EN EL BLOG DE UN NARRADOR
¿Qué está pasando con la literatura mexicana? ¿A dónde se han ido nuestros cuentistas y nuestros novelistas? Hay sobrepoblación de poetas. Lo peor de todo: poetas malos. Un amigo me dice que para ser poeta se necesita ser viejo y sabio. Pero ser viejo no es garantía. Sabio tampoco. Igualmente llama la atención la desaparición de tantos escritores. Los rumores dicen que se han autoexiliado y publican bajo el anonimato en algún lugar de Sudamérica o Europa. No lo creo. Alguien se está deshaciendo de ellos: su nombre es Rogelio Núñez. No es coincidencia que desde que ocupa la silla del Fondo de Sapiencia, el primer escritor muerto haya aparecido en el río. Así sucesivamente, a lo largo del año de su servicio en Tijuana, más de sesenta escritores han aparecido en el mismo lugar y con la misma marca: descabezados. ¿En dónde están sus cabezas? No es posible que crímenes así continúen ocurriendo y sigan impunes. Si tú que estás leyendo esto conoces al culpable o, ya ni la chingas, tú eres el culpable, tengo un mensaje para ti: Detente o desaparece.
TRES COMENTARIOS DE LA ENTRADA
Mandíbulas escribió:
No mames. Le están haciendo un favor a la ciudad: pinches mamadores del presupuesto estatal. Síganselos echando.
Cara de papa escribió:
Juarjuarjuar, eso es todo, pinche mandíbulas, que se los chinguen a los cabrones.
Anónimo escribió:
Narradores críticos como tú son los que se necesitan en el Fondo de Sapiencia. ¿Por qué no te das una vuelta? Tienen vacantes. Lleva currículum. Una buena trama para novela es indispensable.
5
Esteban Toribio decide regresar. Siente la necesidad de un trabajo urgente. Si debe pedir de rodillas, lo hará. Entra a la oficina de Núñez, este lo recuerda al instante.
—Esteban, pasa, qué gusto. ¿Qué se te ofrece?
—Nada. Solo vengo a preguntar qué sucedió con la vacante.
—Uy, pues fíjate que se la dimos a otra persona. ¿No te llegó el correo?
—No, señor.
—Puta, qué lástima. ¿Y… qué puedo hacer por ti?
—Necesito trabajo, señor Núñez. ¿De casualidad tiene algo?
—Ahora que lo preguntas, sí.
—¿De verdad?
—De verdad, Esteban. Pero cuéntame, cómo va tu novela. Ya la terminaste.
—No, señor, no la he terminado.
—¿Y eso?
—No he tenido tiempo de escribir. He estado enfermo. Necesité reposo.
—Oh, me apena escuchar eso. ¿Y tienes alguna otra historia en mente? Me encantaría escucharla.
—Señor… no tengo nada ahorita. No se me ocurre nada.
—Qué pasó, Esteban, ¿tan difícil es?
—No se me ocurre nada.
—Qué lástima. Talento desperdiciado. Eres otro pinche pendejete que se cree con habilidad de narrar. Narrar no es fácil, querido Esteban. Se necesita maestría para hacerlo. Tu caso es muy triste. Vete, ándale, ponte a vender chicles, lavar carros o escupir fuego: no tienes talento.
—Señor, necesito algún trabajo decente. Lo que sea. Me acaba de decir que tiene algo.
—Pues sí: necesito a alguien que se encargue de barrer y recoger todo el desmadrito que dejan en las presentaciones. Muy educaditos todos, pero pinche marranero dejan.
—Suena interesante, señor.
—Te advierto: no hay paga. Te voy a dar unos bonos para que comas, pero no hay paga.
—¿Y cómo voy a pagar los gastos de casa?
—Si quieres puedes venirte a vivir al cuarto de la azotea.
—De acuerdo, señor.
—Bueno, ve con el jefe de intendencia y dile que te dé una escoba.
—Claro, señor, claro.
—Una cosa más, Esteban.
—Lo que sea, maestro.
—En esta carpeta hay una lista con fotos de algunos narradores. Tu misión es sencilla. Necesito que cuando localices a uno en los alrededores, lo mandes conmigo. Diles que les tengo una propuesta de publicación.
—Muy bien, maestro. Lo haré.
