Cuatro Mujeres - Cuatro Mujeres

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Un hombre, cuya vida estaba definida, intenta escapar de su naturaleza, para muchos deseada, pero se encuentra con un caprichoso juego del destino, en el cual deberá tomar decisiones, sin saber parte de la verdad, luego de un acontecimiento que lo deja estupefacto, sin darse cuenta que quizás esté al frente de una nueva oportunidad.

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—¿Tanta confianza tenés en tan pocas horas? Ojo con lo que hacés, Agus.

—Ay, mamááá, es un viejo.

—Es un hombre y no está nada mal.

Astutamente la madre usó esa frase para notar la reacción de su hija y se dio cuenta de que algo distinto pasaba, además notó que su hija no lo tenía claro al igual que ella, que sintió una energía especial en ese hombre.

En tanto Guille caminaba hacia la esquina, perdido en sus pensamientos.

Sin darle charla a su amigo.

—¿Estás bien? Te noto perdido…

—Estoy bien.

—¿Vas a buscar a la minita?

—¡¡Ya te dije que no es una minita!!

—Bueno, está bien, qué carácter.

Luego de disculparse con su amigo, seguía tratando de entrar en lo más profundo de su ser, sentía que algo no estaba bien, su vida un tanto vacía se le escapaba de entre los dedos, algo debía hacer y esa era la respuesta que no tenía.

Sus esporádicas charlas con la gente eran casi siempre de una superficialidad muy poco relevante.

Lo hacían sentir que ya todo había pasado y sus pensamientos, en su gran mayoría, siempre se iban hacia el pasado lejano, donde vivía lleno de sueños y esperanza.

Había leído una frase que se le instaló como muy cierta: “¿Querés hacer reír a Dios? Cuéntale tus planes…”.

En su juventud su sueño era vivir con una mujer estando enamorado y que en esa relación primara el diálogo adulto, como en las películas que veía de chico.

Una de las sensaciones más placenteras que le gustaba experimentar era ese mágico y breve momento en que se daba cuenta de algo. Lo sentía como un avance y en ese instante estaba pasando.

Se dijo a sí mismo: “Quizás tenga esta forma de ser que gusta tanto al sexo opuesto para encontrar al amor de mi vida”.

Inmediatamente pensó que eso era una estupidez, ya estaba en pareja de alguna forma, aunque lejos de lo que consideraba ideal, de todas maneras, ¿quién está en pareja con la persona ideal?

“La mente de un hombre siempre engaña al mismo hombre y te hace creer que la mujer ideal siempre es la mujer del otro”.

Las simpáticas conclusiones de Guille a veces causaban risa con sus pares, aunque él las consideraba ciertas.

—Buenas tardes, María Elena, ¿cómo estás?

—Bien, cansada, tuve un día agotador…

—Me imagino… es difícil trabajar con clientes.

—¿Hay algo para mí en ese comentario?

—Nooo, por favor.

El camino pasaba y él se distraía con sus pensamientos, como si estos lo llamaran, buscaba algo en su ser y no tenía claro qué, por momentos se sentía como un adolescente.

De pronto vio a María Elena por el espejo retrovisor y se dio cuenta de que le estaba hablando.

—Perdón, no te escuché.

—Estás distraído hoy, ¿pasa algo?

—Nada y todo.

—¿Y eso cómo sería?

—Para resumirlo, es como que no sé lo que quiero, pero no puedo esperar a tenerlo, ¿se entiende?

—Sí, como los chicos.

—Algo así, pienso mucho en mi vida y todo lo que hice y lo que no, en realidad, se piensa mucho en lo que no se hizo y lo que hubiera pasado si uno hubiera tomado otra decisión.

—Pasó lo que tenía que pasar.

—Sí, siempre es la conclusión final para dejar de pensar en probabilidades supuestas, ¿cambiarías algo si tuvieras la oportunidad de hacerlo?

—No, mi vida es justo lo que quería, la partida de mi padre sería algo que cambiaría si pudiera, pero es parte de la vida, algún día todos nos vamos.

