– Por una parte, el autor del libro sitúa a Job en el período patriarcal , es decir, antes de la revelación de la ley, un período en el que la revelación antigua seguía influyendo en la vida de los hombres, una revelación que no había permanecido desconocida en las ramas laterales de la familia patriarcal.
– Por otra parte, ese autor se sitúa de un modo consecuente en la línea de la hokma, de la literatura patriarcal, que presupone la existencia de una automanifestación preparatoria de Dios, incluso en el mundo no israelita. En esa línea se sitúa el mismo Evangelio de Juan, que desea probar que el cristianismo es la religión absoluta, que satisface todos los deseos del conjunto de la humanidad, reconociendo que los τέκνα τοῦ Θεοῦ διεσκορπισμένα por el mundo (fuera de Israel) pertenecen también al pueblo de Dios (Jn 11,52), sin que por ello resulte superflua la encarnación del Logos y la regeneración que ese Logos encarnado fundamenta.
Ese paralelo entre el libro de Job y el evangelio de Juan está bien fundamentado, porque la importante referencia al Logos en el evangelio de Juan se sitúa en la línea del libro de Job, como la introducción al libro de los Proverbios, especialmente Prov 8, sin que se exija por eso el influjo de la filosofía religiosa alejandrina, una filosofía que, una vez formulada, no puede ser dejada a un lado o rechazada sin hacerlo de un modo explícito.
La doctrina alejandrina del Logos constituye realmente el desarrollo más genuino, aunque con muchas imperfecciones, de aquello que enseña la hokma en el libro de Job y en Proverbios. En ambos casos hallamos una apertura universal, pues esos libros se refieren no solo a Israel, sino a la humanidad. Ciertamente, la חכמה puso su morada en Israel, como ella misma muestra en la Sabiduría del Sirácida, Σοφια Σειραχ, cap. 24. Pero los libros sapienciales muestran que se debe hablar también de una revelación de esa sabiduría en el conjunto de la humanidad (fuera de Israel).
Esta es la visión de nuestro autor: él quiere mostrar que también entre los pueblos del mundo se puede entrar en contacto con el Dios vivo, que se ha revelado a sí mismo en Israel; que ese Dios puede revelarse continuamente a sí mismo, de un modo ordinario en estado de conciencia despierta, pero también de un modo extraordinario en sueños y visiones. Eso significa que fuera de Israel existe también un deseo y una lucha por aquella redención que ha sido especialmente prometida en Israel.
Este maravilloso drama se eleva con altura sobre el límite del Antiguo Testamento; este es el “Melquisedec” entre los libros de la Biblia israelita. La solución final y más alta de los problemas con los que este libro se ocupa se ha extendido incluso más allá de la historia patriarcal. Así, como veremos, la sabiduría del libro de Job proviene del mismo paraíso (es decir, del principio de los tiempos).
Este libro nos remite por tanto a las historias primitivas del Génesis, que se encuentran más allá del surgimiento de las naciones, más allá de la investigación de los jeroglíficos, en el preludio de la Torá. Estos temas que, por otra parte han pasado casi inadvertidos en el Antiguo Testamento, pertenecen a las peculiaridades de la hokma, es decir, de la Sabiduría.
Como obra de la hokma o Sabiduría el libro de Job se sitúa, con los otros tres de este mismo tipo (Proverbios, Eclesiastés y Cantar de los Cantares), entre los Hagiographa de la literatura israelita, que en hebreo se llaman simplemente ketubim o Escritos. De esa forma se integran, al lado de la תורה y de los נביאים, en la tercera parte del canon, en la que se incluyen todos aquellos escritos que, sin ser del Pentateuco, no forman parte de la historia profética de Israel ni de la proclamación profética.
Entre los Hagiographa se incluyen también libros que tienen rasgos proféticos, como Salmos y Daniel, pero que no pueden tomarse estrictamente como נביאים o profetas en el sentido específico de la palabra. En las ediciones actuales se suele colocar también entre ellos al libro de las Lamentaciones, aunque este no es su lugar original, lo mismo que el de Rut, que parece haber estado originalmente entre Jueces y Samuel.