—Gracias, Esteban. Pórtate bien. Si cumples puede haber un ascenso.
Esteban sale. Rogelio se lame los labios.
6
Saber que tienes poder te corrompe. Eso le pasó a Esteban. Después de un par de meses de llevarle narradores a Rogelio, decidió que podía ser parte de su guardia privada. Rogelio tiene muchos enemigos y debe cuidar su pellejo ancestral.
Esteban acepta gustoso. Con el correr de las puestas de sol olvida que alguna vez quiso escribir.
Esteban agrede. Le encanta usar su macana, dejar moretones, romper huevos. Esteban abusa. Lo hace porque tiene hambre.
La lista que recibió de Rogelio casi está completa. Algunos de ellos entraron y salieron por la puerta de la oficina. De otros ya no se supo nada.
Lo que en Esteban sigue despierto es la semilla de la curiosidad. Por eso, cuando esta tarde se encuentra con Roxana Solís en la librería del Fondo de Sapiencia, recuerda aquella noche, meses atrás, cuando lo llamó maricón. Al mismo tiempo trata de recordar la última vez que despertó a lado de ella u otra mujer. Sus ojos se pierden en la abertura del escote de Roxana. Vuelve a sentir esa cosquilla en el escroto. Y no evita invitarla a pasar a la oficina de Núñez. Tiene una oferta de publicación para ti, Roxana. Ella se sorprende. ¿Qué te pasó, pinche Esteban? Esteban se mira por primera vez en el reflejo del aparador: más flaco, más calvo, más jorobado, dientes amarillosos. Cuando voltea, Roxana ya no está. Alcanza a verla bajar hacia el sótano, en donde Núñez quiso remodelar su oficina. La sigue.
A estas horas no hay nadie deambulando por el inframundo. El pasillo está oscuro, salvo por la tenue luz que se cuela por la puerta a medio cerrar de la oficina de Núñez. Se detiene ahí minutos que siente como horas. Alcanza a escuchar la voz de Roxana y Núñez. Cuéntame tu novela, le pide el jefe. Roxana le cuenta una historia. Esteban recuerda que él también tenía historias. La de Roxana es aburrida y cursi. No le cuesta nada decir el final, no tiene chiste, pero aun así se niega. Esteban sale del trance cuando escucha un grito. Se apresura a la puerta y es testigo de la decapitación por las fauces de Núñez. Entonces recuerda esos ojos negros. Esas garras. Esos colmillos.
Esteban huye. Sube a su cuarto de la azotea. Por primera vez se da cuenta de que es un chiquero en donde la mezcla de excremento, orines y sobras de comida echada a perder se unen para hacer un festival de perdición. Esteban vomita. Esteban quería a Roxana. La amó, hasta que lo dejó por Federico. Esteban necesita ponerle fin a esta historia.
7
—Adelante.
—Buenas noches, señor Núñez.
La oficina está casi en penumbras. El señor Núñez gira en su silla de piel lentamente.
—Buenas noches, Esteban. ¿Qué haces aquí tan tarde?
—Siento molestarlo, pero es urgente.
—Esteban, muchacho, sabes que sino se trata sobre noticias de las personas que están en la lista que te di, hablar contigo no es nada urgente.
—Lo siento, señor, pero es que se me ocurrió una historia.
—¿Una historia? ¿De verdad? ¿Cómo?
—Me vino de repente, señor, por algo que acabo de ver. Está basada en hechos reales. —Un largo silencio se divide en las miradas de Rogelio y Esteban. Un manchón de sangre es visible en la camisa del jefe.
—Basada en la realidad, ¿eh? Una historia. Bueno. Siendo así, cuéntame, ya sabes que una publicación siempre se puede arreglar.
—Bueno. Esta es la historia de un escritor emergente que recibe un correo electrónico con una oferta de trabajo. La acepta gozoso. El entrevistador resulta ser un viejo monstruo que le pide le cuente su novela. Lo hace con todos. Los que cuentan sus historias salen, pero ya no pueden escribir. Los que no cuentan la historia son devorados.
Rogelio ni se inmuta.
—Interesante. Muy original. ¿Y en qué termina?
—Todavía tengo ciertas dudas de por qué le encanta escuchar historias, pero de una cosa sí estoy seguro.
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