Samuel Vila - 1000 bosquejos para predicadores

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2. Algunos tienen dificultades para entender lo que las Escrituras dicen con respecto al Reino, por la razón siguiente: encontramos en los evangelios una serie de pasajes que afirman que el Reino ya se ha acercado. En las parábolas encontramos una serie de comparaciones que describen las actividades del Reino a través de la actual dispensación. Y en otros pasajes se nos habla del Reino en futuro, enseñándosenos que se ha de establecer definitivamente cuando Cristo vuelva del Cielo. No hay contradicción en tales enseñanzas. El Reino se acercó a los hombres en el aspecto espiritual, y «ya existe en cuanto a principios y constitución». Pero en lo que se refiere a su forma manifiesta, real y visible, como Reino de Cristo en majestad y gloria, no ha llegado aún. En relación con este asunto, debemos tener en cuenta el triple aspecto de la salvación: La redención del alma, la redención del cuerpo, y la redención del mundo como morada del hombre redimido. El alma entra en posesión de la redención desde el día que nos arrepentimos y creemos (he aquí la fase presente del Reino). El cuerpo no alcanzará su redención hasta el día de la resurrección. Y el mundo no se verá libre de la maldición que pesa sobre él hasta el día que Cristo venga del Cielo. El pasaje que sirve de tronco o punto de partida a las profecías que nos anuncian el Reino de Cristo se halla en 2 S. 7:12 al 16. Dios, en este pasaje, le dice a David, por medio de Natán, que de su simiente según la carne, levantaría a uno que haría su trono estable para siempre jamás. Esta, y toda la larga serie de profecías que le siguen, culminaron en la visión profética de Ap. 19:11 a 20:4, donde vemos al Cristo descendiendo del Cielo, ostentando en su muslo el siguiente nombre: «Rey de reyes …». Sirviendo de enlace entre los dos grandes pasajes que mencionamos se encuentran las palabras del mensajero de Dios, que aparecen en Lc. 1:31 al 33.

3. Jesucristo ha de reinar en este mundo:

a) Éste es un asunto que para nosotros está tan claro como la luz del día; y, francamente nos sorprende que haya cristianos que lo pongan en duda o que lo nieguen. Sometemos a la consideración del lector los siguientes pasajes de la Escritura: En 2 S. 7:12 al 16 vemos que Dios le dice a David: «Cuando tus días sean cumplidos … yo levantaré después de ti a uno de tu linaje … y afirmaré su Reino … yo afirmaré para siempre el trono de su Reino (el de tu descendiente). Yo le seré a él padre, y él me será a mi hijo … mi misericordia no se apartará de él … y será afirmada tu casa y tu Reino para siempre … y tu trono será estable eternamente». El profético Sal. 72 constituye una ampliación—en detalles—de esta profecía. Los modernistas suelen afirmar que estas profecías se cumplieron en Salomón. Es posible que David estuviese pensando en Salomón como un tipo del Mesías; pero el inspirador de la profecía, Dios, mira a uno más grande que Salomón. El Dr. Carroll sostiene que el reinado de Salomón no llena los gloriosos moldes del reinado que nos presenta el Sal. 72, y tiene razón. Pablo cita, en He. 1:5, las palabras de 2 S. 7:14, y nos dice que Dios el Padre se refiere allí a Jesucristo, y no a Salomón. Y esta interpretación inspirada determina que el Rey que ha de hacer eternamente estable el trono de David es Cristo, como también aparece profetizado en el Sal. 2:6 al 9.

b) Siglos más tarde confirma Dios, por medio del profeta Isaías, la profecía dada a David, diciendo: «Saldrá una vara del tronco de Isaí …» (Is. 11:1); «… Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su Reino» (9:7). «Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura. Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará … No harán mal … en todo mi santo monte; porque la Tierra será llena del conocimiento de Jehová … Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa. Asimismo acontecerá en aquel tiempo, que Jehová … levantará pendón a las naciones, y juntará a los desterrados de Israel, y reunirá a los esparcidos de Judá»… (Is. 11:5, 6, 9–12). Y preguntamos aquí: ¿Dónde vamos a ubicar el cumplimiento de esta profecía, en la Tierra o en el Cielo? Sí, ¿dónde? ( véase también Is. 32).

