Otro de los supuestos de esta investigación era que, si bien los ciberperiódicos peruanos habían incorporado más espacios interactivos, ello no implicaba que fueran una web 2.0, es decir, webs que obtenían parte de su valor a través de las acciones que promovían de los usuarios (Briggs, 2007), cosa que fue evidentemente cierta en el periodo analizado. Se confirmaron los estudios previos (Zeta, 2002; Yezers’ka, 2008a; Yezers’ka 2012) que dieron cuenta del ingreso paulatino de las audiencias en la producción informativa.
Sin embargo, también se halló que, con algunas excepciones, las organizaciones periodísticas han marchado lentamente en este proceso de ceder espacio a sus usuarios. De todos los campos que podían im-pulsar para generar mayor interactividad, se notó una mayor apertura en dos: en el acceso brindado a la información de las portadas y las secciones (acceso al contenido) y en la vinculación con las plataformas externas de la web 2.0, como las redes sociales (socialización). Menos frecuentes fueron las iniciativas orientadas a promover la comunicación con y entre los usuarios, su participación y cooperación en la creación de contenidos.
El tercer objetivo se refiere al periodista digital, al reconocimiento de sus rutinas laborales en la redacción web, los condicionantes que afectan su trabajo y los contenidos que produce. Según Boczkowski, las prácticas y las consideraciones relacionadas con la tecnología resultan fundamentales para el trabajo editorial que implica la construcción de contenido informativo en las redacciones online , por lo que es esencial observarlas para entender las formas alternativas que pueden adquirir los nuevos productos mediáticos. Sus estudios, realizados en medios digitales de Estados Unidos, indicaron que el trabajo que realizan los periodistas en el entorno offline permite generar los contenidos y aparatos mediáticos que garantizan la experiencia online . Por último, esta información es medular si se quiere comprender los alcances que luego ha tenido la convergencia de plataformas (Boczkowski, 2006).
Esta propuesta se cumple en el caso de los ciberperiódicos analizados. De un lado, la producción de los contenidos que generan se explica en las condiciones de su elaboración por parte de periodistas polivalentes y multitasking (Salaverría y Negredo, 2008; Scolari, Micó, Navarro y Pardo, 2008), o ‘periodistas orquesta’ –más que gestores, orientadores o filtros– (Pérez y Giraldo, 2010), capaces de cumplir todas las tareas que se les encomiende realizar, desde curador de contenidos hasta community manager , en cualquiera de los formatos disponibles. Sin embargo, también confiesan que han renunciado al reporterismo (antes inherente a la función misma de dar a conocer noticias con rostro humano) y lo que más valoran es la redacción de textos (una de las más importantes tareas en la profesión, además de la investigación).
Del otro lado, ellos forman parte de redacciones muy jóvenes, predominantemente masculinas, integradas por periodistas que empezaron tempranamente en el ejercicio de informar, y en las cuales se está extendiendo la profesionalización, lo cual es una buena noticia. Hace algunos años, el periodista y escritor David Simon dijo que “el periodismo no es un hobby , sino una profesión” ( El País , 2009), al cuestionar la participación de millones de personas en la web para, aparentemente, reemplazar al periodista.
Estos resultados nos confrontan con la realidad del periodismo digital, su futuro y sus problemas, los que deberían pensarse tal vez “fuera de la web” (Orihuela, 2012, p. 58). Los editores consultados se muestran confiados en el futuro, así como los jóvenes redactores; pero ambos reconocen que existen debilidades en el quehacer de las empresas donde trabajan.
Las reglas de juego han cambiado para el periodismo profesional porque, se dice, el ensayo y error ha sido incorporado a las rutinas laborales, las audiencias ganan terreno y los periodistas tratan de captar la atención de sus usuarios utilizando las mejores y más recientes técnicas infocomunicacionales para mantenerse en el mercado (Di Próspero y Maurello, 2010).
La pregunta que subyace es si esta forma de hacer periodismo perdurará, si será sostenible. No hay una sola respuesta, dice Silvia Cobo al recomendar que más allá de eso, tal vez, lo más importante sea arriesgar, abrazar la idea y entender las oportunidades que ofrece (2013).
El experto en proyectos digitales Quim Gil sostenía que el nuevo periodista debe tener algo que narrar, un convencimiento ético y sentirse responsable ante la sociedad (2004). Omar Rincón señala que lo que prevalecerá es el periodista DJ, es decir, el que se conecta con su contexto, busca y desea generar una experiencia, intenta una actuación colectiva, le gusta estar en acción colaborativa, produce ritmo y mensaje según vaya funcionando la sensibilidad de la comunidad a la cual se debe, no a su gusto, y celebra lo de todos; no ofrece un concepto como el curador, sino que invita a una experiencia (2013). Mientras que para José Luis Orihuela, el rol del periodista digital deberá hacer lo mismo de siempre: “aprender a leer la realidad (además de todo tipo de formatos y fuentes), aprender a pensar (más allá de los tópicos y los prejuicios) y aprender a contar (en clave transmedia y al servicio del público). El reto, especialmente después de Twitter y parafraseando a Bertalanffy, ya no es ver lo que nadie ha visto, sino más bien pensar lo que todavía nadie ha pensado sobre aquello que todos ven” (Pellicer, 2015).
Tal vez la clave esté en la formulación de una propuesta que combine estas posturas, ante las exigencias de la digitalización y la convergencia de plataformas. En los últimos años, los cibermedios han estado más preocupados en organizar sus redacciones y, al parecer, el reto futuro será organizar la información con un enfoque de profundidad (Bradshaw, 2012), para lo cual, necesitarán periodistas con menos tareas, pero más especializados en actividades en las que deberán demostrar excelencia.
Por otra parte, probablemente, ha llegado el momento de recuperar las enseñanzas de aquel debate, reconocido como uno de los más candentes e instructivos del siglo XX, que sostuvieran en la década de 1920 el periodista Walter Lippmann y el filósofo John Dewey, respecto al rol de prensa en la democracia, y que cobra particular relevancia con el periodismo digital (Bradshaw, 2012; Hermida et al., 2011).
Walter Lippmann escribió que la sociedad moderna se había vuelto demasiado compleja para que el público comprenda y sea capaz de tomar decisiones informadas; por ello, la prensa debía ser un puente entre las masas desinformadas y el poder, y evaluar las políticas de gobierno y presentar conclusiones bien informadas (Hermida et al., 2011). El problema, de acuerdo con Lippmann, era que las imágenes de la prensa estaban distorsionadas, incompletas y deformadas por sus propias debilidades (Kovach y Rosenstiel, 2012).
Dewey, en cambio, sostenía que el público no solo era capaz de tomar decisiones de manera razonada, sino participar activamente como ciudadanos en provecho de una democracia sana. En este contexto, el periodista debía actuar como un educador de las cuestiones clave de la política (Hermida et al., 2011). A juicio de Dewey, los problemas de la democracia se solucionarían mejorando la acción de la prensa y la educación del ciudadano (Kovach y Rosenstiel, 2012).
Entre ambas posturas es cada vez más claro que sin dejar de ser líder del debate público, se requiere un periodismo de servicio para y con la gente, que propugne su participación activa.
La presente investigación cuantitativa y cualitativa discurre en dos dimensiones: el análisis del emisor y el análisis del mensaje. Es producto de la aplicación de tres técnicas de recolección de datos: encuestas, que se aplicaron a los periodistas de las redacciones web; entrevistas en profundidad, a sus editores o subeditores responsables; y un análisis cualitativo del contenido de las versiones electrónicas, basado en tres matrices de indicadores, construidas según los modelos propuestos por diversos autores.
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