¿No estás arrepentido de no haber tenido hijos?

—No.

—Aunque quizás tengas por ahí y no lo sabés, ja, ja, ja.

—Espero que no, además no tuve tantos amores…

—Hummm, ponele que te creo.

—Es verdad, aunque reconozco que tenía suerte con el sexo opuesto.

No por atractivo, sino porque me veían interesante..

—Ah, bueno, qué autoestima tan alta.

—Nooo, es que me dijeron siempre eso, no sé bien qué significa. El mundo femenino es muy complejo.

—Así es, ser mujer no es tan fácil, pero es lindo.

La charla es interrumpida por un llamado telefónico, usaba el celular con un soporte en el parabrisas del auto y se pudo ver claramente el nombre de Andrea, la costumbre era atender llamados con el altavoz y así lo hizo sin tomar muy en cuenta la presencia de su pasajera.

—Hola, gorda, ¿cómo estás?

—Bien, ¿dónde estás?

—Trabajando…

—Sí, ¿pero dónde?

—En una mina de carbón a 50 kilómetros al sur del Himalaya…

—Ja, ja, qué gracioso, ya sé que estás llevando a tu pasajera.

—Y si sabés, ¿para qué me preguntás? Después te llamo.

Y finalizó la llamada. María Elena no pudo evitar reírse por la forma en que Guille le respondió a Andrea, fue una respuesta casi como molesto, no era la primera vez que tenía ese tipo de llamado.

—Perdón que te pregunte, ¿era tu esposa?

—Sí, mi pareja.

—¿No es lo mismo?

—Para mí no, esposa es cuando uno está casado y yo sigo siendo soltero legalmente.

—¿Por qué nunca te casaste? Ups… ¿me estoy sobrepasando?

—No te preocupes, mi amigo me pregunta lo mismo, sería bueno que se le hiciera la misma pregunta a los hombres que se casaron 3 veces, ¿no?

—Y quizás porque no encontraron el amor…

—Respondiste por mí…

—Pero estás en pareja.

—Sí, quizá ella sea la que más se acercó a eso que llaman amor.

—¿Nunca te enamoraste?

—Mi defecto es que paso todo por la razón y eso opaca un poco los sentimientos o no me los deja ver, no sé; igual no importa.

La charla para él se estaba poniendo un poco invasiva, era algo que no le gustaba, tenía poca paciencia en ese tipo de temas y mucho menos tratándose de su vida, pensó cómo salir de ese clima sin parecer descortés y el silencio fue su aliado, ella percibió la leve tensión que le provocaba la conversación y también optó por el silencio, algo poco habitual en ella.

El viaje para alivio de Guille estaba por finalizar, sentía ansiedad por devolver el llamado, un poco para evitar una discusión y por intriga, de todos modos sabía que no era algo grave.

Se despidió de su cliente con un “hasta mañana” y siguió su camino, pero a las pocas cuadras se detuvo con la intención de hacer ese llamado más tranquilo y de nuevo su mente se trasladó al pasado y a las preguntas.

En esta ocasión lo hizo hablando en voz alta.

—¿Qué estoy haciendo? ¿Cómo llegué a esta edad y sintiéndome así?

¿Qué hice mal? Parezco un loco hablando solo…

Continuó con su labor diaria, convencido de que llegaría a aclarar su vida si seguía pensando, preguntándose y respondiéndose a sí mismo, quizás no en voz alta.

Tenía un largo recorrido para el final de su día laboral, la música de su automóvil lo ayudaba a no trasladar sus pensamiento a una zona negativa, sí tal vez a una de melancolía, estando consciente de que nada se podía hacer, la vida había pasado.

El acierto de algunas victorias lo consolaban, de todos modos, siempre nos arrepentimos de las cosas que no hicimos, una frase que se repetía a diario para poner fin a sus pensamientos que a veces lo agotaban.

La opción que eligió fue la de pensar qué haría llegada la noche en su departamento, esbozó una sonrisa al decidir que esa noche no habría “delivery” y que cocinaría él mismo.

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