c) Y Jeremías se refiere a este Rey de la simiente de David, diciendo: «Vienen días … en que levantaré a David renuevo justo, y reinará … y hará juicio y justicia en la Tierra. En sus días será salvo Judá.… y le llamarán: Jehová, justicia nuestra». (Jer. 23:5, 6). Y más adelante añade el profeta: «En aquel tiempo haré brotar a David un renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la Tierra». (Jer. 33:15). «Y Jehová será rey sobre toda la Tierra» (Zac. 14:9). Y los redimidos reinaremos con Cristo sobre la Tierra (Ap. 5:10). Porque esta escrito que «los reinos del mundo han de venir a ser el Reino de nuestro Señor» (Ap. 11:15). Y cuando tal cosa suceda, se cumplirán las palabras de Daniel 2:44, donde dice que en lugar (y en el mismo lugar) de los reinos del mundo simbolizados por las distintas partes de la estatua profética, «levantará el Dios del Cielo un Reino que nunca jamás se corromperá». Y también se cumplirá entonces la profecía de Daniel 7:27, donde afirma el profeta que cuando el Señor venga del Cielo le quitará el señorío al anticristo (cuerno pequeño), y entregará el señorío debajo del Cielo a los santos del Altísimo.

d) Esta es la gran esperanza del pueblo de Dios. Pero algunos, por falta de fe o de discernimiento, se privan de esta esperanza. A pesar del gran número de paisajes que exponen clara y terminantemente que Cristo ha de reinar en este mundo sobre toda la Tierra, que los santos hemos de reinar con él, que los reinos del mundo se han de convertir en el Reino de nuestro Señor, y que este Reino ocupará el mismo lugar y espacio que antes ocupaban los citados reinos; a pesar de estos aspectos y la claridad con que se exponen, algunos se empeñan en negarlos. Y cuando les pedimos que, si Cristo no ha de reinar en este mundo, nos expliquen los pasajes que hemos mencionado, nos salen con aquel texto que dice: «Mi Reino no es de este mundo». Con lo cual parecen colocar la Sagrada Escritura en plano de abierta contradicción. Cuando el Señor afirmó que su Reino no era de este mundo, lo hizo para tranquilizar a Pilato, con respecto a la acusación de que Jesús pretendía usurpar o dividir el Imperio Romano. El Reino de Cristo no es de la naturaleza de los reinos de este mundo, pues está escrito que es de Dios y que vendrá del Cielo. Por eso el Señor Dios pide que oremos diciendo: «Padre nuestro que estás en los cielos … venga (al mundo) tu Reino».

4. ¿Cuándo se implantará el Reino de Dios en el mundo? Las Sagradas Escrituras nos aclaran este aspecto, diciéndonos que será el día que Jesucristo vuelva a este mundo. Según Lc. 21:31, Jesús terminó la exposición de las evidencias o señales de su segunda venida, diciendo: «cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el Reino de Dios». Y el mismo Señor determina, en Mt. 25:31–34, que Él se ha de sentar sobre el trono de su Reino el día de su segunda venida. Y los profetas nos dicen que esto sucederá «en lo postrero de los tiempos», cuando el mundo experimentará una regeneración física (Mt. 19:28), y todas las cosas serán restauradas al estado que imperaba en la Tierra antes de entrar el pecado (Hch. 3:19–21), y entonces será cuando se acabarán las guerras (Mi. 4:1–4), y el Reino animal será despojado del fiero instinto que ahora le domina (Is. 11:1–9), y la tierra producirá en abundancia (Sal. 72:16), y las naciones adorarán al Rey de reyes (Zac. 14:16–21).

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