Tanto Lamentaciones como Rut han sido colocados entre los Hagiographa , a fin de que los cinco מגלות puedan seguir estando y leyéndose juntos: Schir ha-Schirim o Cantar de los Cantares el día octavo de la pascua, Rut el día segundo de los Schabuoth o Fiesta de la semanas, Kinoth o Lamentaciones el día nueve del mes de Ab , Koheleth o Eclesiastés el día ocho de Succoth y Ester en la fiesta de Purim .
El libro de Job, que no ha sido escrito ni en estilo profético‒histórico, ni en forma de predicación profética, sino como poema didáctico, no podía haber sido colocado en ningún otro lugar, sino en la tercera parte del canon, entre otros libros dispersos. De todas formas, el puesto que ocupa es muy conveniente. En el canon alejandrino, Crónicas, Esdras, Nehemías, Tobías, Judit y Ester siguen a los cuatro libros de los Reyes. De esa manera, los libros históricos aparecen juntos, de principio a fin. Después de ellos comienza con Job, Salmos y Proverbios una serie nueva, con estos tres libros, que son poéticos en el sentido más estricto.
En esa línea, Melitón de Sardes, en el siglo II d. C., coloca los libros de las Crónicas después de los libros de los Reyes, pero situando inmediatamente después los Hagiographa sapienciales, no históricos, en el orden siguiente: Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantares y Job. De esa forma, los libros salomónicos van unidos al salterio davídico, y al final de ellos aparece por fin el libro de Job.
En nuestra división, los Hagiographa comienzan con Salmos, Proverbios, Job (esta es la sucesión particular que hallamos en los Manuscritos de tipo germánico o askenazi). En el Talmud ( Bathra , 14b) los Hagiographa comienzan con Rut, Salmos, Job y Proverbios. En la Masora en los manuscritos de tipo hispánico o sefardita, los Hagiographa comienzan con Crónicas, Salmos, Job y Proverbios.
Todos estos tipos de clasificación tienen sus razones. La Masora conecta a los Hagiógrafos con los נביאים אחרונים, Profetas Anteriores, después del libro homogéneo de Crónicas. Por su parte, el Talmud coloca el libro de Rut antes de Salmos, como prólogo histórico para Salmos, o como una conexión entre los libros profético‒históricos y los Hagiógrafos 4.
En la práctica, nuestras ediciones suelen colocar los Salmos como primer libro de la división, lo que concuerda con Lc 24,44 y con Filón que colocan los ὕμνους o Salmos después de los libros proféticos. Solo en los LXX aparece Job a la cabeza de los tres llamados libros poéticos, quizá teniendo en cuenta su contenido patriarcal, que evoca los tiempos más antiguos. En todas las otras ediciones los Salmos aparecen al principio de estos tres libros 5.
4. Sistema de acentuación. Escritura en verso, estructura de la estrofa
Los tres libros así indicados (Job, Proverbios y Salmos) tienen, como se sabe, esto en común: con la excepción del prólogo y el epílogo de Job, ellos han sido puntuados conforme a un sistema especial, que yo he discutido y precisado de un modo completo en mi comentario a los Salmos y en la edición de S. Baer, Salmos (Leipzig 1961). Este sistema de acentuación está construido, como el sistema de acentos de los textos en prosa, sobre la ley fundamental de la dicotomía, pero está determinado por una mejor organización, y por un desarrollo más expresivo y melodioso. Sin embargo, solo han sido conservados los acentos de la prosa, no los métricos o poéticos (con la excepción de algunos fragmentos). De todas formas a partir de esos fragmentos podemos descubrir la manera en que la lectura de la sinagoga dividía los pensamientos recogidos en forma de versos masoréticos, en dos divisiones principales, pasando una y otra vez a divisiones menores, y cómo se conectaban o separaban las mismas palabras.
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