huérfanos y huérfanas
y campos de soledad ,
y madres que no tienen hijos
e hijos que no tienen padres .
Aparte, por todos era sabido que Zaquiel era también quien escribía y entregaba las cartas a los maquis, la guerrilla antifranquista que se había echado al monte y desde allí resistía, que no era poco.
—¡Alguien lo tiene que hacer! La mayoría no sabe ni leer ni escribir —exclamaba Zaquiel.
—¿Y tienes que ser tú? —le recriminaba Antía en voz baja—. La Guardia Civil no deja de merodear por el pueblo haciendo preguntas. Un día, te llevan preso. A la gente le gusta hablar.
—Con ellos no.
—Si se enteran...
—¡Qué se van a enterar! Estate tranquila, mujer. Además, esos hombres no durarán mucho en el monte, huirán lejos. Ya nadie los apoya, ni el partido. No te preocupes tanto, por Dios.
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