Espero que este nuevo texto contribuya a mejorar la calidad de la educación en tanto que se ofrece a los docentes una nueva herramienta que les brinda posibilidades de cumplir más debidamente con su labor formativa. De igual manera, espero que las estrategias aquí propuestas sean ocasión para la reflexión y conduzcan a los lectores y los educadores a desarrollar nuevas e innovadoras estrategias que lleven a conquistar la meta formativa en su labor profesional.
El autor
Origen y sentido pedagógico del acompañamiento
¿Qué es acompañar?
Acompañar significa estar con el otro, caminar con, seguir al otro para saber lo que está viviendo y elaborando personalmente, apoyándolo en su proceso individual de desarrollo humano, ayudándole a crear las condiciones para que pueda ir definiendo y construyendo progresiva y paulatinamente su propio proyecto de vida. También es situarse al lado del otro como compañero de camino, estableciendo relaciones profundas de diálogo y amistad, relaciones de compañía y solidaridad que le permitan crecer como persona, e incluso, compartir con el otro lo que se es y lo que se tiene, sin que cada uno deje de ser quien es.
Para educar integral y auténticamente es necesario acompañar, hacer seguimiento, y para acompañar y hacer seguimiento es indispensable tener vocación de educador, lo que necesariamente supone dedicación y entrega. Esta relación de compañía es la que permite al otro contar con un espacio para expresarse tal y como él es, sintiéndose libre, escuchado, comprendido, lo cual le ayuda a confrontarse, aceptarse y superarse como persona, como ser humano en proceso de construcción.
El educador como acompañante ha de ayudar a caminar a cada estudiante con sus propios pies, de tal forma que pueda asumir su responsabilidad como ser humano. Por ello es importante entender que acompañar y hacer seguimiento a un estudiante no significa ser permisivo con esa persona, o resolverle sus problemas, o no permitirle ser lo que puede y debe ser. El acompañante ‘camina con…’, es decir, se pone al lado del acompañado para ir a su lado por donde va avanzando, con criterio y capacidad de discernimiento1, para orientar, para apoyar, para guiar, sin que este acompañamiento se constituya en un proceso de anulación de ese otro, o se limite a ser un espectador de lo que él vive, sin intervenir.
El acompañante también realiza la función de transmitir principios y valores al acompañado, al proponer modelos de identificación que posibiliten la construcción de su personalidad. Todo ello con el firme propósito de ayudarle a crecer, a aprovechar al máximo todo su potencial, permitirle ser persona y contribuir a su proceso de maduración y crecimiento, de desarrollo humano.
Meueler (1988) plantea que el verdadero acompañante es el que infunde ánimos, libera la creatividad y las energías propias de aquel a quien acompaña: a quien aprende el arte del acompañamiento lo que le importa no es refinar las técnicas del dominio, sino abolirlas, esto hace que el acompañamiento vaya en contraposición del esquema de ser atendido y planeando desde afuera o desde otra persona, distinta, al acompañado. Ello necesariamente supone que el acompañante, el guía, el director de grupo, al acompañar debe estar centrado en el proceso de contribuir a la construcción de sus estudiantes como seres humanos dentro del sinnúmero de posibilidades y opciones que cada uno de ellos tenga.
El acompañamiento presupone que aquel a quien se acompañará sabe a dónde quiere ir, tiene o está construyendo un proyecto de vida, tiene unos objetivos personales en la etapa de vida en la cual se halla y está dispuesto a poner todas las condiciones y a emplear todas las herramientas con las que pueda contar para alcanzar la meta que se ha propuesto. En el contexto escolar, en cada año lectivo que inicia los estudiantes tienen unas metas, como aprobar el grado en el cual se han matriculado, construir saberes y aprender contenidos que les permita seguir adelante con su proceso de desarrollo cognitivo, madurar más como seres humanos, cumplir las metas que los padres y cada quien de modo personal se ha propuesto, de cara a la construcción de aquello que será su vida adulta y profesional. No es el acompañante quien determina la meta y la velocidad con que se debe avanzar en el proceso de desarrollo y maduración del estudiante, justamente por todo lo anterior se puede acompañar a quien quiere emprender un camino y acepta ser acompañado, pero también se puede invitar y motivar a ser acompañado cuando el otro está desorientado.
Muchas veces los estudiantes, especialmente en la etapa de la adolescencia, no tienen mucha claridad hacia dónde quieren ir, hacia dónde quieren llevar su vida, o en otras ocasiones sus múltiples y complejos problemas, o la soledad en la que viven, o las necesidades afectivas que padecen, entre otras muchas situaciones, no les permite centrarse en pensar a futuro o en construir un proyecto de vida, sino que más bien se limitan a vivir el momento. En estas condiciones, un muy buen director de grupo sabe cómo acompañar y caminar con sus estudiantes para conducirlos hacia zonas con mayor claridad en sus vidas.
Una de las virtudes más importantes de un buen director de grupo es justamente la sabiduría. Este concepto se debe entender no como la acumulación de conocimientos, sino más bien como la capacidad que tiene una persona para juzgar con propiedad en cada momento de su vida las situaciones en las que debe decidir, para discernir con propiedad, así como la capacidad de decidir atendiendo a la complejidad de la situación particular que se enfrenta, para desde todas estas condiciones orientar a conciencia al otro, no por el camino que el director de grupo quiere o considera que debe ir su acompañado, sino por aquel que es el más apropiado para el estudiante, por aquel que lo conducirá a continuar la construcción de su proyecto de vida, o si no hay proyecto de vida, a buscar el identificar las pistas y señales que lo pueden llevar a ir configurando uno propio.
En el proceso de acompañar no se puede olvidar que la persona acompañada es quien toma las decisiones, quien resuelve los problemas y quien asume una responsabilidad de sí misma. Al acompañante le corresponde estar con el acompañado en su proceso de toma de decisiones, cuando resuelve sus problemas, cuando asume las responsabilidades que le corresponden, siendo un punto de confrontación, dando perspectivas e ideas que ayuden al acompañado a afianzar sus decisiones, permitiéndole que madure en su proceso de ser cada vez más autónomo. El acompañante debe permitir simultáneamente que el acompañado tome la iniciativa pero también que se aquiete cuando sea necesario, exigiéndole y calmándolo, estructurando y trasgrediendo todas las limitaciones.
El acompañamiento es más un arte que una técnica, es una actitud que vive del diálogo y del apoyo mutuo. Al acompañar se le debe permitir al estudiante su autorrevelación (mostrarse tal cual es, darse a conocer desde su interioridad), posibilitar que sus sentimientos, conflictos, vivencias y sueños puedan exteriorizarse, situándose en su lugar, pero sin dejarse envolver por sus emociones para así no perder la objetividad que puede ayudar al otro a confrontarse y avanzar.
Características y cualidades de un buen acompañante
El buen acompañante:
— Es una persona con grandes habilidades para escuchar a los otros; sabe oír, poner atención y seguir lo que el otro le está compartiendo, de tal manera que puede parafrasear lo que un estudiante le está compartiendo. Al igual que el saber escuchar, hace parte de sus características la discreción y la confidencialidad, saber guardar la información que recibe, pero también informar aquello que pueda estar interfiriendo en la vida del estudiante y le pueda causar daño grave.
Читать дальше