El pequeño Romario se convirtió en la estrella del equipo cuando logró asegurar a su selección la primera Copa del Mundo después de 24 años sin ganarla. Cuando Brasil, uno de los países con el fútbol más excitante y entretenido del mundo, recuperó el lugar que le correspondía en lo más alto del fútbol mundial tras ganar a Italia en la serie de penalties en el Pasadena Rose Bowl de California, las tradicionales celebraciones ricas y extravagantes no fueron especialmente abundantes. Muchos de sus compatriotas se quejaron amargamente de que habían sido los ganadores brasileños más sosos de todos los tiempos.
Aunque respetaba completamente la sabiduría de los entrenadores de la selección, que le aseguraron que le haría más ilusión ganar el Mundial de Francia 98, Ronaldo no dejó de reprocharles que no le hubiesen dado la oportunidad de jugar. El presentador de televisión Pedro Bial fue el encargado de retransmitir el Mundial y acompañó en varias ocasiones a cenar y de copas a los jugadores de la selección brasileña, entre los que se incluía Ronaldo.
Recuerda que “Ronaldo era muy infantil en aquellos días. Ante todo, le recuerdo comiendo hamburguesas y mirando a todas las chicas guapas con las que se cruzaba”.
Bial recuerda en especial que a Ronaldo “le gustaba conseguir que los periodistas le invitasen a comer y a beber. Nunca hacía amago de meterse la mano en el bolsillo. Siempre quería algo: una hamburguesa por aquí, una cerveza por allá...
“Ronaldo tenía poco que decir por aquel entonces. Sin embargo, cuidaba mucho todas sus palabras: era evidente que sus agentes cuidaban de su desarrollo personal apoyándose en un plan cuidadosamente diseñado”.
Ronaldo quedó prendado de Estados Unidos. “Le fascinaba el país y todo lo que rodeaba al hecho de ser famoso”, añade Bial.
A Ronaldo le gustaba que los norteamericanos no le acosasen en busca de autógrafos, puesto que en realidad no tenían la menor idea de quién era.
En el Mundial de Fútbol de ese año, los agentes de Ronaldo se pusieron en contacto con los directivos del gran gigante de ropa deportiva Nike, que estaba ansiosa por hacer incursiones en el lucrativo mercado del fútbol internacional. Pronto empezaron las negociaciones multimillonarias para que el gigante patrocinara al futbolista. Pitta y Martins colaboraron de forma indirecta a que Nike y el presidente de la selección brasileña, Ricardo Texeira, establecieran contacto.
Cuando regresó a Río, Ronaldo descubrió que cada vez había más Maria Thuatiras interesadas por él. Para un joven juguetón de 17 años, debió de ser como un sueño hecho realidad, sobre todo después de haberse sentido insignificante durante años.
Pitta y Martins constataron también el interés que su cliente suscitaba entre las féminas y decidieron que si podían convertir a Ronaldo en un sex-symbol, así como en una potencia dentro del mundo del fútbol, se harían con la gallina de los huevos de oro.
Sin embargo, Ronaldo tenía por pelo un auténtico penacho descuidado y solía llevar un aspecto un tanto desaliñado y tosco. Por lo menos, había dejado de llevar relojes baratos, a pesar de la experiencia vivida cuando le robaron de joven.
Los agentes de Ronaldo animaron a Sonia para que convenciese a Ronaldo de que debía arreglarse los dientes a fin de que no le sobresaliesen tanto. Reservaron 5.000 dólares para que le arreglaran la dentadura.
Esta fue una política empresarial deliberada de los agentes, que consideraban que la imagen de Ronaldo formaba parte esencial de la estrategia de marketing encaminada a que las grandes empresas se interesasen por él y se animasen a patrocinarle.
Después de que le colocaran un aparato en los dientes, le animaron a que se rapara la cabeza y adoptara una imagen más moderna. No fue más que el primer paso en los planes de los agentes para convertir a Ronaldo en un sex-symbol. Pero aún había mucho trabajo por hacer.
Poco a poco, y gracias a todos estos cambios, Ronaldo se fue convirtiendo en una persona más segura. Empezó a creer en sí mismo hasta el punto de llegar a confesarle a su madre que algún día se convertiría en el mejor jugador del mundo.
De poco le sirvió irse a vivir solo para intentar cortar el cordón umbilical que le unía a su madre, puesto que ella no hacía más que aparecer por el apartamento de Ronaldo con comida.
Además, cuando las chicas comenzaron a perseguirle, su madre intervenía para ofrecerle consejos de amiga: “Le dije que no diese esperanzas a muchas mujeres. Sé que es un chico sensato, pero le gusta revolotear de flor en flor”.
Cuando una rubia preciosa hizo su aparición poco después del Mundial de Fútbol, Sonia se interpuso pronto entre ellos. “Un día, conoció a una chica que insistía en establecer una relación con él a pesar de que Ronaldo le confesó que sólo vivía para el fútbol. Sentí pena por la chica, porque Ronaldo no estaba interesado en ella. Hay muchas chicas en la vida de Ronaldo. ¡Parece que voy a tener muchas nueras!”
Había cierta distancia entre sus ojos, pero había también placer, devoción. Una gota de sudor se balanceaba en el lóbulo de su oreja izquierda. Reía. Tenía saliva blanca pegada a las comisuras de la boca.
Ocurrió justo después del Mundial de Fútbol de 1994, antes de que Ronaldo hiciese el saque inicial para el Cruzeiro en un partido de liga. No fue un partido especialmente memorable, a no ser por un incidente del que aún se sigue hablando en Brasil.
Unos pocos minutos antes del comienzo del partido, Ronaldo se sentó en el centro del círculo central y comenzó a silbar de forma nerviosa, como cuando uno espera que algo que está haciendo pase desapercibido.
Se estaba orinando en el césped del campo ante 10.000 espectadores. Un equipo de televisión que estaba presente para retransmitir el partido captó el “acto” a todo color.
El presentador de televisión Pedro Bial recuerda que “fue algo increíble. Debió de pensar que nadie iba a ver lo que estaba haciendo, pero era muy evidente. En el fondo, era un crío. Lo demostró aquel día”.
Aparte de ser una conducta muy infantil, el incidente demostró también lo nervioso que se ponía Ronaldo antes de cualquier partido de fútbol. Llegó a confesarle al periodista brasileño Pedro Bial que normalmente vaciaba el contenido de su estómago y vejiga antes de cada partido.
Cuando, en 1960, los italianos hicieron una oferta increíble de un millón de dólares para traer a Pelé a Europa, el congreso brasileño convocó una sesión extraordinaria. Se invitó claramente a los italianos a que se volvieran a casa y Pelé fue declarado “tesoro nacional no sujeto a exportación”.
Desgraciadamente, esa actitud no se aplicó en 1994 para evitar la exportación del supuesto “nuevo Pelé” y el resultado salta a la vista: no hay más que ver lo pequeño que se ha vuelto el fútbol brasileño. Todas las grandes estrellas se han escapado al extranjero.
Resulta irónico comprobar que el seleccionador nacional brasileño animó a la mayoría de ellos a que cruzaran el Atlántico, convencido de que cuantos más futbolistas jugasen en clubes europeos, mejor sería para la selección nacional, puesto que de esta forma los jugadores estarían perfectamente aclimatados para Francia 98.
El éxito instantáneo de Ronaldo en las altas esferas del fútbol brasileño (54 goles en 54 partidos) le catapultó a los grandes clubes europeos como el Benfica, el Juventus, el AC Milán, el Parma y el Ajax que, a finales de la temporada de 1994, ya se lo disputaban con admiración.
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